Parashá: Koraj,קרח, Números 16:1–18:32 Hafatará: Samuel 11:14–12:22, Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Y se congregaron contra Moshé y
contra Aharón, y les dijeron a ellos:
‘¡Tomasteis bastante para vosotros!
Porque toda la congregación, todos,
son sagrados, y en medio de ellos, se
encuentra Hashem. ¿Y por qué vosotros
os encumbráis sobre la congregación
de Hashem?’ ” (Bamidbar 16:3).
David Hamélej, alav Hashalom, en su libro de Tehilim, nos revela que, a pesar de que había tenido el mérito de ser rey de Israel y tenía todo lo mejor del mundo, lo que era verdaderamente bueno para él, y que él verdaderamente esperaba y deseaba, era solo
“Y, en cuanto a mí, la cercanía de Dios es buena para mí” (Tehilim 73:28).
La cercanía a Hashem es lo más bueno que puede existir y a eso es a lo que aspiraba David Hamélej; incluso nosotros necesitamos aspirar a ello y esforzarnos toda la vida para lograr esa meta.Así escribió el autor de Mesilat Yesharim, en la introducción a su libro: “Y todo, fuera de esto (la cercanía a Hashem), las personas lo considerarán como bueno, pero ello no es sino vanidad y no tiene valor”.
Hace falta precisar, de las palabras de David Hamélej, por qué dijo “es bueno para mí”; aparentemente, habría bastado que escribiera “la cercanía de Dios es buena”. Se puede dilucidar que muchas personas desean la cercanía de Hashem de alguna forma, pero no se preocupan de internalizar esa meta y lograr conectarse a Hashem con la misma fuerza con la que desean estar conectados. Ellas esperan que la cercanía llegue por sí misma. Por eso, dice David Hamélej: “Es bueno para mí; es decir, el apego al Creador del Mundo es importante para mí, y me preocupo de colocarlo y grabarlo en mi corazón para conseguirlo, y no espero que llegue por sí solo”.
Cada uno de nosotros quiere alcanzar lo mejor en la vida. Si les preguntáramos a las personas cuál es el bien que desean, cada cual responderá de acuerdo con su nivel espiritual. Uno dirá que desea tener mucho dinero y propiedades, a pesar de que sabe que “el que aumenta propiedades, aumenta preocupaciones”. Otra persona dirá que desea tener honor y grandeza, a pesar de que sabe que ir detrás de ello “saca al hombre de este mundo”. De todas formas, las personabuscan, a lo largo de la vida, el bien ansiado por cada cual. No obstante, David Hamélej le enseña a cada judío, sea cual fuere el nivel en el que se encuentra, que el verdadero y perfecto bien que no tiene el menor rastro de decepción o fraude es solo el deseo de acercarse a Hakadosh Baruj Hu con todas las fuerzas y con todo el ser, porque aquel que tenga el mérito de acercarse a Él descubrirá que todo lo demás le llegará por sí solo, y, por lo tanto, no le faltará absolutamente nada.
En la parashá de esta semana, se cuenta acerca de Kóraj, un personaje muy importante. Además de su vasta sabiduría, era extremadamente rico, como lo cuentan nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Pesajim 119a). Kóraj tenía trescientos asnos que utilizaba solo para cargar las llaves de los
tesoros que poseía; de aquí que, cuando se quiere expresar la extrema riqueza de alguna persona, se acostumbra decir la expresión: “Tan rico como Kóraj”. Además, Kóraj era uno de los que tenían el encargo de transportar el Arca del Testimonio, dentro del cual se encontraban las Tablas de la Ley. Esto nos enseña que Kóraj era una persona de gran estatura espiritual. A pesar de ello, buscó acercarse aún más a Hashem, y quiso incluso ser cohén. No obstante, el deseo de dicha cercanía no provenía de una fuente apta y pura. A ello se debió que tanto él como todos sus seguidores fueron tragados vivos por la tierra. Es necesario comprender la razón que llevó a Kóraj a cometer tal tontería. ¿Acaso no le bastaba con el gran mérito que tenía por porción, tanto en lo espiritual como en lo material? ¿Qué lo motivó a discrepar de Moshé?
