
Parashá: תְּצַוֶּה , tsavé, ordena. Exodo 27:20–30:10. Haftará: Ezekiel 43:10–27. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Y tú les ordenarás a los Hijos de Israel,
y que tomen y te lleven aceite de olivo
refinado, presionado, para iluminación,
para que ardan las luminarias [de la Menorá] constantemente”(Shemot 27:20).
Se puede objetar acerca de este versículo: ¿por qué comenzó con las palabras “Y tú les ordenarás”, y no como en tantos otros versículos en los que se comienza diciendo “Y le dijo Hashem a Moshé” o “Y habló Hashem a Moshé para que dijera”? Se puede argüir, además, que el aceite del que habla el versículo era traído como requerimiento de un servicio elevado, para el encendido de las luces de la Menorá; siendo así, aparentemente, el versículo debió haber escrito “y tomen para Mí aceite refinado”, como efectivamente aparece en parashat Terumá, en donde Hashem ordena la recolecta de contribuciones para la elaboración del Mishcán. Allí, en parashat Terumá, dice el versículo
(Shemot 25:2):
“Y tomen para Mí una contribución”;
el versículo allí no utilizó la expresión: “Y que te lleven”. Y, además, por otro lado, encontramos en la halajá (Shulján Aruj, Óraj Jaím 231:1) que de todo aquello de lo que se pueda obtener un deleite en este mundo, el hombre no debe tener la intención de deleitarse, sino de dedicarlo al servicio de Hashem
Yitbaraj, como dice el versículo
(Mishlé3:6): “En todos tus senderos, conócelo”.
Y dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Avot 2:12):
“Que todos tus actos sean en Nombre del Cielo, aun en todo aquello que es opcional, como elcomer y el beber, el andar, y todas las necesidades fisiológicas; que sean todos tus actos para el servicio de tu Creador, o para algo que lleve a realizar el servicio a Él”.
Hace falta comprender cómo es posible exigir del hombre que concentre todos sus pensamientos, solo en el Creador del Mundo, si está compuesto de materia. Entonces, ¿cómo se podría pasar todo el día meditando solo acerca de Hakadosh Baruj Hu? Y, además, un hombre que vive con la Inclinación al Mal en su interior, ¿cómo podría vencer aquello hacia lo cual naturalmente se siente atraído, y desdeñar
todos sus deseos?
Incluso si el hombre fuera muy rico, y trabajara todo el día, e invirtiera todas las horas que tuviera disponible para mejorar sus negocios e incrementar sus ganancias, ¿cómo se podría pedir de él que comprendiera que todo lo que tiene le pertenece a Hakadosh Baruj Hu y que no debe decir que “mi fuerza y el poder de mi mano me han hecho toda esta fortuna”? No es posible exigir del hombre que, en todas las situaciones en las que se encuentra, en el mundo terrenal, piense que todo es vanidad y no hay en ello nada substancial.
La explicación para este asunto, a mi humilde parecer, se puede proveer de la siguiente manera: Hakadosh Baruj Hu no viene con reclamos contra ninguna persona; Hakadosh Baruj Hu pone a prueba a la persona de acuerdo con su grandeza y su capacidad. Hashem no pone a prueba a la persona con algo que está por encima de sus capacidades poder vencer —jas veshalom—. Sobre lo antedicho, el autor de Bet Israel de Gur, ziaa, ya dijo, en nombre de Marán, en los Jidushé Harim, ziaa, que desde el Cielo no se le pone al hombre una prueba que no pueda resistir.
