LAS CREENCIAS ESENCIALES DEL JUDAÍSMO

(Rabí Moshé Ben Maimón, 1135 Córdoba – 1204 Egipto)

”Las creencias esenciales del judaísmo”. Por Adi Cangado



 

No es fácil resumir las creencias esenciales del judaísmo, es decir, de la religión judía. Nuestra tradición hunde sus raíces en un pasado muy lejano, hace casi cuatro mil años. A través de las generaciones se reafirman sin embargo dos premisas fundamentales:

  • La autoridad de nuestras creencias descansa en la conciencia humana.
  • El judaísmo siempre ha estado íntimamente vinculado a la vida y a medida que el mundo se desarrolla la vida humana se hace más compleja.

Estas dos premisas afectan de manera profunda a nuestras creencias, y el resultado es que el judaísmo ha sido siempre una religión viviente. Pero, a pesar de la evolución en la experiencia judía, ciertos principios han permanecido intactos:

  1. Di-s es Uno, Único; no tiene nombre, ni cuerpo, ni forma; es el proceso Creador del universo, manantial de la vida, Eterno acontecer del ser y del tiempo. Los seres humanos somos fruto y parte de la creación. Todos los seres humanos son iguales.
  2. En su búsqueda de la trascendencia, de la elevación de la vida humana, abrimos nuestros corazones para recibir fuerza e inspiración de Di-s; atrapamos esas chispas de revelación divina a través de la naturaleza y de la historia, y las custodiamos e incorporamos a la larga cadena de transmisión cultural, de tradición oral y escrita, aportando una luz a las siguientes generaciones. El amor a Di-s, el amor a su creación y a sus criaturas, influye nuestras vidas. En la experiencia del amor, el ser humano descubre su inmortalidad. Lo mejor del ser humano, de cada ser humano, pervive siempre. El rastro, la huella que el justo deja, nunca se borra.
  3. El judío reafirma cada noche y cada mañana de su vida la idea de unidad. Afirmamos que el mismo proceso Creador del universo, con sus leyes físicas y naturales, nos descubre una obra inconclusa, fragmentada, y nos inspira su reparación a través de cometidos éticos y morales. En el judaísmo, monoteísmo implica siempre monoteísmo ético. El ser humano tiene la fuerza para hacer el bien, es decir, para percatarse y realizar lo que es mejor para sí y su prójimo. Si erramos, tendremos que ser responsables y asumir las consecuencias de nuestros actos. Podemos escoger una vida de cometido, pero también podemos equivocarnos.
  4. El amor a Dis y el amor al prójimo constituyen la base del servicio religioso en el judaísmo. Cuando recitamos la “Shemá” (Deut. 6:4-9), decimos: Escucha Israel, lo Eterno, nuestro Di-s, es Uno. Amarás al Eterno tu Di-s con todo tu corazón, con toda tu alma (tu vida), y con todas tus fuerzas”. Escucha. Ama.
  5. El pueblo judío, la familia judía, halla la razón más íntima de su existencia en este definido y concreto cometido religioso, desde nuestros padres Abraham y Sara.

Es importante hacer aquí una diferencia entre lo que son “creencias” y lo que es la “fe”. Las creencias brotan de nuestra tradición oral y escrita, de aquello que aprendemos, que recibimos, de hombres y mujeres sabios a quienes a su vez les enseñaron la naturaleza, los libros, otras personas, y también sus propias experiencias, reflexiones, pensamientos, historia. Con humildad las apre(he)ndemos, pero para que las “creencias” se conviertan en “fe” sincera nuestra cabeza debe hacer “click”. La fe es íntima y personal: Di-s se te revelará. La creencia debe ser vivida. La fe acontece en la vivencia, en la actualidad vivencial, de la creencia. En la vida, la creencia se reafirma a través de la experiencia.

Llegados a este punto podréis preguntaros, “¿acaso no puede llegar a estas conclusiones cualquier ser humano y no ser judío?”. Tenéis razón. ¿En dónde reside entonces la particularidad del judaísmo? En que sus creencias esenciales, si bien hunden su raíz en la razón y la conciencia humana, nos llegan a través de la Torá y de la mesorá, de la letra escrita y de la tradición judía: nuestros textos más sagrados y la manera en que nuestros antepasados nos los han transmitido. Y así cada generación, como un niño pequeño que se sube a hombros de su padre, parte desde la Torá y desde la mesorá, de la letra y de cómo ha sido leída, y si bien su experiencia del mundo es única y personal, es sobre los hombros de la tradición judía desde donde observa, con un profundo cometido de permanencia y de pertenencia a esa familia a la que llamamos “pueblo judío”. Creer. Hacer. Pertenecer.

