EL GRAN AUTO DE FE DE CUENCA EN 1656

Nota sobre un conocido auto de fe perpetrado en Cuenca en plena época de los Habsburgo.


En 1656, reinando Felipe IV -de los llamados Austrias Menores- así como el Imperio Español se venía  abajo la Inquisición se venía  arriba. Portugal y España habían estado unidas desde 1580 hasta 1640. En  el año de 1602 , los conversos portugueses ofrecieron a Felipe III la suma de 1.860.000 ducados  para que el rey concediera un perdón general a todos los  judaizantes por todas sus infracciones anteriores; en 1605, Felipe III otorgó el indulto a los judíos portugueses , por el cual se podían reconciliar con la Iglesia sin sufrir pena alguna por ello.  Muchos descendientes de  judíos neocristianos en Portugal,  por esas fechas, decidieron pasar a vivir en  España, como sus ancestros, pensando que su riqueza compraría su tranquilidad y sin sospechar  que   el Sto. Oficio  pondría  más inquina contra los judaizantes que contra los luteranos, por no decir ya nada contra las brujas. Todo iría bien para los conversos mientras el Duque de Lerma -que contaba con conversos entre sus familiares- fuera el hombre más poderoso de España. Cuando éste deja de tener paapel político en el imperio se recrudece la actividad inquisitorial.

Cuenca, iglesia de S. Pedro, habitual sede de los juicios, casi en ruinas en la época del Auto de 1656.

En Cuenca, los autos de fe tienen generalmente lugar en la parroquia de San Pedro. Las sentencias tienen por norma la cárcel perpetua. Sin embargo, el auto del 29 de junio de  1654 se realiza en la mismísima catedral porque tiene 56 reos, siendo la mayoría de ellos judaizantes, ya que sólo constan dos luteranos. Estos reos neocristianos no todos eran de Cuenca, sino que el tribunal de Cuenca, por cercanía a Madrid, asumía reos de otros lugares, por lo que de esos 56, 40 proceden de Madrid. 17 de ellos son de apellido portugués. Sólo dos son de Cuenca, concretamente de  Belmonte y San Clemente, uno es  de Pastrana (Guadalajara) , otro es  de Tudela,   Navarra,  y  uno de Marchena (Sevilla). Del resto no consta origen. Predominan entre sus oficios el de  mercader de lencería, oficial de libros, mercader de lonja, platero, tejedor o barbero, aunque también hay altos funcionarios del estado, como dos abogados de los Reales Consejos, un tesorero, un asentista. Alguno siquiera trabaja, porque las edades oscilan entre los doce y los cincuenta y dos años, siendo muchos de ellos integrantes de familias enteras.

Es el caso de Juan Rodríguez Amezqueta, tejedor, y su hija Leonor, de origen portugués, condenado

porque cenaba los Jueves Santo diciendo era noche de cena y no oía misa los días
de precepto y sentía mal de los sermones y predicadores y decía que así pudiera
pasar sin comer como sin oír misa ni sermón y que era tan soberbio que a
la gente de su casa y a otros conjuntos suyos les decía que primero le tenían
de obedecer a él que a Dios que nunca había tomado bula diciendo que era un
papelón que no servia de mas que de quitar dinero para el Rey que para lo
demás no era de efecto ni de fruto

 

Libro de denuncias de las carmelitas de Cuenca, otro de los lugares donde se perpetraban los autos de fe

Manuel Jorge, platero portugués establecido en Madrid , estaba con su hijo , Miguel Díaz Jorge, que era oficial de libros, y  con tres  hermanos más  entre los 14 y los 22 años -Ana, Isabel y Bernardo. Manuel Lorenzo Madureira, también platero, estaba condenado con su esposa, Inés de Villegas y el hijo de ambos, de 21 años, Antonio de Villegas, de profesión oficial de libros. De igual manera, Vasco Fernández Campos, residente en Jaén y Catalina de Vega, el primero por huido y la segunda por fallecida. De los que fueron condenados en persona ninguno fue quemado, sino que sólo se les aplicó la pena de abjuración de fe.

 Los neocristianos no condenados empezaron a pagar las consecuencias de estos autos, pues los cristianos viejos no se fiaban de ellos y hubieron de emigrar hacia el norte, primero a Bayona y Burdeos, para luego llegar a Amsterdam y Hamburgo.



Bibliografía:

Eulogio Fernández Carrasco, UNED,  Revista de la Inquisición, 2005, 11: 279-317