Desde muy antiguo, e incluso en algunas obras literarias del Siglo de Oro, se relaciona al rey Salomón con las minas de Río Tinto.
Las leyendas, frutos prohibidos de la Historia, no por eso dejan de ser realidades -acientíficas, pero realidades al fin y al cabo. El rey Salomón -que para algunos historiadores israelíes, como Israel Finkelstein, es una figura tanájica de dudosa existencia por falta de pruebas arqueológicas- está coronado con muchas leyendas; y en lo tocante a leyendas hispánicas, no sólo estaríamos hablando de la famosa Mesa del Rey Salomón en Toledo, sino también de una gran fortaleza que el mismo rey construyó en la antigua Onuba, esto es Huelva.
En el Primer Libro de los Reyes, ( Reyes I, 10:22 ) se menciona que
(…) Los barcos del rey Salomón y los del rey Hiram viajaban juntos, y cada tres años traían de Tarsis oro, plata, marfil, monos y pavos reales
Hiram, como sabemos, es el rey de la mayor de las ciudades-estado feninicas -Tiro, en español, Tsur para los semitas. Los fenicios (y esto sí es histórico) fundaron colonias junto a las minas de plata y oro en el sudeste de lo que los griegos llamaron Iberia -el fin de Occidente- y que los hebreos, de igual manera, llamaron Tarsis. La cultura llamada de Tartessos. S VIII a.e.c. Aunque con centro administrativo en Gadír (Cádiz), se extendía hacia el noroeste -El Algarve portugués y Extremadura, por la Vía de La Plata- y al nordeste -siguiendo el curso del río hoy llamado Guadalquivir, por la Vía Herkúlea (origen de la Vía Augusta romana)
La leyenda de la unión de la flota salomónica y la flota fenicia de los tirios germina en la leyenda de que el propio Rey Salomón viajó a los confines de la tierra entonces conocida, o más concretamente, en la búsqueda de los ricos metales de las minas que los fenicios extraían en la faja pirítica de Ríotinto. Y la fuerza de la leyenda es tal que el cerro más alto de las Minas de Riotinto recibió el nombre de Cerro Salomón (Hoy Cerro Colorado)
En la pequeña localidad onubense de Campofrío, en la cual se encontraron restos de habitación humana de la Edad del Bronce -cuando empieza la colonización fenicia y el mundo tartésico- aparecieron, en el llamado Cerro de los Cobullos, los restos de una gran fortaleza que la leyenda quiere al menos mandada construir por el Rey Salomón. El más antiguo rastro de esa leyenda se extrae del libro titulado «Historia del Rey Salomón», publicado en 1609 por el Padre Juan Pineda (con impresión en Lyon y en Venecia) El Cerro de los Cobullos lo compró Felipe II por 500 ducados en 1578 para ser el dueño y señor del hermoso jaspe rojizo de la zona. Y ese jaspe -del que también habla La Torá- lo usó el monarca español para la decoración de El Escorial -cuya planta y estructura están basados…en el Templo de Salomón en Jerusalén.
Rodrigo Caro, fallecido en Sevilla en 1647, en su obra Antigüedad de Sevilla, dice que el Rey Salomón fundó la localidad de Zalamea La Vieja -renombrada Nerva- porque según él, Zalamea hace referencia no a Salomón sino a una presunta hija suya llamada Salomé.
“…Cuentan que una hija del rey Salomón llegó a este lugar con su séquito y hallándolo pacífico y con aguas saludables y medicinales estableció su campamento en la pequeña meseta que hoy día es la plaza de Talero y habiendo recobrado su salud le dio su nombre al lugar –“Salomea”- creando así un asentamiento que fue el origen del pueblo…”
Y todo este material legendario y salomónico se enreda sobre sí mismo a través de la tradición de los siglos, durmiendo en libros como los del Padre Flórez en su “España Sagrada», el antes mencionado Rodrigo Caro, en su libro “Antigüedad de Sevilla” y por el padre Juan de Pineda en su obra “De rebus salomonis regis”