¿EXISTE EL TEATRO SEFARDÍ?

 Breve introducción a la historia del teatro sefardí, tanto en hebreo como en judeo-español.


Empezemos por el principio: La Torá -Deuteronomio, 5- no permite al judío hacer imágenes, ni semejanza alguna de lo que esté en el cielo, ni de lo que esté en la tierra , no fuere que caigas en la idolatría. Es decir, representar la realidad del mundo no es apto. Iconoclastia. Salvo raras excepciones, como las pinturas de las paredes de la sinagoga de Dura Europos, en Siria, la iconoclastia impide el desarrollo de las artes plásticas. Y también del arte de la representación dramática.

Sigamos desde otro principio: el nacimiento del Teatro -lo que se ve- está íntimamente unido a lo religioso. Pero a lo religioso según los dioses y semidioses olímpicos. La festividad que recibía a la primavera, las Grandes Dionisas, donde el dios fenicio Dyonisos es sacado en procesión, cantando el ditirambo -origen del coro en la tragedia, ritual litúrgico griego para representar lo que no debe pasar y provocar la catarsis, la purificación en masa. Pero a pesar de que hubo teatros clásicos en Eretz Israel, era cosa de griegos, y los judíos en su mayoría querían que lo helenístico, lo seléucida no tuviera lugar en Judea. (Excepto en Alejandría, donde se representaba en griego por un poeta llamado Ezequiel, temas del Exodo) Los teatros romanos en Keisaria Maritima o Beit Sehan eran para los romanos o los romanizados.

No obstante, el judaísmo, desde el principio, si bien no genera teatro propiamente dicho, si desarrolla muchos hechos de teatralidad. Lo más evidente es Purim, con las representaciones y disfraces de las peripecias de Esther y Mardoqueo, representaciones que incluso practican los más profundos jasídicos. Otros casos de teatralidad tanájica: Rebeca viste a Jacob con la ropa de Esaú para ayudarlo a perseguir el derecho de nacimiento a través del engaño (Génesis 27). José, como virrey de Egipto, finge no reconocer a sus hermanos cuando se encuentran en Egipto, años después de haberlo vendido como esclavo (Génesis 42) Yoab le ordena a una mujer que actúe como un doliente para atraer al rey David al encuentro de su hijo rebelde, Absalón (Samuel II 14) Miriam lleva a las mujeres a cantar y bailar después de cruzar el Mar Rojo (Éxodo 15) y David realiza una danza extática ante el Arca cuando fue llevada a Jerusalén (Samuel II 6). Es decir, no hay teatro propiamente dicho, sino un relato donde las escenas dramatizadas abundan. Un teatro abstracto , por así decirlo. Desde la bimá o tevá (estrado de la sinagoga,  pero también escenario de un teatro, donde se interpreta – oh , casualidad, un texto. Exactamente como en el teatro, esa forma de literatura. Pero eso es materia para otros temas.

De la Edad Media en España no conocemos sino la obra que la Historia de la Literatura considera la entrada literaria en el Renacimiento: «La tragicomedia de Calixto y Melibea y la puta vieja Celestina», del  converso Fernando de Rojas.

La primera obra de teatro en hebreo de la que se tiene conocimiento apareció en Italia en el S XVI, en la magnífica corte de los Gonzaga -donde también había género lírico hebreo y hasta divas judías como Madame Europa. Allí se hizo famoso Yehudá Somo, con la «Comedia de los Esponsales», y aún más por escribir Cuatro diálogos en materia de representación escénica, manjar relleno de datos para estudiar la Comedia del Arte. Se hizo tan rico con el teatro que hasta construyó sinagogas.

Luego hubo pequeñas tentativas dieciochescas con Luzzato y su descendiente, Rajel Morpurgo, y por supuesto, en el S XVII, los judíos de Amsterdam, que auqnue no conozcamos las obras sabemos por las peticiones de licencia municipales que el teatro era abundante y popular. La primera representación teatral que conocemos a cargo de los sefardíes de Amsterdam es la del Diálogo dos montes, de Rehuel Jessurun. Otro autor, Miguel de Barrios, que en realidad se llamaba David Levi.

