ALBERT COHEN

Uno de los autores indispensables de la Historia de la Literatura Sefardí y del S XX en Europa, siempre vigente, nunca en  vano.


Portada con ilustración de la también judía Tamara de Lempicka

La obra de este  luminoso corfiota de 1895 de nuevo sale a la luz y lo hace en la prestigiosísima Gallimard Editions, que ha tenido a bien reunir, bajo un esplendoroso estudio preliminar y  bajo el título de Solal y los Solal, los  cuatro novelones de este sefardí  sionista de la diáspora, este escriba de la tinta vengativa, de padre suizo, madre italiana y lengua francesa.

Albert Abraham Cohen, hebreo de pro,  nació en la más septentrional de las  islas jónicas, Kérkira -más conocida como Corfú- primera parada literaria de los ilustrados europeos en el viaje clásico -le Grand Tour. Pero su viaje, que empezó a la edad de cinco años, no iba hacia Grecia, sino hacia Marsella. Sus padres, que vendían jabones, no pudieron lavar el antisemitismo de la isla en 1900, y se asentaron en el puerto de Marsella para vender huevos y aceite de oliva. En esta época, es cuando escribe «Ô vous, frères humains», debido a que por la calle le llaman «sucio judío». El joven Albert corre hasta la estación de Saint-Charles, donde se encierra en un baño y sobre el muro escribe «Vivan los franceses!».

El mismo año de la La Gran Guerra – la del ´14- se instaló en Ginebra, donde estudia ,primero,  derecho y, después, letras. También se nacionalizó suizo, abandonando su nacionalidad «otomana» . Aunque no logra ser abogado en Alejandría, se casa y tiene una hija llamada Myriam. Pero Miriam, a costa del cáncer, quedará huérfana cuatro años después de haber nacido.

Al año siguiente, en París, toma la dirección de La Revue Juif, La Revista Judía, en cuyo consejo de redacción hay judíos como Albert Einstein o Sigmund Freud. Mientras,  en Ginebra,  se dedica al funcionariado, empieza -con la novela «Solal», de 1931,  la que será su gran obra, Bella del Señor, que publicará mucho tiempo después,  en 1967, con una  contundente solvencia literaria hecha de paciencia y lentitud. Como la muerte. Pero la muerte no le quiere, dice.

Divorciado y vuelto a casar , propone una organización intelectual y sionista en Londres para la refundación de un estado judío en la Tierra de Israel. La Agencia Judía  le encarga que establezca contactos con los gobiernos en el exilio y acaba por romper con ellos, decepcionado de la causa sionista. En 1944, se convirtió en asesor legal del Comité Inter-gubernamental para los Refugiados y será  responsable de redactar el acuerdo internacional del 15 de octubre de 1946 sobre el estado y la protección de los refugiados. Renunció a ser embajador de Suiza en Israel para poder dedicarse a la literatura. Los mayores críticos dirán de él que su literatura es estupefaciente, que su estilo es como mezlcar a Joyce con Rabelais.

Su obra magna será Bella del Señor, gran premio de la Academia Francesa, gran himno de la mujer, espacio de deseo y desesperación para el autor. El libro era lectura deseada de todo el mundo y se vendió y leyó con avidez de amante.

Hacia los años ´70 -después de serle otorgada la Legión de Honor-  sufrió una depresión nerviosa, con anorexia incluida, que casi le mata. Pero sólo morirá en 1981, a la edad de 86 años, mientras su esposa, Bella, lo hace en 2002, a los 83.