
Historia de una madre que no tuvo la dicha de ver cómo uno de sus hijos llegaba a lo más alto.

No todas las personas pueden ser grandes eruditos y próceres con grandes nombres en la Historia, pero detrás de todo está la intra-hisotria, la realidad de personas que desarrollaron día a día tareas tan agotadoras y decisivas como las de ser madre.
Myriam nació el 26 de marzo de 1880 en Azemur, una pequeña ciudad marroquí, en la costa atlántica, a unos 70 kms. al sur de Casablanca. Pero cuando contaba cuatro años de edad, sus padres, Yaakov y Jana Ben Atar, decidieron pasar a vivir en Jerusalén, pues eran muy piadosos, descendientes de r. R. JAIM BEN ATAR,más conocido como el «Or Ha´Jaím», La Luz de la Vida, por el importante libro que escribió a fines del S XVIII.
Jana, la madre, de soltera Ben Waish, nació en la misma Azimur, donde se casó con Yaakov Ben Atar a la edad de 13 años. Estaba comprometida con él desde los 9 años. Cosa bastante habitual entonces : había que aligerar las cargs familiares y crear pronto tu propia familia. En 1884, como decíamos, el joven matrimonio pasó a vivir en Jerusalén, con sus tres hijos, Jaím, Myriam y Shimon. El padre pasaba largas temporadas en el extranjero, -Gibraltar, Marruecos- como emisario recaudador de fondos para desarrollar el barrio que los judíos de Marruecos se estaban construyendo por sí mismos: MAJANÉ ISRAEL

Así que por así decirlo, el cabeza de familia era el primogénito, Jaím. Con el tiempo Jaím se convirtió en un pionero del establecimiento de la lengua hebrea como lengua diaria, publicando periódicos en la imprenta de los hermanos Azriel. En ladino, «El Liberal» y en hebreo, «Ha´jerut». Murió a la tempranísima edad de 33 años, de neumonía, en 1918, en plena Primera Guerra Mundial, dejando a la familia devastada por la inesperada pérdida.
Miriam era hermosa y la pretendían jóvenes como el hombre de letras YEHUDÁ BURLA. O Yosef Navón, con el que se casó en 1903. El matrimonio, entonces esto era de rigor, pasó a vivir en casa de la madre de la novia, esto es, Jana, que fue una mujer muy querida a la cual recuerdan por su buen humor, además de por su hacendosidad, ya que junto a su hija, crió a todos sus nietos en el barrio de Ohel Moshé y luego en Makor Baruj, a ambos lados respectivamente del shuk de Majané Yehudá. En silencio, de mikve en mikve, sacerdotisas del altar de su cocina extremadamente kasher.
Miriam, con Yosef, trajeron al mundo nueve hijos. Pero no todos sobrevivieron. La primogénita fue Sarah, que murió al cumplir un año de edad. En 1909 les nació otra hija, a la que llamaron Esther, que se casó dos veces, una con Kamar y otra con Shabtay Shaltiel. Falleció en 1998 en Jerusalén. En mayo de 1914, tres meses antes de la Primera Guerra Mundial, Myriam dio a luz a otra niña, Fortunée, fallecida en Tel Aviv en 2008; fue espía y contable de Correos bajo la época del Mandato Británico. También fue una genealogista experta en sefardismo.
En 1915 nació el primer varón, Nissim, que vivió un día. Cuatro años después, al acabar la Guerra, nació Victor, que dirigió la sucursal principal del Bank Discount y dejó un gran archivo fotográfico de la época de la Reunificación de Jerusalén. Dos años más tarde, ya en el Mandato Británico dio a luz a Yitsjak, que con el tiempo se convertirá en el quinto presidente del Estado de Israel. Y todavía tendrá otra hija más, Yehudit.
Miryam, como era habitual entre mujeres nacidas en el último cuarto del S XIX, era analfabeta, pero muy lista. Cuando su hijo Yitsjak fue enviado a la Argentina y Uruguay en misión diplomática, ella decidió aprender por sí misma a leer y escribir con el objetivo de poder leer las cartas que le mandaba su hijo.
Murió -z´´l- en diciembre de 1954, por lo cual no pudo ver Jerusalén reunificada ni a su hijo como presidente del Estado de Israel. Tampoco su padre, Yosef, fallecido en 1961, que habría estado muy orgulloso de ello, teniendo en cuenta que Yosef fue miembro del primer parlamento israelí, lo que luego sería la Kneset.
Yitsjak Navón no sólo fue un político sino también un gran hombre de letras que tiene el honor de haber compuesto la pieza teatral más vista y representada de toda la Historia de la Escena en Israel: «Bustán Sfaradí», en la que sobresalen los aspectos autobiográficos de aquellos tiempos en que las madres regaban maticas de ruda y amasaban boyikos para sus hijos.