CÓDICES HEBREOS Y FRESCOS JUDÍOS EN EL ESCORIAL

Los poco conocidos  códices hebreos y los frescos judíos de la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial.


El Real Monasterio de San Lorenzo de  EL Escorial, construido por S. M Felipe II en 1584 cerca de Madrid ,  no sólo es Palacio real, sino también  Biblioteca felipina, Panteón borbónico  y Monasterio agustino;  como dijo D. Miguel de Unamuno en el S. XX, obligada visita para todos los españoles. Su perfección arquitectonica es tal que llegó a influir incluso en arquitectos de vanguardia como Le Coubousier.

El Salón Principal de la Real Biblioteca , también llamado “De los Frescos” … O de Los Impresos, pues es la sala de autores antiguos -griegos, latinos y hebreos- colocados con los cantos hacia afuera.

El edificio fue construido para conmemorar la victoria española en la batalla de San Quintín – en 1557- contra el reino de Francia, cerca de la frontera con los Países Bajos de entonces, es decir, Flandes. Pero para construirlo no se buscan metáforas bélicas sino que se busca inspiración ni más ni menos que en el  Templo de Jerusalén

 

La Gran Sala está soberbiamente decorada con pinturas al fresco. Entre todos esos frescos, todos del artista italiano Peregrino Tibaldi, hay uno,  especialmente hermoso y arriesgado : su autor podría haber sido acusado de judaizante ante el Tribunal de la Santa Inquisición. Este fresco representa al Rey Salomón con la Reina de Saba, separados por un mantel sobre cuya tela hay bordada una inscripción en hebreo que reza: “Todo tiene número, peso y medida” , que hace referencia a la disciplina de la guematría de los cabalistas y que es una cita del Levítico.

Parece ser que ese fresco fue un misterioso capricho de Benito Arias Montano, primer director de la Real Biblioteca -y el mayor hebraísta de su tiempo. Filólogo sevillano educado en la universidad de Alcalá de Henares, después de aprender latín, griego, árabe, arameo y hebreo, se retiró a estudiar las Sagradas Escrituras de los judíos, tradujo del hebreo al latín el libro de viajes de Benjamín de Tudela, por sólo nomrbar algunas de las muchas cosas que hizo en vida, antes de renunciar a todos los cargos de la corte para regresar a Sevilla a dejarse morir. A mediados de S. XX se abrió en su nombre el Instituto Benito Arias Montano de Estudios Hebraicos, Sefardíes y de Oriente Próximo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

 La RBME -Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial- destaca por sus cantidad y calidad en cuanto a códices latinos, destacando el Beato de Liébana. Entre los griegos, la Ciropedia de Jenofonte y una Ilíada de Homero.

Los códices hebreos de El Escorial no son muchos,  pero  algunos son de suma importancia.  Su número, modelado por el Tribunal de la Sta. Inquisición,  no llegó a superar los 110.

 “de libros hebraicos, de que hubo grande riqueza en España, hay ahora grande pobreza, y los más de los que aparecen en Italia vienen de Levante y en aquella lengua ha habido mucha lección y de todo género de artes”. Arias Montano

En la actualidad, el número de manuscritos hebreos asciende a 76. Existe, además, una valiosa colección de obras impresas en hebreo del siglo XVI, que se conserva en el estante 83, con casi cerca de 150 volúmenes.

En 1941 se editó en  la gran revista Sefarad, (Revista de los Estudios  Hebraicos, Vol. I, Fasc. I, ) un catálogo  de los fondos hebreos , realizado por el agustino José LLamas. Al final del catálogo se agradece la existencia del mismo a Reverendos Padres Nemesio Morato.’ y Luciano Rubio, bibliotecarios de la biblioteca del Escorial; los profesores de lengua hebrea en las universidades de Madrid y Barcelona, Señores Cantera y Millás, respectivamente; y el Sr. Laredo, de  Tánger’.

La primera de esas entradas es del S XIV, 387 folios a dos columnas con libros de los Profetas, con puntuación masorética  y sus correspondientes haftarot (las lecturas semanales para el fin del Shabat, con colofón de Isaac ben Menajem, el jueves siete de iyar del año 5066, 1306 en la era común….en una ciudad ni identificada en la provincia rusa de Chersen.  En las hojas de guarda aparecen unas notas sobre la transmisión textual, en hebreo, por el cual sabemos que el séptimo día de Adar  del año 1378 , un tal Benjamín, hijo del rabino Shlomó lo vendió por 28 ducados a otro rabino, r. Yehudá.

Folios 1v-2r del ms. hebreo G-II-8 (S. XV), con los primeros versículos del libro del Génesis.

El  magnífico Libro del Génesis  (vid. foto  izquierda) también nos da información en las guardas: en su colofón, nos cuenta que fue terminado el 26 de junio de 1526, por Alfonso de Zamora, pero hecho  para Pedro Ciruelo, importante matemático y teológo de  Daroca, Aragón, formado en la Universidad de Salamanca y preceptor del mismísimo Felipe II. Sin duda uso el libro en cuestión para  su traducción del Génesis al latín. Y quizás también para sus escritos contra la Kabalá.-

 

La joya más  sobresaliente  de este tesoro bibliográfico es  la “Biblia de Arias Montano”, de fina vitela (estómago de becerro nacido muerto)  y bella ornamentación, usada en el texto hebreo de la Políglota de Alcalá; destaca también el G.I.8, sobre temas gramaticales, copiado por Alfonso de Zamora en Alcalá de Henares en 1519.

Para acceder al catálago en archivo pdf. se dispone de un enlace a Patrimonio Nacional

 

El último catálogo se lo debemos a  Francisco Javier del Barco del Barco, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a fecha de 2003, y por él sabemos que algunos de estos documentos proceden, por ejemplo, de la biblioteca privada de D. Diego Hurtado de Mendoza, llegados a El Escorial en 1576 como el Targún de Onkelos. En 1585 ingresaron a la Biblioteca algunos manuscritos más, de los requisados por la Inquisición. No será hasta 1656 cuando vuelva a engrosarse el tesoro, con fondos provenientes de la biblioteca del Conde-duque de Olivares. No obstante, en el incendio de 1671 se perdieron 40 manuscritos. Después de esto, la colección en hebreo  permaneció  durante un tiempo almacenada  junto a los prohibidos por la Inquisición.

A lo largo del S XIX se publicaron  catálogos de estos códices, especialmente en la segunda mitad de siglo.  Durante el s. xx se siguió trabajando en la catalogación y descripción de las obras, con una importante  realizada en 1929 a cargo de Pedro Blanco, que recibió casualmente la ayuda de un sefardí de Jerusalén que estuvo en Madrid  por aquel entonces, el doctor en Semíticas,  Shalom Yehuda.