PARASHAT HA´SHAVÚA: «VA´YISHLAJ»

Parashá: וַיִּשְׁלַח , Va´Yihlaj, Envió . Génesis 32:4–36:43. Haftará sefardit:  Ovadia 1:1–21. Darshán: r. Jonathan Sacks.


 

Hay un hecho en la parashá de esta semana que ha producido gran perplejidad entre los estudiosos. Tras la lucha mantenida con su adversario desconocido, Yaakov fue informado:

“Tu nombre ya no será más Yaakov,  sino Israel,  pues has luchado con seres divinos y  humanos y has prevalecido. (Génesis 32:29, traducción JPS).

O : “Ya no se dirá más que tu  nombre cs Yaakov, sino Israel. Te has vuelto grande (sar) ante  Dios y el Hombe. Has vencido. (Traducción Arie Itaplan)

El cambio de nombre no ocurre una sola vez, sino dos. Después del encuentro con Esav y del episodio de Dina  y Shejem, Dios le dijo a Yaakov que fuera a Bet El. Luego leemos:

“Después de que Yaakov retornara de Padan Aram, Dios se le apareció nuevamente y lo bendijo. Dios le dijo: ‘Tu nombre es Yaakov pero lo no serás llamado Yaakov;  tu nombre será Israel.’ Y entonces lo llamó Israel” (Génesis 35:9-10).

Hendrick ter Brugghen, Esaú vendiendo su primogenitura a Jacob, c. 1627.

En primer lugar, es necesario notar que este no es el caso de la corrección de un nombre existente por el agregado de una letra, como en el caso del cambio de nombre por Dios de Abram a Abraham, o el de Sarai por Sara. Es un nombre totalmente nuevo, como para señalar que representa un cambio completo  de carácter. Segundo,  como hemos visto, el cambio de nombre no ocurrió una sola vez sino dos. Tercero -y este es el misterio de los misterios- habiendo dicho dos veces que su nombre ya no sería Yaakov, la Torá lo sigue llamando Yaakov. Dios Mismo lo hace. También nosotros cada vez que rezamos al Dios de Abraham, Ytzjak y Yaakov. ¿Cómo puede ser, si la Torá nos dice dos veces que su nombre ya no sera Yaakov?

Radak sugiere que “tu nombre ya no sera llamado Yaakov” significa que “tu nombre ya no será llamado solamente Yaakov.” También tendrás otro nombre. Es ingenioso, pero difícilmente compatible con el sentido simple del versículo. Sforno afirma “En la Era Mesianica tu nombre ya no sera Yaakov.” Esto también es difícil. El tiempo futuro en la Tora se refiere al futuro inmediato, no al distante, salvo que esté explícitamente especificado.

Este es solo uno de los múltiples misterios vinculados al carácter de Yaakov y a su relación con su hermano Esav. Es tan difícil entender las historias de ellos que para que puedan tener sentido se ha superpuesto en la tradición  judía una gruesa capa de Midrashím que transforman a Esav en perfectamente malvado y a Yaakov en casi perfectamente justo. Esta claro que por razones educativas hay necesidad de estos Midrashim. Esav y Yaakov, como están descritos en la Torá, son demasiado sutiles y complejos para ser tema de lecciones morales para mentes jóvenes. Por eso el Midrash pinta el mundo de blanco y negro, como expuso Maharatz Chajes. (1)

El texto bíblico en sí, sin embargo, es mucho más sutil. No dice que Esav era malo y Yaakov, bueno. Mas bien muestra que se trata de dos tipos distintos de seres humanos. El contraste entre ellos es como el mencionado por Nietzsche entre las figuras griegas de Apolo y Dionisio. Apolo representa el orden, la razón, la lógica, el autocontrol. Dionisio es todo pasión, emoción, naturaleza, salvajismo y caos. Las culturas apolíneas valoran la retracción y la modestia; las dionisíacas van por la ostentación y el exceso. Yaakov es apolíneo, Esav, dionisíaco.

O puede ser que Esav represente el cazador, considerado héroe por muchas culturas antiguas, pero no así por la Torá, ya que representa la ética agraria y pastord de los pastores y agricultores. Con la transición de cazador- recolector a agricultor-ganadero, el cazador ya no es mas el héroe y en cambio es visto como figura violenta, especialmente en el caso de Esav, que lo combina con un temperamento mercurial. No es que Esav sea malo y Yaakov bueno, sino que Esav representa el mundo que fue, y Yaakov el nuevo mundo a ser creado, a veces tentativa y temerosamente, cuya espiritualidad sería radicalmente diferente, nueva y desafiante.

Peter Paul Rubens, La reconciliación de Esaú y Jacob, 1624.

El hecho de que Esav y Yaakov fueran mellizos es fundamental. Su relación es un ejemplo clásico de rivalidad entre hermanos (2). Es clave para la comprensión de su historia tener presente lo que René Girard llama deseo mimético: el deseo de poseer lo que el otro tiene, sólo porque lo tiene. En última instancia, es el deseo de ser otra persona.

Ese es el significado del nombre Yaakov. Es el nombre que le fue colocado porque nació sosteniendo el talón de su hermano Esav. Esa fue su postura consistente durante los eventos principales de su primera infancia. Compró la primogenitura de su hermano. Usó sus vestimentas. A instancias de su madre, tomó la bendición destinada a su hermano. Cuando su padre le preguntó: “¿Quién eres, hijo mío?” respondió “Soy Esav, tu primogénito.”

