Parashá: Ekev, עֵקֶב , Seguir a, Deuteronomio 7:12–11:25. Hafatará (2ª de Rosh Ha´Hashaná) Isaías 49:14–51:3. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Y ahora, Israel,¿qué es lo que Hashem, tu Dios, pide de ti?
Tan solo que Le temas”
(Devarim 10:12).
Moshé Rabenu dice que Hakadosh Baruj Hu no pide de nosotros algo inalcanzable, sino, más bien, algo fácil de lograr: el temor del Cielo. De las palabras de Moshé “tan solo que…”, se entiende que el temor del Cielo es algo fácil de alcanzar, pero esto suena contradictorio, pues es sabido cuán difícil es lograr la virtud del temor del Cielo.
En realidad, no es difícil lograr el temor del Cielo, sino que solo tenemos impedimentos que nos molestan en el servicio a Hashem, y que nos obstaculizan nuestro trabajo de alcanzar el temor del Cielo. El mayor impedimento surge cuando no sabemos diferenciar entre el bien y el mal, entre lo correcto y lo torcido; y en este caso, no hay temor del Cielo. Cuando el hombre no se encuentra apegado únicamente a la Torá, sino que también va detrás de las vanidades de este mundo, entonces, el poder de la Torá no influye en él, y no le da la sensación de temor del Cielo que él necesita en su guerra contra la Inclinación al Mal.
Mi sagrado abuelo, Ribí Yoshiahu Pinto, ziaa, tituló todos sus libros con la palabra késef (‘plata’), como Késef Nivjar y Késef Mezukak. Cuando le preguntaron por qué titulaba así sus obras, él dijo que quería enseñar un fundamento muy grande para que el hombre tuviera éxito en su estudio de la Torá. Todo hombre en el mundo tiene una inclinación a amar la plata y el oro. Aun cuando tenga mucho oro y plata, el hombre está ansioso y no deja de buscar medios y maquinaciones para poder aumentar su plata y su oro. Para poder tener éxito en la Torá, el hombre tiene que comprender desde el principio cuán preciada y valiosa es la Torá, y entonces toda su inclinación, todo ese amor que siente por este mundo terrenal, y todos los esfuerzos de los que debe valerse para conseguir más plata —y con todo su corazón y con todo su deseo—, debe encausarlos sola y únicamente hacia la Torá, hasta que se pudiera decir sobre él el versículo (Tehilim 84:3): Nijsefá vegam caletá nafshí (‘Mi alma ansia, y anhela con fervor’), en el que el término nijsefá ( (הפסכנ tiene su raíz en la palabra késef ףסכ) : ‘plata’), que indica que toda la inclinación del hombre hacia la plata tiene que encausarla hacia Hakadosh Baruj Hu y Su Torá. Solo cuando el hombre sabe valorar cuán preciada es la Torá, puede tener éxito en la Torá, y entonces, podrá ameritarla, como estudiaron nuestros Sabios, de bendita memoria
(Tratado de Berajot 63b):
“La Torá no se establece sino en quien se ‘mata’ por ella”.
En una ocasión, subí a un edificio alto. Me di cuenta de que, a medida que iba subiendo, más limpios estaban los pisos. El lobby del edificio estaba muy sucio; el primer piso, menos; el segundo, aún menos; y así sucesivamente… Por los pisos más bajos, transitan más vecinos del edificio, pues todos los vecinos tienen que pasar por allí, y por eso están más sucios. Pero a medida que se va subiendo de piso, la circulación de vecinos va decreciendo y, por ende, la posibilidad de que se ensucien los pisos es menor.
De esto aprendí, una lección de moral muy importante. Mientras más apegado está el hombre a lo terrenal y lo material, más sucio va a estar; y mientras más se eleva a sí mismo y se aparta de las vanidades de este mundo, más limpio y depurado va a estar.
Es importante saber que las cosas vanas no tienen valor, y toda la vida en este mundo y sus placeres no fueron dadas sino para asistir al hombre que sirve a Hashem Yitbaraj, pero no tienen valor por sí mismas. Solo por medio de esta reflexión, se puede adquirir el temor del Cielo y la Torá. David Hamélej dice
(Tehilim 8:4): “Pues he de ver Tus cielos, la obra de Tus dedos; la luna y las estrellas que alistaste”.
Es decir, el hombre tiene que reflexionar sobre todo, aún sobre lo más ínfimo y simple, y aprender una lección de moral, porque el hombre crece y se eleva principalmente por el poder de la reflexión. Y cuando el hombre no reflexiona acerca de sus caminos, no se eleva, como dice el versículo
(Tehilim 82:5): “No sabrán ni comprenderán; por la oscuridad, andarán”,
porque cuando el hombre no reflexiona, en un instante, podría —jas vejalila— caer de su nivel. Sin la reflexión y la separación y alejamiento de las vanidades del mundo terrenal, el hombre no puede nunca crecer ni alcanzar la meta del temor del Cielo, el cual llega solo por medio del estudio de Torá y la meditación que hace el hombre acerca de las obras de Hashem Yitbaraj todo el día.
Esa es la recompensa que recibe el hombre que reflexiona y no vive como un animal, sino que menosprecia la vida terrenal y las vanidades de este mundo material. Entonces, este hombre ameritará apegarse a la Torá y adquirir el temor del Cielo.
Jasán: Avi Zarki , nosaj Sfaradí Yerushalmi