PARASHAT HA´SHAVÚA «KI TISÁ»

Parashá: «Ki tisá», Cuando tomes, Exodo 30:11–34. Haftará sfaradit:  Reyes I,  18:20–39. darshán: Adi Cangado


“Para todo hay un tiempo adecuado, una ocasión para cualquier asunto bajo los cielos. / Un tiempo para dar a luz y un tiempo para morir; un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo que se ha plantado. / Un tiempo para matar y un tiempo para sanar; un tiempo para romper y un tiempo para construir. / Un tiempo para llorar y un tiempo para reír; un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar. / Un tiempo para lanzar piedras y un tiempo para recoger piedras; un tiempo para abrazar y un tiempo para alejarse de un abrazo. / Un tiempo para buscar y un tiempo para perder; un tiempo para conservar y un tiempo para dejar ir. / Un tiempo para rasgar y un tiempo para coser; un tiempo para callar y un tiempo para hablar. / Un tiempo para amar y un tiempo para odiar; un tiempo para la guerra y un tiempo para la paz.” (Kohélet -Eclesiastés- 3:1-8).

El Becerro de Oro, James Tissot, 1896

Cuando leemos la parashá  «Ki Tisá» es inevitable detenerse en el relato del error que los israelitas cometieron en el desierto, al pie de la montaña, adorando al becerro de oro. ¡Qué frágiles son las mejores intenciones! ¡Los cometidos más nobles son sumamente débiles! Pero en la mayor parte del texto de esta porción semanal no estamos abajo, al pie de la montaña, sino arriba,  acompañando a Moisés en su encuentro con Dios.

Seguramente para Moisés estos días de profunda reflexión son también un tiempo para el recuerdo: este lugar es muy importante para él. Aprovechando que le parece la ocasión propicia, el profeta hace una petición curiosa a Dios (Éx. 33:18): har’eni na et k’vodeja “muéstrame, por favor, Tu gloria”. Quiere ver a Dios. Se muestra valiente. Pero él sabe que ya estuvo en esta misma montaña, aquel día que pastoreaba el rebaño de su suegro y encontró la zarza que ardía y no se quemaba, no se consumía

 “(…) y Moisés ocultó su rostro porque tenía miedo de mirar hacia Dios”.Éx. 3:6

Un tiempo para mirar, para ver, que Moisés desaprovechó. Ahora quiere ver y Dios le responde

 “No podrás ver Mi rostro, pues el ser humano no puede verme y vivir”. Éx. 33:20

La primera vez que Moisés subió a Sinaí, cubrió su rostro. Tal vez había estado esperando el momento adecuado para matar su curiosidad, pero el tiempo de mirar ha pasado y llega el tiempo de no poder hacerlo: Dios contesta “¡No!”.

A lo largo de nuestros días caemos en el error de preguntarnos “qué habría sido si…”, con ese “si” condicional al que añadimos todas aquellas direcciones que podríamos haber escogido en la vida pero que descartamos o no fuimos capaces de tomar. Nos refugiamos en el “entonces no podía” y nos victimizamos en el pensamiento de que “no era el momento”. Sin embargo, en lo más profundo, sabemos que si no miramos fue porque no quisimos; y que los años pasan irremediablemente. Por mucho que buscamos, la respuesta que Dios nos da es: “No”.

¿Qué hacer con estas emociones, con nuestras frustraciones? ¿Cómo trabajar los deseos que no se han cumplido? La porción de esta semana nos da una pista interesante (Éx. 33:21-23): Dios le muestra que existe un lugar en el que Moisés podrá quedarse, en la hendidura de la roca, y entonces Dios cubrirá ese hueco con la mano hasta que haya pasado  y quitará la mano y Moisés podrá ver el rastro (la “espalda”) de Dios. El profeta podrá ver lo que queda después de Dios, Su rastro en la naturaleza y en la historia, kol tuví, le dice (v. 33:19), toda Su bondad.