Yaakov era el hombre que quería ser Esav. ¿Por qué? Porque Esav tenía algo que él no tenía: el amor de su padre. “Ytzjak, que gustaba de la carne de animales salvajes, amaba a Esav. Pero Rebeca amaba a Yaakov.”

Todo eso cambió después de la gran contienda entre Yaakov y el extraño desconocido. Ese fue el momento en el que le fue informado que su nombre ya no sería Yaakov sino Israel. La explicación acerca de su nombre es: ya que has luchado contra Dios y el hombre y has prevalecido.” También resuenan en otros sentidos: sur significa “príncipe, realeza.” «Yasar» significa “erguido.” Ambos términos son un contraste del nombre de Yaakov, “el que sostiene el talón de su hermano.”

¿Cómo debemos entender lo que, primero el extraño y después Dios, le dijeron a Yaakov? No como declaración sino como prcgunta, desafío, invitación. Leerlo no como ‘Ya no serás llamado Yaakov sino Israel,” sino, “Que tu nombre ya no sea Yaakov sino Israel,” significando, “actúa de tal manera que así seras llamado por la gente.” Sé un príncipe erguido mismo. No ansíes  ser otra persona. Esto sera un desafío no para ese momento sino para muchos otros de la vida judía futura.

Los judíos muchas veces estuvieron contentos de ser como eran. Pero cada tanto entraron en contacto con una civilización cuya sofisticación cultural, intelectual, y aún espiritual, era innegable. Los hacía sentirse inferiores, incómodos, como un aldeano que entra en una ciudad por primera vez. Los judíos cayeron entonces en la condición de Yaakov. Querían ser como el otro.

Escuchamos esto por primera vez en palabras del profeta Ezequiel: “Ustedes dicen: ‘Queremos ser como las naciones, como los pueblos del mundo, que adoran la madera y la piedra.’ Pero eso que tienen mente nunca ocurrirá.” (Ezequiel 20:32) En Babilonia el pueblo se encontró con un imperio impresionante cuyos éxitos económicos y militares contrastaba radicalmente con su propia condición de exilio y derrota. Algunos querían dejar de ser judíos y ser otro, cualquier otro.

Lo oímos nuevamente en la época de los griegos. Algunos judíos se helenizaron. Lo reconocemos por los nombres de algunos de los supremos sacerdotes, como Jasón y Menelao. La batalla contra esto es la historia de Janucá. Algo similar ocurrió en los días de Roma. Josefo era uno de los que se pasaron para el otro lado, aunque siguió siendo defensor del judaísmo.

También ocurrió durante el Iluminismo. Los judíos se enamoraron de la cultura europea. Con filósofos como Kant y Hegel, poetas como Goethe y Schiller, músicos como Mozart y Beethoven. Algunos pudieron integrar esto con fidelidad al judaísmo tanto en el credo como en los hechos – figuras como el Rabino Samson Rafael Hirsch y Nehemías Nobel. Otros no. Se apartaron del redil. Cambiaron sus nombres. Ocultaron su identidad. Ninguno de nosotros esta autorizado a criticar lo que hicieron. El impacto combinado del desafío intelectual, cambio social y antisemitismo despiadado era inmenso. Pero esta era una respuesta Yaakov, no Israel.

Esto mismo está ocurriendo actualmente en una gran parte del mundo judío. Los judíos han superado las expectativas. El judaísmo, con notables excepciones, no lo ha logrado. Hay judíos que están en la cima de casi cualquier disciplina humana de la actualidad, pero muchos han abandonado su ascendencia religiosa o les resulta indiferente. Para ellos, ser judío es una etnicidad delgada, demasiado fina para ser transmitida al futuro, demasiado vacía para inspirar a otros.

Hemos esperado mucho tiempo para lograr lo que tenemos hoy y que nunca hemos tenido simultáneamente en toda la historia judía: la independencia y soberanía del Estado de Israel, libertad e igualdad en la diáspora. Casi todo lo que durante cien generaciones nuestros antepasados robaron que ocurriera nos ha sido otorgado. ¿Realmente (en palabras de Lin-Manuel Miranda) descartaremos esta oportunidad? ¿Seremos Israel? ¿O mostraremos, vergonzosamente, que aún no hemos superado el nombre de Yaakov, la persona que quería ser otro? Yaakov frecuentemente mostraba temor porque no estaba seguro si quería ser él mismo o su hermano. Es por eso que Dios le dijo: “Que tu nombre no sea Yaakov sino Israel.” Cuando tienes miedo o no estás seguro de quién eres, eres Yaakov. Cuando tienes fortaleza y confianza en ti mismo, eres Israel.

El hecho de que la Torá y la tradición aún usen la palabra Yaakov, no solo Israel nos dice que el problema no ha dcsaparecido. Yaakov parece haber luchado con esto a través de toda su vida, y nosotros todavía lo hacemos hoy. Se necesita coraje para ser diferente, ser una minoría, ser contracultural. Es fácil vivir para el momento como Esav, o ser como los pueblos del mundo” como dijo Ezequiel.

Yo creo que el desafío planteado por el ángel persiste hasta hoy. ¿Somos Yaakov, avergonzados de lo que somos? ¿O somos Israel, con el coraje de mantenernos erguidos y transitar por el camino de la fe?