PARASHAT HA´SHAVÚA: «KI TISÁ»

Parashá: Ki Tisa, cuando tomes, כִּי תִשָּׂא,  Exodo 30 :11–34:35. Haftará sfaradit:  Reyes I,  18:20–39. Darshan: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


“Lo llenaré con el espíritu de
Dios, en sabiduría y en entendimiento,
y en conocimiento y en
toda artesanía” (Shemot 31:3).

El Mishcán que construyó Betzalel tuvo una gran significación, pues fue construido utilizando Nombres
sagrados (véase el Tratado de Berajot 55a). La Casa de Hashem se puede llamar así solo si hay imbuida
en ella un verdadero “contenido”. Betzalel fue llamado así debido a que su nombre se compone de dos
términos: betzel (‘en la sombra’) y el (‘de Dios’). La sombra de Hakadosh Baruj Hu lo acompañó de forma constante.

Podemos preguntar extrañados: ¿de dónde obtuvo Betzalel la sabiduría para construir el Mishcán con
Nombres sagrados de Hashem? Pues no hemos visto en ningún lado que él haya subido a las Alturas
para recibirlos. La explicación más factible en este caso es que cuando Hashem ve que un hombre se entrega por completo en favor de una meta elevada, lo ayuda de inmediato influyendo en él desde el Cielo. Así fue con Betzalel. Hakadosh Baruj Hu percibió en Betzalel la voluntad ferviente para construir el Mishcán de la mejor forma posible, por lo que le reveló los Nombres sagrados con los cuales poder construir el Mishcán y sus utensilios. Betzalel sabía todos los detalles como si hubiera estado en el Cielo, detrás de la cortina, escuchando las instrucciones que Hashem daba a Moshé Rabenu.
Y podemos decir que todo hombre tiene tzel ( צל : ‘sombra’), que es la Torá que aprendió en el cielo. Esto
representa un argumento fuerte contra aquella persona que desdeña ese tzel y no se esfuerza en producir
jidushé Torá (ideas o novedades en el estudio de la Torá). Pues, que Moshé Rabenu haya subido al Cielo
y haya estudiado todo lo que cualquier persona podría llegar a innovar en cuanto a Torá se considera haberbajado la Torá al mundo terrenal. La Torá ya no se encuentra más en el Cielo, sino que está asequible aquí en la tierra. Por ello, cada persona tiene la responsabilidad de extraer inspiración de ese tzel y afanarse en la Torá. Todo hombre que produce algún jidush de la Torá puede ser llamado “Betzalel”.

Hakadosh Baruj Hu percibe cuando un judío revela su voluntad de que le importa la Sagrada Torá, y Hakadosh Baruj Hu lo ayuda, de la misma manera que ayudó a Betzalel. En un libro que escribió uno de
los avrejim del colel, leí acerca de mi maestro y mi Rav, el Gaón, Ribí Guershon Liebman, zatzal. Una vez, encontrándose en Lakewood, se le acercó uno de los alumnos y le hizo la siguiente objeción: cuando los Anshé Kenéset Haguedolá construyeron el segundo Bet Hamikdash, después de la destrucción del primero, hubo una gran alegría en el seno de la juventud, quienes bailaron en honor de la reconstrucción del Bet Hamikdash. No obstante, en medio de esa alegría, había personasancianas presentes que no podían borrar el recuerdo del primer Bet Hamikdash. Aquellos ancianos elevaron sus voces en llanto amargo, el cual se escuchaba más que el ruido del baile de los jóvenes. El alumno le preguntó al Rav cómo pudo ser que aquellos ancianos amargados con llanto no se alegraron por el hecho de que por fin había sido reconstruido el Templo. Y, más aún, ¿por qué les pareció correcto llorar con amargura precisamente cuando los jóvenes estaban muy alegres? El Gaón, Ribí Guershon Liebman, ofreció
su respuesta a esas objeciones en aquella obra, y sus palabras son maravillosas.

Por mi parte, pensé que existe una diferencia reconocible entre el Mishcán que construyó Betzalel, el
Bet Hamikdash que construyó Shelomó Hamélej y el segundo Bet Hamikdash que fue construido por los
Anshé Kenéset Haguedolá.

Dijo el Profeta (Yirmeiá 9:11-12): “¿Por qué se echó a perder la Tierra [de Israel]? Porque abandonaron Mi Torá”.

Aquellos ancianos que lloraron vieron que esta nueva generación de jóvenes que habían regresado
del exilio de Babel, desprovistos de Torá y de mitzvot, se equiparaban a sí mismos a la generación que vivió en la época del primer Bet Hamikdash, la cual fue una generación de conocimiento completo en Torá. Los ancianos que lloraron sabían también que el Primer Templo había sido construido con Nombres sagrados, cosa que no sucedió en la construcción del Segundo Templo.

Los ancianos sabían también que la Torá y los Nombres sagrados se dan poder mutuamente y se dan existencia uno al otro. Pero, razonaron, si no hay Torá, no hay Nombres sagrados; y si no hay Nombres sagrados, el Bet Hamikdash no podrá mantenerse en pie por mucho tiempo. Siendo así, ¿para qué alegrarse? Por lo tanto, los ancianos lloraron, precisamente, en medio de la alegría de los jóvenes, con el fin de que retornaran en teshuvá completa y estudiaran Torá, y entonces el Bet Hamikdash podría permanecer en su grandeza y esplendor por mucho tiempo, ya que al segundo Bet Hamikdash le hacían falta muchos elementos espirituales que había en el primer Bet Hamikdash.

A mi parecer, ese fue el sendero de Betzalel, quien tenía una enorme voluntad y deseo para hacer
el Mishcán en cumplimiento del deseo de Hashem Yitbaraj. Por ello, se le abrieron de inmediato los manantiales de los que obtendría los Nombres sagrados necesarios de Hakadosh Baruj Hu con los cuales
construir el Mishcán, como dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Macot 10b):

“Por el sendero por el que el hombre quiere ir, lo llevan”.



Las siete lecturas en nosaj sefardí yerushalmi