Marc Chagall

Se trata de un pacto: es un “no,  pero”. Hubo un tiempo para mirar, pero Moisés cubrió su rostro. Ahora llegó el tiempo de no ver  y Dios le ofrece todavía esta posibilidad: le muestra que,  incluso con aquellos deseos y frustraciones que albergamos,  tenemos que trabajar y convertirlas en acciones para las que sí es su tiempo. ¿Cómo? Con la fuerza de tus manos.

El texto de Kohélet que citaba más arriba tiene 28 fragmentos -que en el Tanaj están separados por parejas, cada tiempo en un extremo del texto, formando dos líneas de 14 tiempos. El número 14 en hebreo es yad (יד) “mano”, y el número 28 es kóaj (כח) “fuerza”. Si observamos esta página del Tanaj, cada columna parece una mano: son dos manos tendidas. Aprendamos a aceptar el tiempo de cada cosa, de cada asunto bajo el cielo, y no temamos. El miedo es un mal compañero. Pensad en los israelitas: echaron en falta a Moisés, no sabían qué había sido de él, y tuvieron miedo y acabaron adorando al becerro de oro. Miedo. Ansiedad.

En la Tosefta, al final del capítulo 2 de Berajot, Hilel el Anciano nos dice:

“No tengas miedo de estar desnudo, no tengas miedo de estar vestido. No tengas miedo si estás de pie, no tengas miedo si estás sentado. No tengas miedo cuando te ríes, no tengas miedo cuando llores, como está escrito: “Hay un tiempo para llorar y un tiempo para reír.” (Kohélet 3:4)”

Dios dice a Moisés:

“No podrás ver Mi rostro, pues el ser humano no puede verme y vivir” (Éx. 33:20).

No puedes verme y vivir: no puedes vivir y verme. No me vas a ver, Moisés. ¡Vive, Moisés! Bajo las dos manos tendidas.

Kohélet añade (vv. 3:11-12):

“(Dios) ha hecho todo hermoso en su tiempo; también la sabiduría del mundo que Él puso en sus corazones (el de los seres humanos), salvo la posibilidad de encontrar (de entender) la obra que hizo Dios de principio a fin. / Sabía que no hay nada mejor para ellos que alegrarse y hacer lo que es bueno durante su vida.”

Cuando llegue cada tiempo, cada tiempo bajo el cielo, no temas. La luz encamina cada paso y en cada pisada encontrarás y seguirás el rastro que Dios deja en el suelo y alrededor. Toda la bondad. Con alegría y no con miedo, no dejarás de andar. Busca lo bueno y extrae lo bueno de cada una de las horas de los días de los años de tu vida. No mires atrás salvo para tratar de entender, porque es humana la memoria y más humano aún el deseo, el impulso natural, de mirar hacia atrás. Pero recordarás que no puedes ver lo que está antes de Dios (Su rostro), sino solamente lo que se revela ante ti (Su espalda): el “después”. El pasado está ahí para que observes las huellas de cómo has llegado al punto en el que estás, pero tal y como decía Søren Kierkegaard, la vida solamente puede ser vivida hacia adelante.

Es necesario que rías en los días de fiesta y que llores sin miedo en los días de duelo. Si plantas, un día arrancarás lo plantado. El universo es sabio: las piedras que arrojes a tu hermano, otro día las recogerás. Para coser tu paño tomarás telas que a ti llegaron rasgadas. Lo que te llene las manos y el corazón, no dejará lugar para que otras cosas, palabras, pensamientos o personas puedan entrar. El lugar que cada cosa ocupa, le ha sido robado a millones de cosas más. No dejes de hacerte preguntas y de preguntar pues nunca se sabe. Si estás aquí es debido a tus errores no menos que a tus aciertos. No olvides que a veces el problema no es que Dios no atienda tus súplicas, sino que sencillamente te está diciendo: “No”. Con esta receta conquistarás la humildad, como hizo Moisés.

Sin más os deseo que tengáis paz en el Shabat. ¡Shabat Shalom!

©Adi Cangado