
Historia de un famoso proceso inquisitorial por judaizar en Córdoba tras una Pascua cristiana.
Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez de Salamanca, escritor gaditano de la segunda mitad del S XIX, miembro de la Real Academia de la Historia, llevó a la imprenta de sus periódicos toda la tradición oral y costumbrismos del pueblo de Córdoba; y fue quien se hizo eco de la historia de Pedro Fdez. de Alcaudete, tesorero de la catedral cordobesa al que quemó vivo la Inquisición por judaizante.
La mezquita de Córdoba -la segunda más grande del mundo- fue convertida en catedral en 1238. En 1482 allí ostentaba el cargo de tesorero catedralicio D. Pedro Fdez. de Alcaudete. Según la leyenda, cuando la procesión de Semana Santa de 1483 retornaba con sus pasos a la catedral, alguien se percató de que de un zapato del tesorero -que era orondo- manaba sangre. Cuando le avisaron de esto, el tesorero se turbó mucho y no pudo decir palabra; los canónigos, alertados, le llevaron a la capilla de San Acacio -que por eso se llama hoy de la sangre- y allí descubrieron que dentro del zapato estaba la hostia que él debía haber comulgado aquel día. Inmediatamente fue detenido y llevado a las mazmorras de la Inquisición.

Pero esto sólo es la leyenda. La realidad es otra: Pedro Fdez de Alcaudete tenía como sirviente a una moza con la cual parece ser, decían las malas lenguas, el tesorero estaba amancebado. Esta muchacha fue denunciada como judaizante y, como tal, se le abrió un proceso inquisitorial en el que fue muy torturada, hasta el extremo de que ella delató a su señor y concúbito , el tesorero, como verdadero judaizante. Los inquisidores, raudos y veloces, fueron a apresar al tesorero, pero éste, pertrechado por sus servidores, les hizo frente. Uno de los servidores hirió de muerte al alguacil de la Inquisición. Luego, consiguieron apoderarse del tesorero y lo encerraron en los calabozos después de darle una buena somanta de cintarazos.
Ella fue quemada en 1483, en el convento benedictino de los Santos Mártires. El estuvo preso y fue torturado hasta el Shabat del 28 de Febrero de 1484. Ese día, después de despojarle de todas sus dignidiades eclesiásticas, recibió la pena de ser convertido en cenizas, le vistieron con una aljuba de color amarillo, una pequeña capa en forma de capuz, rematada por una gran borla de colores, en la que habían escrito: «Este ha judaizado». De esta guisa, lo montaron en un burro y lo llevaron al quemadero, junto a la Torre de los Leones y así lo quemaron vivo por guardar (…)
las pasquas de las Cabanuelas é del Pan censeño, é del querno3; é los ayunos en especial siempre comia carne, é guardava los sávados, mandándole comer en viernes por el sábado, encendiendo los candiles antes del sol puesto, los quales ardian hasta que de suyo se apagavan; y quando iva á la Yglesia no hacia aquel acatamiento al Sagrario que devia, sino falso, por dar á entender que era Christiano; é no creia que la hostia consagrada era Dios verdadero; é quando se vido en agonias é travajos, ayunó por sí é hizo ayunar á otras personas los ayunos de la Ley vieja, por los quales fuere librado de penar; é no creia verdaderamente en lo que la Santa Madre Yglesia creo y tiene, sino de todo punto convencido en su herejia é inducimiento, en el qual siempre permaneció fasta la ora que fue traido al Consistorio donde los Señores Padres é Inquisidores estaban.
Así consta en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, cód. C, 16, fol. 602 recto-606 rect
Foto principal: grabado de la Prisión de la Inquisición de Córdoba, de David Roberts, 1835, para la obra Jennings Landscape Annual or Tourist in Spain for 1836. Andalusia. Thomas Roscoe.