WALTER BENJAMIN ENTRE LOS PIRINEOS E IBIZA

Tal día como hoy se suicidaba en Portbou (Gerona) uno de los mayores intelectuales judíos del S XX, que vivió sus días más felices en Ibiza.


El filósofo Walter Benjamin, uno de los mayores intelectuales del S. XX-y uno de los más desdichados- vivió en España sus  días más felices y también los momentos más amargos.

Al amanecer del 19 de abril de 1932, atracó en el puerto de Ibiza, procedente del de Barcelona, el “Ciudad de Valencia”. A bordo, Walter Benjamin, de 40 años de edad, ensayista, traductor, crítico, filósofo y en la ruina. La herencia de sus padres tuvo que usarla en pagar el divorcio de su esposa. Pero después de vender su biblioteca y darse al conocimiento del haschís -era un gran lector de Baudelaire, el introductor delos paraísos artificiales- se fue a la brillante isla pitiusa cuando en su Berlín natal se enseñoreaba en todo su rigor, la oscuridad del nazismo, la noche del ser humano.

Benjamin conoció la existencia de Ibiza de la boca de Félix Noeggerath, filólogo indoeuropeo a quien -según Gershon Sholem-había conocido en los años´20 en la Universidad de Munich.  Noeggerath había conocido la isla porque su hijo estaba haciendo un doctorado en Filología Catalana. Walter Benjamin, en esta primera visita a Ibiza, se hospedó en lo de los  Noeggerath, en Sant Antoni,  ahora conocida como Sa Punta des Molí,  en concreto una modesta casa tradicional junto al molino llamada Can Frasquito, pescador  a quien  acompañaba en su barquichuela.

De todo este contacto con el mundo popular ibicenco de labradores y pesacadores, ese mundo telúrico y auténtico de las personas conectadas con lo esencial,  escribiría cuatro relatos. Y además, asaltado por la fuerza creadora que el lugar le inspiraba, se enamoró sin ser correspondido de una amiga de sus anfitriones que había llegado en el mes de junio. Frustrado por el sabor de las almendras amargas de los amores conrariados, se va a Niza, donde escribe testamento por la intención de cometer su suicidio. Pero no lo lleva a cabo. Se va a Italia, a un pueblito cercano a Pisa,  y empieza a escribir un libro que terminaría en Ibiza, a donde vuelve porque en Berlín Hitler ha tomado las riendas de la mayor ignominia del hombre en el S XX.

En esta segunda estancia no se hospeda con los Noeggerath, que se han trasladado a la ciudad de Ibiza y a un apartamento con luz eléctrica y cuarto de baño y donde Benjamin no tiene ni el silencio ni el aislamiento necesarios para la creación. Acosado por precarios presupuestos,  pretende abandonar  Ibiza -escribe a Sholem- para irse a París, donde se le ofrece vivienda gratuita en la casa para artistas judíos emigrados y  sin medios , que mantiene la baronesa Goldsmith- Rothschild.

Y en esto vuelve el amor bajo el nombre de Ana María Blaupot Ten Cate, pintora holandesa que le corresponde, y para quien él escribe su “Agesilaus Santander” ( autobiográfico y sobre la cultura judía  en su relación  persponal con el mundo y los encuentros amorosos)  No obstante, poco antes, una herida en una pierna se le infecta y acaba diagnosticado de malaria en París. La pareja acaba por separarse a orillas del Sena.

En 1940, no era fácil ser artista exilado en el  París tomado por los nazis; Walter Benjamin  criticó sin piedad a Hitler, la teoría fascista y a la hipocresía de la democracia burguesa y al Capital Financiero e Industrial alemán que apoyó al nazismo como forma de Contrarrevolución preventiva contra los socialistas.

Deprimido y solo, es internado en un campo de concentración,  del que sale por mediación de algunos amigos. Decide cruzar el charco e instalarse  en Estados Unidos. Para lograrlo,  necesitaba entrar en España y embarcar en Lisboa. Llega a Portbou con un grupo de refugiados judíos, pero   fue interceptado por la policía española cuando intentaba salir de Francia sin la visa requerida. Desesperado ante la idea de tener que regresar a Francia con la Gestapo, se suicidó tomando una sobredosis de morfina.