Pero es en el S XIX, con la expansión del movimiento de emancipación judía -La Haskalá-  cuando el mundo sefardí -a la par que el askenazí- comienza a cultivar con afán y éxito el arte de la dramaturgia. En el caso del sefardí, todo cambia con la reforma educativa que supone la instauración de colegios de la Alliance Israèlite Universelle. Pasando el francés a ser la lengua de instrucción cultural del orbe sefardí, la primera obra publicada, en 1873, en el periódico El Tiempo, de Constantinopla, es una adaptación de una obra de Moliére, Le médecin volant. El médico juguetón, en judeo-español. No sólo MOliére, sino también Racine, Zola y hasta el Cyrano de Bergerac, de E. Rostand. En el teatro Nacional de Belgrado hasta se tradujo y representó a Echegaray, ese Premio Nobel de 1904,  español  olvidado.

Casi todos los periódicos en judeo- español publicaron pequeñas obras y hasta largos dramas por entregas. El Macabeo, de Salónica. El Tresoro de Yerushalayim. Desde estos periódicos además se promocionaban a las asociaciones políticas, que a menudo representaban obras para recaudar fondos, algunas de ellas incluso con compañías teatrales . Entre los sionistas, el Grupo Dramático, de la asociación Ha´Tjiyá (el resurgimiento) o los grupos teatrales de Sibat Tzion o de Max Nordau, en Salónica. La Tropa dramática de Ha´Shomer ha Tzaír, en Sofía. Entre los socilaistas, El Grupo dramático de los amatores (amteurs), de la Federación Socialista de Salónica, que «educaba» al pueblo con Shaw, Zola, Dostoievsky.

Toda esta actividad literaria en periódicos y escenarios quedó interrumpida por la Segunda Guerra Mundial. Se retomará la labor , por ejemplo, en  Bat Yam (Israel) con la Asociación de Judíos de Turquía, con obras de Sara Benveniste. O en Istambul, con Isset Bana, y su éxito Kula 1930, con más de cincuenta representaciones entre 1978 y 1980.

Autores que crean en original en hebreo o en judeo-españoll, Yitzjak Mitrani -editor con su primo Báruj  desde Bulgaria del periódico Ha´Shalom- Abraham Eviagón o Yaakob Ottolenghi. Y sobre todo, Jacques Loria, que en judeo español escribió D. Isaac Abravanel, Dreyfus o La Sangre de la matzá.

Alexander Ben Guiat fue autor y a la vez actor. Laura Papo, Bojoreta, escribió sobre la nueva realidad de la mujer sefardí. Otros, Abraham A. Cappon y Aharón de Yosef Jasán o Sabtay Yosef Djaen, autor prolífico de quien destaca su obra Yiftaj, sobre este personaje bíblico, y que obtuvo gran éxito.

Una característica común al teatro sefardí es que recupera el concepto renacentista de «enseñar deleitando». Se trata de que el público practique su hebreo de manera lo más amena posible, de enseñarles la historia del pueblo judío, alentar el sentimiento sionista, etc.

Y no es cuestión de autores y obras de antaño. En los años ´80 surgieron autores nuevos, como Shlomo Reuben o Isaac ben Reubí, que escribe dramas para la radio. David F. Altabe o la ya mencionada Sara Benveniste Benrey.

Y como las mejores tradiciones literarias, también la sefardí ha dado prototipos de personaje: El franquito fue inspirado en los jóvenes sefardíes occidentalizados a comienzos del s.XX;  hace uso de una lengua afrancesada y de unos modos occidentalizantes, lo que lleva a situaciones humorísticas en diálogo con personajes tradicionales.

Para terminar, decir que la obra más representada en Israel es de carácter sefardí: Bustán Sfaradí, de YItzjak Navon, repuesta una y otra vez sobre todo en el teatro nacional de Ha´Bima.

 

Grupo de sefardíes en Seatlle