LOS JUDÍOS DE ÁVILA

La aljama abulense fue una de las más relevantes de toda Castilla, concentrada en rezar.


Avila -la Obilia de la que en la 2ª mitad del S I aec habla Ptolomeo en su Geographia-  nace de un antiguo  castro vetón, primero,  romanizado después  (su perímetro  coincide con las murallas actuales) y,  luego,  conquistado por  los visigodos, hasta la conquista musulmana. A finales del S XI,  Alfonso VI de León encargó a su yerno Raimundo de Borgoña la repoblación del centro de la península ibérica con un fin concreto:  proteger Toledo ; y aunque suponemos que  hubiera judíos en tiempos de los romanos -no tenemos documentación de ello- es en este contexto de la repoblación y la reconquista cuando se crearía la  comunidad judía en Avila,  catalogada como una de las más grandes de Castilla, dedicada -más que  al comercio y la finanza, a  la vera de cortes y cortesanos- a la religión en sí;  como si ser geofráficamente la  capital más alta de España también  la elevara  a las esferas del mekubalismo, la industria tanájica y la labor  talmúdica.

De forma unánime, los historiadores convienen en que la llegada de judíos repobladores tiene al frente a David Centen en el año 1086, aunque no sabemos exactamente en dónde se asentaron. Durante el reinado de Alfonso VI (1065-1072) vivirán con plena libertad, en igual de condiciones a los cristianos y los mozárabes.

Luego, en el reinado de Alfonso VII, es cuando aparece la primera cita documentada sobre los judíos abulenses, que es precisamente unas concesiones a la catedral de Avila: el rey cedía a la iglesia de S Salvador  la renta anual de los judíos, así como de los portazgos y multas tanto de judíos como de cristianos.

 Durante el breve reinado de Sancho III -apenas un año- el almojarife de Avila, Ben Yehudá, hizo una donación en Aldea de Azaña.

  Reinando Alfonos VIII, la protección real sobre la aljama fue grande, como se desprende de lo constatado en el Fuero de Cuenca: los judíos podían jurar sobre La Torá, sin tener que hacerlo sobre la cruz. El rey, que según la leyenda ayuntaba con Rajel La fermosa, fue amonestado por el Papa. En 1215 llegará un punto de inflexión nefasto para los judíos: el IV Concilio de Letrán.

 Así, ya en el reinado de Fernando III (1217-1252) se empezaron a imponer limitaciones a los judíos castellanos, como por ejemplo, prohibir cierto tipo de capas para que la gente, incluso los extranjeros,  no les tratara con respeto confundiéndolos con clérigos. Uno de esos extranjeros fue David Quimhi, que pasó por Avila para promocionar al Rambám (lo cual pone de relieve el alto estado de religiosidad que surgía de Avila)

Antigua sinagoga

 Todo empezó a cambiar en tiempos de Alfonso X (1252-1284) , pues este monarca se debate entre dos tendencias enfrentadas respecto a los hebreos a la vez que tiene que atender las reclamaciones de los semitas por el alto pago de impuestos; en als cortes de Valladolid , de 1252, se aprueban las leyes de no compartir mesa con judíos, ni siquiera compartir los baños, aunque en Avila estas legislaciones no fueron aplicadas.

 En tiempos de Sancho Iv crece la documentación que conservamos. Fue benigno para los judíos -que tenía como administrador a Abraham El Barchilón. Yuçaf de Avila, en 1285, era recaudador, y propietario de varias casas en la ciudad, según la Enciclopedia Judía. La aljama abulense protestó por el pago del diezmo en varias ocasiones y en otras tantas fueron conminados a obdecer so pena de multas de muchos  maravedíes. Avila era, después de Toledo, y junto a Cuenca, Segovia, Medina del Campo y Carrión de los Condes, aljama de poderío. Los judíos abulenses pagaban 14.550 maravedíes, pero como no sabemos cuánto pagaba cada judío no podemos calcular el número de tributantes. Tras las Cortes de Valladolid, de 1293, consideradas el primer embite antisemita, a los judíos se les prohibe tener bienes raíces , aunque esto parece ser que nunca se llevó a efecto. Los litigiosentre hebreos eran dirimidos entre jueces cristianos que desconocían por completo El Talmud.