Sería injusto concluir este artículo sin mencionar los 13 principios de la fe judía de Maimónides. El RaMBaM (Rabí Moshé Ben Maimón, 1135 Córdoba – 1204 Egipto) es uno de los maestros o sabios de enorme importancia para la tradición judía mencionada más arriba. Si habéis leído atentamente, he tratado de evitar cualquier antropomorfismo al hablar sobre Di-s, pues no creo en un Di-s personal. Tampoco Maimónides creía en un Di-s personal, e insistía en que debemos entender los antropomorfismos de la Biblia Hebrea siempre metafóricamente. Él resumió la fe judía en 13 afirmaciones, pero no quise mencionarlos al principio de este artículo porque ya no representan las creencias de todo el pueblo judío, sino solamente de una parte de él (¿recordáis que en el artículo introductorio os decía que había distintas corrientes religiosas en el judaísmo?). Los reproduciré igualmente añadiendo aclaraciones allí en donde muchos judíos difieren respecto a lo afirmado por el RaMBaM:

1 – Que el Creador, alabado su nombre, creó y dirige el mundo. Él únicamente hizo, hace y hará todos los hechos.

2 – Que el Creador, alabado su nombre, no es corporal ni comparable.

3 – Que el Creador no posee cuerpo ni forma alguna.

4 – Que el Creador fue, es y será, principio y eternidad.

5 – Que el Creador, alabado su nombre, es digno dirigirnos en oración.

6 – Que todas las palabras de nuestros profetas* son verdades.

*Los profetas eran seres humanos, y los seres humanos aciertan y se equivocan, y lo que es más importante, son “hijos de su lugar y de su época”. En sus obras coexisten elevados versículos cuya vigencia es intemporal, y otros, que son fruto de su falibilidad y de sus circunstancias, lo cual afirmamos también respecto a la Torá.

7 – Que Moisés fue el padre de los profetas de todos los tiempos.

8 – Que la Torá que tenemos es la misma que fue entregada a Moisés*.

*Muchos judíos no creen en una tradición textual dictada literalmente a Moisés en Sinaí, sino que la Torá es una obra humana, fruto de la genialidad del pueblo judío inspirado por Di-s, y atribuida a Moisés porque se le recordaría siempre como el primer maestro, como el más grande, pero no escrita por él.

9 – Que esta Torá no será cambiada* y no habrá otra Torá.

*El texto no cambia, pero cambia el lector y con el lector cambia la lectura, y cada lector tratará de dar actualidad a su texto, y hallar en él inspiración y enseñanzas. Así el texto escrito se complementa siempre con su necesaria explicación. Cada época enriquece la Torá. Cada generación aporta a la Torá.

10 – Que el Creador, alabado Su nombre, sabe todo lo que la persona hace y conoce todos sus pensamientos.

11 – Que el Creador, alabado Su nombre, recompensa a quienes cumplen sus preceptos y castiga* a quienes los transgreden.

*Muchos judíos no creen en un Di-s que recompensa y castiga, porque tampoco creen en un Di-s que ordena. Creemos que Di-s inspira y se nos revela, y nos empuja a asumir cometidos (o preceptos). Cada cometido nos acercará siempre a añadir un nuevo cometido. Cada error nos conduce a más errores. Como decían los rabinos: “la recompensa de un precepto es otro precepto, la consecuencia de una transgresión es otra transgresión”.

12 – Que el Mesías* llegará y aunque se demore esperamos cada día su llegada.

*Muchos judíos no creen en un Mesías personal, sino en la responsabilidad humana y judía de reparar el mundo para construir y establecer un futuro de justicia social y de paz, tal y como decían nuestros Profetas.

13 – Que los muertos van a resucitar* al final de los tiempos.

*Muchos judíos no creen en la resurrección de los muertos. El cuerpo humano es materia, la vida humana es limitada. Hubo un tiempo en el que no vivíamos, pues no habíamos nacido, y habrá un tiempo en el que no viviremos más; pero nos sobrevivirán nuestros hijos, nuestras palabras, nuestras obras. En cada encuentro con los demás, en cada vivencia, en cada palabra y en cada obra, dejamos un recuerdo, una huella, un rastro que no se borra y que nos sobrevive.

Espero que os haya gustado el artículo. En el anterior artículo hablamos de «¿Qué es el judaísmo ?», en el siguiente hablaremos sobre las fuentes escritas del judaísmo, la Biblia Hebrea y la tradición rabínica.

Shalom ve’kol tuv,