Un plato típico de los sefardíes para el seder de Rosh Ha´Shaná.
Rodancha, desde el punto de vista lingüístico, es una palabra del castellano antiguo para referirse a las rodajas; en catalán, otra lengua neo-latina, aún perdura bajo la forma «rodanxa». Y, por supuesto, cuando en 1492 los hispano-hebreos que deciden no convertirse abandonan la Península Ibérica, se llevaron consigo todo este vocabulario que la cultura sefardí ha mantenido en el djudeo-spanyol hasta hoy en día. Y en particular en Rosh ha´Shaná, pues el ingrediente principal, la calabaza -fruto de otoño en la Cuenca Mediterránea- forma parte de los alimentos que serán bendecidos en la ceremonia de Yehi ratsón, o «Sea su voluntad».
La calabaza, en tanto que alimento simbólico, es uno de los cinco productos mencionados como propios de Rosh Ha´Shana (RHSH) en la Guemará. (Marán r Yosef Karo no incluyó la manzana en su «Shulján Aruj«, pero sí la cabeza de cordero, pues lo había leído en literatura de tiempos de los Gueoním. ¿por qué no menciona karo la manzana? Porque tal y como se especifica en la obra Arbaá Turím, de un rabino tudesco en Toledo, la manzana con miel es tradición askenazí (Oraj Jaím 583).
Calabaza, en arameo, se dice y escribe «Kará» (en hebreo, «Dlad») Kará, con el signo gutural de Ain, no con el mudo Alef, recuerda al verbo Likroa, que significa «rasgar». Y se incluye en el seder de RHSH porque a través de la calabaza solicitamos -sea su voluntad- que se rasguen todos los juicios negativos que pudiera haber sobre nuestras personas.
Por eso, se tradicionalizó el comer las «Rodanchas». No son de difícil preparación. Necesitas medio kg. de calabaza, pelada y troceada, más taza y media de azúcar, una cucharadita de canela molida, 174 de cucharadita de clavo molido, una taza de nueces molidas (más algunas troceadas para decorar), 1 kg de masa de hojaldre, una taza de aceite de oliva (por favor, no mantequilla derretida, porque volvería lácteo el plato y eso condicionaría la presencia obligatoria de comer carne, pues RHSH es Yom Tov y así es preceptivo, además de privar al comensal de las bondades del aceite) y, por último, huevo batido.
La calabaza se hierve en agua, en una cazuela grande – o incluso al vapor- hasta que esté lo suficientemente blanda como para hacer un puré. Una vez conseguido este puré, se pone en una sartén, se le agrega el azúcar, la canela y el clavo, y se cuece a fuego suave durante unos veinte minutos como mínimo y una hora como máximo. Esta mezcla se retira del fuego y entonces se le agregan las nueces molidas. Se deja reposar todo a temperatura ambiente.
Seguidamente pre-calentamos el horno a 180º C y se disponen dos hojas de papel de hornear sobre sendas fuentes. Sobre superficie lisa y limpia, se extiende una de las láminas de hojaldre, que se unta de aceite, con pincel de cocina. Hecho esto, se pone encima la segunda masa de hojaldre, que también se unta de aceite.
Entonces, se toma una cucharada del relleno de calabaza y se extiende en forma de tira alargada sobre el extremo mayor del hojaldre. Una vez hecho esto, se dobla, sobre el relleno, el borde del hojaldre, creando una especie de tubo que luego enrollaremos sobre sí mismo, formando una espiral (como si fuéramos a hacer una deliciosa ensaimada mallorquina).
Con una espátula, tomamos cada espiral hojaldrada para ponerlo sobre la bandeja de horno. Y así tantas rodanchas como queramos tener. Por último, se pintan con huevo -cascar el huevo en recipiente para asegurarnos de que no tiene ni la más mínima gota de sangre- y se decoran con trozos de nuez, para hornear unos veinte o veinticinco minutos, que es lo que le llevará dorarse. Se sirven frías.