La explicación es que a Kóraj le hacía falta la cualidad de la humildad y la de la anulación y el sometimiento a la Torá y a los que la estudian. Nuestros Sabios, de bendita memoria, dicen (Tratado de Berajot 7b): “Es más grande el servicio [a los eruditos en Torá] que el estudio [de Torá mismo]”, pues dice el versículo (Melajim II 3:11) acerca del Profeta Elishá, quien fue el alumno y servidor del Profeta Eliahu:
“Y dijo: ‘Aquí está Elishá ben Shafat, quien vertió agua sobre las manos de Eliahu’ ”. El versículo no se refiere a Elishá como “quien estudió” sino como “quien vertió”; es decir, el versículo se enfocó en el aspecto del servicio de Elishá a Eliahu, y no se enfocó en el estudio de él, con lo que se reitera que es preferible servir al Talmid Jajam a estudiar Torá. El que sirve a un Talmid Jajam ve constantemente cómo se conduce su Maestro, aprende de sus cualidades en la práctica, y conoce cómo se conduce ese Talmid Jajam en los pequeños detalles, aquellosque no se pueden poner en tinta y papel. El asistente lo vivencia todo con sus propios ojos, de modo que esa experiencia es mucho mejor que el simple estudio de un libro. Y, además, el asistente tiene el mérito de que no solo estudia Torá, sino que también, al asistir a su Maestro, pone en la práctica su estudio; esto le permite alcanzar niveles mucho más elevados que con el solo estudio. Uno puede aprender algo que le puede servir para mejorar su servicio a Hashem
Yitbaraj, tanto de un amigo que se encuentra en su mismo nivel como de uno que no está en su mismo nivel. Sobre esto, dijo David Hamélej (Tehilim 119:99):
“De todos los que me enseñaron, me hice más sabio”.
Y así dicen nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Eruvín 100b), que, si no se hubiera entregado la Torá, habríamos aprendido la modestia a partir de la conducta del gato; la diligencia, de la hormiga; la fidelidad, de las palomas, etc. Y a pesar de que nosotros, los seres humanos, somos más privilegiados que los animales de la tierra, de todas formas, se puede aprender lo bueno y provechoso de
toda criatura que creó Hashem en Su mundo, para ascender espiritualmente. Siendo así, con más razón, se puede aprender de las demás personas y, todavía más, de los Talmidé Jajamim, quienes se encuentran en condición de Séfer Torá vivientes.
Kóraj no buscó aprender nada de Moshé Rabenu cuando dijo: “Toda la congregación es igualmente sagrada, y en medio de ellos, se posa Hashem. Siendo así, ¿qué más podemos aprender de Moshé Rabenu, luego de que hemos llegado por nuestra propia cuenta al elevado nivel en el servicio a Hashem?”. Ése fue el error de Kóraj, que el no querer aprender de Moshé Rabenu lo llevó al abismo de la tierra.
Si la persona se encuentra en un lugar en el que un Talmid Jajam o un Rav diserta palabras agradables y convincentes de Torá y, en vez de prestarles atención a las palabras del Sabio, sale a “volar” por el mundo —aun cuando lo que hiciere durante la disertación fuere sentarse a estudiar algún tema de Torá—, está menospreciando el honor de la Torá; y el hombre que se conduce así no podrá llegar a tener temor del Cielo, pues ni siquiera tiene temor del Talmid Jajam que tiene enfrente.
El nombre “Kóraj” proviene del término kéraj (קֶרַח’ :hielo’), lo que insinúa que Kóraj quiso “enfriar” los corazones de Israel y evitar que se conectaran a los dirigentes y pastores de la congregación. El ojo malo de Kóraj lo llevó a pensar que él ya se encontraba bien establecido por sí mismo, y ya no tenía necesidad de agregar más estudio a lo que ya había aprendido, y no tenía nada que aprender de Moshé Rabenu y Aharón Hacohén. Kóraj erró al pensar que por cuanto toda la congregación era sagrada y que en medio de ellos se encontraba posado Hashem, no había lugar para que Moshé y Aharón permanecieran en su elevado estatus de liderazgo sobre el pueblo, y que, por lo tanto, había llegado el momento de que abandonaran sus puestos y les permitieran a otros ocupar sus lugares. Ésta es la razón por la que Kóraj y su séquitofueron castigados de forma tan rigurosa einigualable, para que los Hijos de Israel aprendieran y, a partir de ello, fueran más sabiosy supieran que no se debe menospreciar loque dice el versículo: “A Hashem, tu Dios,temerás”, que implica temer también a los Talmidé Jajamim. Incluso uno que por mérito propio es un Talmid Jajam excepcional, tiene la obligación de aprender de los grandes de la generación y de los líderes de la congregación, como dice el versículo (Tehilim 119:100):
“De los sabios ancianos, adquieroentendimiento