También, ya dijeron los grandes Sabios, zatzal, acerca del versículo
(Tehilim147:16):
“[Hashem es] El que da tanto nieve como lana”,
que si Hashem da la nieve, entonces, Él también da la lana con la cual mantenerse caliente del frío de la nieve. No obstante, al hombre puede parecerle que la prueba, cualquiera que se le presentare, es demasiado grande y que no tiene fin, pero ello es producto de la imaginación que introduce la Inclinación al Mal en la mente del hombre con el fin de provocar que se desespere y se rinda —jas veshalom—. Ciertamente, dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, que en el futuro Hakadosh Baruj Hu degollará a la Inclinación al Mal delante de los Tzadikim y de los malvados. A los Tzadikim, la Inclinación al Mal les parecerá como una montaña infranqueable; y a los malvados, les parecerá delgada como un simple cabello. Los Tzadikim llorarán diciendo: “¡Cómo pudimos conquistar una montaña tan grande como ésa!”; y los malvados llorarán diciendo:“¡Cómo no pudimos conquistar algo tan simple como un cabello como ése!”. Esta lección de nuestros Sabios, de bendita memoria, representa una dificultad, pues, ¿cómo se puede comparar la Inclinación al Mal a algo tan grande como una montaña o a algo tan delgado como un cabello?
Ciertamente, de acuerdo con lo dilucidado anteriormente, se puede entender bien esta comparación. La prueba que se le pone al hombre es, en verdad, muy pequeña y delgada como un cabello. Pero la Inclinación al Mal la engrandece y la hace parecer como si fuera una gigantesca montaña a los ojos del hombre. En contraste, a los Tzadikim, cada prueba y cada acto de la Inclinación al Mal les parece como una montaña infranqueable, por cuanto, de acuerdo con sus fuerzas y su santidad, toda cosa mala, aun la más pequeña, les parece como algo gigantesco; y el que la llega a transgredir comete un pecado grave. Esto es así ya que, de tan sagrados que son, los Tzadikim ven aquella transgresión simple como algo grande y grave. Y les es obvio que la Inclinación al Mal invierte inmensas y gigantescas fuerzas para hacer tropezar a los Tzadikim, aun en cosas simples y pequeñas. Por eso, se dice que la Inclinación al Mal, a los ojos de los Tzadikim, es como una montaña infranqueable.
De todo lo antedicho, vemos que Hakadosh Baruj Hu exige del hombre algo grande. Como resultado de esa exigencia de Hashem, el judío se sorprende y se pregunta si acaso tiene las fuerzas para resistir aquella gran y temible prueba de anular su propia voluntad con abnegación al punto en que “se toma” a sí mismo. Por lo tanto, Hakadosh Baruj Hu le dijo a Moshé: “Y tú les ordenarás […] y que tomen y te lleven…; es decir, para que los Hijos de Israel lleguen al nivel en el que ‘tomarán para Mí’ —o sea, que se “tomarán a sí mismos” con entrega total para realizar todo servicio sagrado, y anularán de sus corazones la voluntad material propia—, primero, hace falta el aspecto ‘y tú’ ”. Y no en vano, Hakadosh Baruj Hu tomóa Moshé Rabenu como modelo ejemplar para el Pueblo de Israel, ya que el Tzadik de la generación es equiparable a todo el Pueblo de Israel junto. Con su esplendor, el Tzadik tiene el poder de influir en ellos y elevarlos; e incluso los miembros del pueblo le temerán, en condición de
(Tratado de Avot 4:12):
“Que el temor a tu Maestro
sea como el temor del Cielo”.
Pero para que todos puedan estar alrededor del Tzadik y recibir su influencia, hace falta el aspecto de “y tú”. La conjunción “y” implica que viene a agregar algo a lo existente. Es decir, solo cuando el Tzadik se encuentra en condición de “y que tomen y te lleven” —que es en condición de que él es llevado ante Hakadosh Baruj Hu para servirle de todo corazón—, entonces, por ende, el Tzadik tiene el poder de influir en los demás. Y por medio de dicha influencia, las almas de los Hijos de Israel se adhieren a él, y él los eleva a todos en un grandioso ascenso espiritual.
De aquí vemos que el hombre tiene el poder de anular su voluntad y sus deseos, superarse por encima de su riqueza material y por encima de todo deleite del mundo terrenal, solo cuando él es “tomado y llevado” ante Hashem Yitbaraj. Y, de esta forma, el hombre puede anular el aspecto de “mi fuerza y el poder de mi mano me ha hecho toda esta fortuna” de su persona, porque él se encuentra “tomado” por Hashem. Y si el hombre, en efecto, se comporta de esa forma, ameritará todo lo bueno, tanto en el aspecto material como en el espiritual.