 Si Toledo fue sede del estudio talmúdico y Segovia del comercio y las finanzas, Avila fue reserva espiritual, como prueba que, en su última etapa vital,  Moshé de León se recluyera en Avila para retocar el Libro del Zohar, la tercer pata del trípode intelectual del judaísmo con La Torá y El Talmud. Las primeras ediciones del Zohar se hicieron desde Avila.  Incluso hay quien dice -Gerald Brenan- que en la casa de Moisés de León vivirá más tarde San Juan de la Cruz, la más alta cota de la lírica mística española.  Y es que Avila fue epicentro místico con foco difusor en Moshé de León, llegando a extremos de mesianismo como el de Nissim ben Abraham, que en 1295 difundió por toda la comarca su ciencia kabalística -«Prodigios de la Sabiduría»- anunciando la redención para la primavera de ese año. Los judíos que le creyeron vestían de blanco como en Yom Kipur, y ayunaban y pedían perdones a la vez que ejercían la caridad , y algunos, que descubrieron cruces rojas en sus atavíos, se convirtieron al cristianismo. Alguno, como el médico judío cristianizado como Alonso de Avila escribían libros relatando sus experiencias bajo títulos como «La Guerra de Dios contra los judíos». Estos escándalos excepcionales sin emabrgo nos hablan de que la aljama abulense vivía bastante sumergida en el fervor religioso y no se daban situaciones de conflicto interconfesional. Avila fue inmune a la iracundia de las matanzas de 1391. No obstante la ciudad sufrió las consecuencias de un Sínodo en 1481 que van a levantar murallas entre ambas comunidades y en 1487 se van a sacar unas ordenanzas municipales que hacían caso omiso a las sinodales.

 En el S XIV la judería , según datos catedralicios, estaban en torno a la Catedral y la iglesia de S. Vicente, cuyo barrio era ensecialmente judío. Sus profesiones siempre son artesanales -nunca ganaderos ni labradores- y en especial relacionado con el mundo del cuero: curtidores, tintoreros, zapateros, pero también plateros, boticarios y hasta rabinos -había nueve a fines de S XV- y jasanes, carniceros, libreros, sastres Conocemos los nombres de los más ilustres, mencionados en los archivos catedralicios, nombres como la familia Tamaño, Abraham Melamed,  los Cerrulla, Moshé Albo, o los que también aparecen en Segovia, los Aceror, Alegre, Baru. Los Abenxuxen parecen ser eran de los más ricos -y de los más mencionados- como los Avenvinisti (Benveniste), parientes de los influyentes Levi de Burgos. Y los Arias Davila, conversos segovianos, parientes de los Ibn Susan y los Najmías; Diego Arias Dávila fue contador de Enrique IV.

  La Inqusición tuvo, desde 1490, un centro de operaciones: el convento de Santo Tomás, cuya construcción fue impulsada por deseo del infame Tomás de Torquemada para cumplir las últimas voluntades de Hernám Nuñez de Amalte, contable real. En Avila no constan hogueras de libros, pero sin duda existieron, como en la cercana Salamanca. En diez años fueron reconciliados 74 personas, 72 relajados en personsa, y 31 en efigie (ya habeindo muerto previamente) Sólo en 1491 hubo 46 casos en toda Castilla, y 26 de ellos tuvieron lugar en Avila. Canónigos conversos como Fernán Gonzalez, judaizante en 1493.

En el Archvivo Municipal  guardan una lista de los cabezas de familia judíos  en 1483, confeccionada por  Isaque Cohen y don Abraham Gago, veedores de la aljama abulense (esto es , inspectores del cumplimiento de la ley, algo así como auditores reales) La lista , ordenada por los reyes a la Santa Hermandad (el origen de la Guardia Civil) se debía a un reclutamiento de mulas para el avituallamiento de la campaña contra el reino moro de Granada. Avila debía contribuir con En este caso se asignan a la ciudad de Ávila 30 peones, 79 bestias, 2 hachas, 5 azadones y 5 palas que deben estar en Córdoba antes del 5 de abril. (Serafín Tapia, revista «Sefarad») Estos judíos serán quienes en breve van a tener que malvender sus bienes con letras de cambio que nunca van a poder hacer efectivas. Tenían prohibido vender las sinagogas o biens comúnes de la aljama, cosasque van a pasar directamente al reino. El cementerio fue concedido al ya mencionado cenobio de Santo Tomás . Los expulsos se estima fueron, para unos,   27.000 en todo el obispado  de Avila,  y poco más de 11.000 en la propia ciudad. Otros piensan que esas cifras son desorbitadas y fueron un total de unos 3000. UN número lo suficientemente alto como para que Avila se viera sumida en una catástrofe económica y cultural que sufrieron, en primera instancia, los que abrazaron la conversión al cristianismo para permanecer en Avila.