SIMON VAEZ SEVILLA

Historia de la familia que encabezaba la organización de los criptojudíos mexicanos.


 Durante la primera mitad del S XVII,  en Nueva España, y concretamente en Ciudad de México, existía una comunidad de criptojudíos que se encargaba de facilitar las cosas a todos aquellos anusim que recalaban en la ciudad desde Europa, Sudamérica o incluso otras ciudades mexicanas. Esa arriesgada comunidad estaba dirigida por Simón Váez Sevilla.

 La familia de Váez Sevilla provenía de la localidad portuguesa de Castelo Branco y era una de las familias judías que en 1497, tras el decreto del rey Manuel, se tuvo que convertir obligatoriamente al cristianismo. Muchos de sus ancestros fueron denunciados o descubiertos en sus actividades judaizantes y ajusticiados por la Inquisición portuguesa. En 1597, Gaspar Gonzalez Soburro, recaudador de impuestos, casado con Leonor Vaez, fue padre de un niño al que llamaron Simón. La familia era muy pobre: Gaspar, acusado de judaizante,  estuvo  preso seis años en los sórdidos y siniestros calabozos inquisitoriales; la madre sólo estuvo tres. La condena impuesta fue la de la confiscación de bienes y ensambenitamiento. Esta especie de poncho no es que sólo te identificara por las calles como mal neocristiano, sino que te inhabilitaba para muchos trabajos, con lo que obligaba al condenado a ocuparse en faenas degradantes. Es más, inhabilitaba a tus descendientes hasta la tercera generación, que era cuando te quitaban el sambenito de la catedral. Gaspar y su familia vivían en una capilla derruida a las afueras. Su sustento provenía de lo poco que pagaban por ser portero de cárcel o sustituir a verdugos para propinar una buena sarta de latigazos.

En 1580, el reino de Portugal pasa a ser anexionado por la monarquía española de Felipe II. En 1598, el sucesor de la Monarquía Hispánica -y esto incluye Nueva España- fue Felipe III. Y éste representante de la Casa de Austria, en 1604, con aprobación papal,  decretó una aministía para los condenados portugueses. Libres de cargos, y al igual que muchas familias más, Gaspar y Leonor, con su hijo, abandonaron Portugal y se mudaron a España. Otros se fueron a América, donde la amnistía se aplicó desde 1606. Pero los Váez se asentaron en la floreciente Sevilla, entonces llamada la Puerta de América, donde vivía la hija mayor, María, casada con Francisco Lopez. Vivían en la calle Sierpes, llamada de los portugueses. Luego llegó también un hermano de Gaspar y empezaron a ocuparse del comercio de telas, importando ruanes desde Francia y lienzos desde Holanda, mientras que exportaban de Espala, sedas.

Simón, con tan sólo 16 años, llevó una partida de seda desde Sevilla a Lisboa. En 1614 se embarcó con sus tejidos en el puerto de Sevilla, rumbo a Nueva España, donde estuvo dos años. Al regresar a Sevilla, en 1618, decidió retornar a Nueva España, donde se instaló en una casa de la calle Tacuba. Su hermano Francisco le enviaba las telas al puerto de Veracruz. El negocio era floreciente y dos años más tarde se casó con una prima no carnal, Juana Enríquez, de la parentela de Blanca Enríquez, calificada por los insquisidores como una de las más pérfidas rabinas que jamás hubiera habido en Nueva España. Simón y Juana tuvieron dos hijos, Gaspar y Leonor. El padre también tuvo una hija natural que marchó a la judería italiana de Pisa. En Pisa vivía la hija de María, la hermana de Gaspar, que prefirió pasar a vivir en México y ser casada con Agustín de Rojas, otro criptojudío.

 La mercaduría de Gaspar se vendía bien -tenía en sus almacenes lujos como dos mil pares de medias de seda- y con los hombres de la familia formó una red de distribución que alcanzaba el Perú y las Filipinas. Pero también trabajaba con cristianos viejos. Fue así que en 1625, Fernando Polanco, cajero de las empresas de Vaez, le denunció ante la Inquisición por nunca haberle visto comer tocino y porque todos sus amigos eran portugueses -nacionalidad proscrita entonces en el Nuevo Mundo. Esta denuncia se produjo dos días después de perpetrarse un Auto de fe en el que fue condenado a prisión el hermano de Gaspar. Los inquisidores archivaron la causa. Pero en 1637 lo denunció de nuevo Pedro de Navía, sevillano, que dijo que conocía a la familia ya en España y que en México  disponían de su casa para que en ella se reunieran todos los judíos de la ciudad  a celebrar sus fiestas hebreas. Dicen que Simón aplacó la ira inquisitorial untándoles con una gran cantidad de dinero.

Llegado el año de 1642, el favorito del rey Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, dejó de usar para la Corona a los banqueros genoveses, para pasar a trabajar con los banqueros portugueses, casi todos ellos con problemas acerca de su neocristiandad.  La bisabuela del de Olivares era hermana de un converso, Lope de Conchillos, el secretario de Fernando El Católico.  Además estalla la guerra de independencia de Portugal. Felipe IV destituyó al de Olivares y se desata una ola de psicosis por la limpieza de sangre. Es el momento de mayor movimiento migratoria hacia los Países Bajos. También es el momento en el que arrecia el celo inquisidor en Nueva España, donde hay ridículos rumores de que los portugueses están planeando una sublevación…desde la casa de los Vaez. Gaspar de Robles, descendiente de la ya difunta matriarca Blanca Enríquez, fue detenido y , bajo torturas, contó todo lo que sabía y delató hasta a los familiares en España.

En mayo de 1642 empezaron las detenciones. La primera, Blanca Mendez de Rivera, a cuyo marido le confiscaron toda su hacienda; quedó viuda con cinco hijas y se sostenían con la caridad que ejercían los Váez Sevilla. Blanca y tres de las niñas fueron detenidas y los Vaez quisieron pagar por su libertad. Pero todo fue en vano. Simón Váez fue condenado por hereje judaizante, pero su condena sería retirada si abjuraba de la fe mosaica y se convertía al catolicismo. Y lo hizo.

Bibiografía:

  • Simon Vaez Sevilla, Eva Alexandra Uchmany, Estudios de Hª Novohispana, México , 1987