EL CASO FORNARAKI

Un libelo de sangre en la Alejandría inmediatamente anterior a la época del Protectorado Británico.


 Alejandría, en la segunda mitad de siglo XIX, experimentó una notable prosperidad económica por el comercio de algodón y la creación del Canal de Suez; es decir, la ciudad, que ya nació cosmopolita, vivió un considerable incremento poblacional, atrayendo a gentes de distintos lugares del mundo y de diferentes religiones, con todo lo cual se multiplicaban las posibilidades de que surgieran conflictos sociales. De hecho, el caso Fornarraki es el preámbulo de una importante revuelta de tinte xenófobo que estalló en 1882: el conflicto, en el que fueron asesinadas másde 200 personas, se originó  con la llegada  de barcos ingleses y franceses al puerto de Alejandría, oponiéndose al derrocamiento del Jedive Tewfik. El 11 de julio de 1882, una escuadra británica abrió fuego sobre la ciudad, ocupándola. El 13 de septiembre de 1882, Egipto es declarado protectorado británico, statu quo que se mantuvo hasta 1946.

Un año antes, en un modesto edificio de la calle Douanne, junto a la comisaría de la policía otomana, entre el puerto viejo y el puerto nuevo, estalló un conflicto. En ese edificio vivían los Baruj, judíos sefardíes de origen corfiota, súbditos del entonces reino de Grecia, y por otro lado, los Fornaraki, súbditos otomanos de origen cretense y con fe cristiana ortodoxa.

El 18 de marzo de 1881, el niño de 9 años Vangelis Fornarakis, huérfano de padre e hijo de una mujer de moral escasa, desapareció de su hogar. Algunas horas después de infructuosa búsqueda vecinal, se convino en que el niño, sin duda, había sido asesinado por los judíos para usar su sangre en misteriosos ritos hebreos.  Y así lo declaró el abuelo del niño a la policía otomana, que sin más, sin pruebas y sin dilación, arrestó a los Baruj: al padre, Yaakov, a su esposa Stella, a  su hija Nina, al esposo de ésta, Elia René, a una hija de un anterior matrimonio,  Consola Betteli, y a dos menores de edad,  Diamantina y Josué, y a una hija de dos años llamada René.

Algunos vecinos dijeron que el día anterior a la desaparición del niño en la casa de los Baruj se oyeron ruidos extraños -quizás moviendo muebles para hacer la limpieza de Pésaj, por la fecha- y que el niño Vangelis había sido invitado a comer en el comedor de los Baruj ese mismo día. Una turbamulta de alboratores griegos y musulmanes cargó contra los judíos, como consta por las denuncias de algunos consulados. Cinco días después un capitán de barco encontró el cuerpo del niño en las aguas del puerto, ahogado, lo cual aún enardeció más a los acosadores de los judíos.

El cónsul británico pidió ayuda a El Cairo, que envió dos batallones de infantería para sofocar los tumultos. El cónsul italiano sostenía que gran parte de los alborotadores eran gente sin oficio y dados al bandidaje, dispuestos a aprovechar la confusión para saquear casas judías. El cónsul griego admitió que hasta los mismos Fornaraki estaban dispuestos a sacar ganancias del hecho. La prensa griega empezó a publicar artículos y editoriales podridos de antisemitismo. Y eso a pesar de que tras 23 autopsias se declaraba que el niño había muerto por ahogamiento al caerse al mar, ya que en las autopsias aparecía arena en los pulmones. Sólo la comisión griega se oponía a esta realidad e impugnó las autopsias. Incluso en el funeral del pobre Vangelis hubo más tumultos.

La comunidad judía solicitó la formulación de una queja contra las autoridades locales por no haber movido un dedo y defender a los judíos. Notables judíos extranjeros solicitaron la ayuda de sus autoridades consulares, lo que provocó una caótico intercambio de cartas y reuniones entre casi todos los cónsules extranjeros presentes en Alejandría, sus gobiernos nacionales y los representantes khediviales. La comunidad judía pidió ayuda al rabino jefe de Corfú, a la Alliance Israelite y alguos periódicos europeos empezaron a hablar del caso, que durante nueve meses ocupó la atención mundial.

 A principios de verano de 1882, el almirante Beauchamp Seymour ,  al mando de una flota de quince barcos acorazados de la Royal Navy y una flotilla francesa de refuerzo, llegaron a Alejandría para poyar al pachá ante el levantamiento de un grupo nacionalista. Tras diez horas de bombardeo tomaron la ciudad y comenzó el protectorado británico de Egipto.

 Los Baruj fueron trasladados a una cárcel en un Corfú, y fueron liberados el el 4 de enero de 1882.

Bibliografía:

  • Dario Miccoli , Histories of the Jews of Egypt: An Imagined Bourgeoisie, 1880s-1950s