LOS SEFARDÍES DE FERRARA

Notas de la comunidad sefardí ferrarense desde su constitución hasta la conquista de los franceses.



Alfonso V de Aragón -El Magnánimo-  entre 1442 y 1458 fue también rey de Nápoles y Sicilia, es decir, de la mitad de la Península Itálica. No tuvo descendencia legítima, pero de sus tres bastardos, Fernando -el primogénito- será su sucesor en Nápoles. La hija de Fernando I, Leonor de Aragón, fue casada con Ercole D´Este, duque de Ferrara (que a la sazón fue educado en la corte napolitana de Alfonso V)

Hércules I d´Este

Fernando, a instancias de su esposa Leonor, concedió a veintiún familias hispano-hebreas expulsas de la Península Ibérica, el privilegio de abandonar Génova -donde no eran bienvenidos porque temían les contagiasen la peste. Fue así como estos sefardíes de primera generación se establecieron en Ferrara, la gran enemiga de la Serenísima República de Venecia.

Las prebendas otorgadas a los sefardíes eran, en primer lugar, de índole laboral: excepto la apertura de oficinas de cambio, se les permitía trabajar en todo tipo de oficio -incluso el de boticarios- y, además, se les prometía conseguir el permiso papal para practicar la medicina entre los cristianos. También hubo una exención de impuestos, pero, dado que los ingresos obtenidos de la agricultura estaba fuera de la jurisdicción del estado, se debían pagar las tarifas habituales sobre la mercadería.

El 20 de noviembre de 1492, los fugitivos recibieron sus correspondientes salvoconductos. Entre los que firmaron este pacto se encontraban miembros de familias conocidas, como los Najmias, los Abulafia y los Franco.

Esta coyuntura pronto atrajo a Ferrara a muchos criptojudíos que querían retornar al judaísmo; y fueron muy bien recibidos, ya que eran ricos, inteligentes, diestros en la manufactura de la lana y la seda -grandes industrias de la Península Ibérica-  y además,  sumamente propicios para el desarrollo de la ciudad en la que ya triunfaba el esplendor del Renacimiento. Los Este fueron unos grandes mecenas de artistas y de lo que entonces eran científicos. Se dice que el número de judíos de Ferrara llegó a alcanzar el número de unos tres mil, que es bastante elevado para la época.

Por aquel entonces, es cuando se radicó en Ferrara Doña Gracia Nasi, pues así  ella evitaba la pena impuesta por la justicia veneciana tras las demandas de su hermana Brianda, que denunciaba que la herencia de su esposo le había sido tomada injustamente por su hermana; a Doña Gracia se la condenó a  entregar la mitad de la fortuna a la república de Venecia, así que  La Señora, para eludir a la justicia veneciana, se mudó a Ferrara. De hecho es en Ferrara donde comienza a usar el nombre Gracia Nasi. Aparte los entuertos familiares -al final tuvo que pagar el dinero- impulsó la publicación del Libro de oraciones para todo el año (1552) de Yom Tov Atias —de converso Jerónimo Vargas—, que contiene textos sefardíes en castellano para ser leídos por quienes desconocían el hebreo; y la Biblia de Ferrara (1553) editada por Abraham Usque y Yom Tov ben Levi Athias; y Consolación para las Tribulaciones de Israel, obra de Samuel Usque (1553). Todas ellas dedicadas a La Señora.

Pero no hay que llamarse a engaño: aun en estas condiciones de benevolencia había detalles que hacían a los judíos ciudadanos de segunda clase; tenían que llevar un distintivo en su atuendo para ser identificados como judíos. Ercole I, su esposa y su hermano obligaron a Abraham Farissol a disputar con varios monjes y a escribir sus argumentos en italiano, para que sus oponentes pudieran examinarlos y refutarlos. Y cuando en Roma se sentó el papa Julio III, se permitió que la Inquisición procediera contra los judíos;  como resultado, en 1553 -año en el que llegan los Nasi a Constantinopla- se quemaron todos los ejemplares de El Talmud que encontraron, así como otros escritos rabínicos de vital importancia.

Cementerio sefardí de Ferrara

El pacto entre el duque d´Este, Ercole II, y el archienemigo de los judíos, el papa Pablo IV, empeoró la condición de los judíos. Isaac Abravanel II, a quien los Estes estimaban mucho como médico y filántropo, fue encarcelado, acusado de traición, aunque luego fue  declarado inocente y liberado.

En 1534, no obstante,  Ercole II confirmó  todos los  antiguos privilegios concedidos, permitió a los criptojudíos la entrada libre en  sus territorios y les otorgó permiso para profesar abiertamente su fe ancestral. En una época en que el odio a los judíos era más fuerte y la persecución más feroz era generalizada, Ferrara seguía siendo un baluarte de la libertad religiosa,un asilo para «herejes»; allí encontraron refugio los judíos expulsados ​​de Nápoles y Bolonia, así como también los criptojudíos de Ancona, asegurándoles el duque una perfecta libertad religiosa. Cuando Pío II  quiso abolir las casas de empeño, Alfonso II se opuso decididamente al paso,  considerando  que el interés de su país exigía su retención.

El 16 de febrero de 1570 Ferrara fue víctima de un fuerte terremoto muy destructivo, que si bien no acabó con la vida de ningún judío, destruyó muchas casas. Muchas grandes casas con grandes patios sirvieron de refugio para los que se habían quedado en la calle. Y en 581, cuando Leonor, la esposa de Alfonso II,  cayó enferma,  se organizaron rezos en la sinagoga para procurar su recuperación. En respuesta, durante la hambruna de 1590, la casa real distribuyó pan entre 2.000 judíos y 200 criptojudíos  españoles y portugueses.

Scuola Spagnola, la sinagoga sefardí en la calle Vitoria

En 1597, murió el último duque de la Casa d´Este y lo hizo sin dejar un heredero varón. El papa reclamó para si el ducado, que acabó quedando bajo el poder del cardenal Pietro Aldobrandini en nombre de la Curia. Cuando llegó a Ferrara se oían no sólo gritos de júbilo sino también gritos pidiendo acabar con los judíos. Aproximadamente la mitad de los judíos de Ferrara emigraron a Módena, Venecia y Mantua, de modo que  en el censo de 1601 sólo constan 1.530 judíos en una población total de 32.860. Aldobranini, con mucho esfuerzo, consiguió que el papa les concediera privilegios durante cinco años, para que no privaran a Ferrara de sus servicios. Al año siguiente, 1598, se construyó el gueto, se les impidió la labor del préstamo, la tenencia de animales, la adquisición de bienes inmuebles, y sólo podía haber una sinagoga por cada rito. Entre los decretos promulgados por el papado, había una cláusula que ordenaba que un tercio de los niños judíos de doce años en adelante asistieran a sermones de una iglesia basatnte alejada del gueto, para que por el camino los insultaran. Todas estas condiciones permanecieron vigentes hasta que en 1796 llegaron los franceses y destruyeron las murallas del gueto y asistieron a los servicios sinagogales de Rosh Ha´Shaná el 3 de octubre.

No sabían que el mandato francés duraría pocos años y en 1799 llegaron los austriacos. Faltaban muchos años para que la floreciente burguesía judía del Jardín de los Fizzi Contini saltara a golpe de leyes raciales fascistas a las páginas de la obra de G. Bassani.