Parashá: «Va´yishlaj». Génesis 32:4–36:43. Haftará sefaradit :Ovadia 1:1–21. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita.
“Y luchó un hombre con él hasta el
despuntar del alba” (Bereshit 32:25).
La lucha que sostuvo Yaakov Avinu con el ángel ministerial de Esav no se terminó aquella noche, sino que continuó con la guerra que sostuvieron los Jashmonaím contra los griegos y por la que se estableció Janucá. Esta guerra es, principalmente, una guerra entre la luz y la oscuridad. NuestrosSabios, de bendita memoria, dijeron que la frase del versículo (Bereshit 1:2): “la oscuridad sobre la superficie del abismo” se refiere a la cultura griega que quiso oscurecer los ojos de Israel y reducir la luzde la Torá, pero llegaron los Jashmonaím y batallaron contra ellos con valor y así “devolvieron la corona a su lugar”. De esa forma, la luz de la sagrada Torá volvió a brillar para Israel.
Esta guerra nunca cesó y continúa a través de las generaciones y continuará intensificándose hasta que llegue Mashíaj Tzidkenu, como dice el versículo “y luchó un hombre con él hasta el despuntar del alba”. Esta lucha continuará hasta el despunte del alba, es decir, hasta que brille la luz del Mélej Hamashíaj. En cada generación, la cultura griega continúa arrojando oscuridad espiritual al Pueblo de Israel, y destruyendo todo lo que es bueno. Y en toda época, la maldita cultura griega cambia de forma para continuar
arrojando su veneno espiritual con un nuevo rostro. En nuestra generación, dicha cultura se materializa en la forma del avance tecnológico: el internet y los teléfonos celulares inteligentes no casher. Éstos corrompen todo lo que es bueno. Con solo presionar un simple botón, la persona puede provocarse un terrible Holocausto espiritual, y dirigir su alma al abismo de la destrucción. En efecto, lamentablemente, muchos son los que han caído víctima de la trampa del helenismo, razón por la que el hombre tiene la obligación de luchar en medio de esta oscuridad y cuidarse de ella. El hombre debe iluminar su alma con la luz de la vida, que es la luz de la sagrada Torá.
El Ran dijo: “Hay quien escribió que, por este motivo, [esta celebración] se llama Janucá ( חנוכה ), es decir janú ( :חנו ‘descansaron’) en ca ( כ”ה : la sílaba ca está conformada por las letras jaf y he, que sumadas representan el número 25)”. El que medita al respecto verá que nuestros Sabios, de bendita memoria, prefirieron destacar el día en el que descansaron dela batalla, y no los días de la batalla misma y la victoria. Esto es de sorprender.
A mi parecer, definitivamente, en la época en que los Jashmonaím descansaron de sus enemigos, solo entonces comenzó la guerra importante y principal. Indudablemente, los Jashmonaím pudieron vencer a los griegos y echarlos, pero el gran daño que los griegos causaron al remanente de Israel aún se ve de forma palpable en nuestros días, pues la gran mayoría se ha “helenizado” y ha abandonado —jas veshalom— el sendero de la sagrada Torá. A pesar de que la guerra física ha terminado, la guerra espiritual está en su apogeo. La guerra de la luz contra la oscuridad en el alma de cada miembro del Pueblo de Israel comenzó en aquella época, y desde ese momento ya había necesidad de guerrearcontra la cultura griega que había golpeado las profundas raíces de la vid de Israel.Ésta es la razón por la cual, después del triunfo, los Jashmonaím no salieron con panderetas y bailes a publicar la victoriade inmediato, pues sabían que se les avecinaba una labor más complicada, y la difícil guerra espiritual se encontraba a sus puertas. Por eso, de inmediato, los Jashmonaím comenzaron a buscar aceite puro para encender la luz de la Menorá, que representa la luz de la sagrada Torá, y quisieron de esa forma, encender las almas de Israel para acercarlas al Padre Celestial y “retornar la corona a su lugar”. Y, en efecto, encontraron un frasquito de aceite que no había sido impurificado por los griegos, que todavía portaba el sello de pureza del Cohén Gadol; y por medio del encendido del aceite puro, ameritaron devolver la luz de la Torá al Pueblo de Israel.
También, el término janucá ( (חנוכה se deriva de un lenguaje de jinuj ( :חינוך ‘educación’). Todo el mundo está acostumbrado a pensar que la educación es algo que solo corresponde a los niños en edadtierna, a los niños pequeños, ya que todoel tiempo que los niños son pequeños se los educa y se los acostumbra a andar porel camino correcto, pero que, una vez quecrecen, no hay más necesidad de educarlos porque, aparentemente, ellos ya dan sus pasos de forma independiente, ya que así se los acostumbró. Como dice el versículo (Mishlé 22:6):
“Educa al joven de acuerdo con su sendero, y aun cuando envejezca no se desviará de él”.
Pero hay que saber que el judío tiene que estar siempre en condición de “educando”, y aun cuando se haya acostumbrado al sendero correcto y continúe en el sendero de la Torá por toda la vida, aun tiene que educarse a sí mismoy aumentar más en la Torá y las mitzvot. Incluso en los días de la vejez tiene queseguir educándose, y está obligado a reforzarse en todo momento con más y mássantidad y pureza, porque no hay fin para los niveles superiores. Y todo cuanto pueda santificarse, todavía hay niveles más altos a los que puede llegar. Es más, mientras más se eleve en su nivel espiritual y se acerque más a Hashem Yitbaraj, revelará cuánto le hace falta y cuán lejos está de la completitud verdadera.
De las luminarias de Janucá, aprendemos el sendero ideal de la educación. En el primer día, se enciende una luminaria; en el segundo, se agrega otra; y así, sucesivamente, cada día se va agregando al número de luminarias, al mismo tiempo que se agrega más luz y más Torá. De la misma manera, la persona debe elevarse en espiritualidad, pero no como un águila, ascendiendo de forma muy rápida yabrupta, porque así mismo podría caer precipitadamente. Más bien, debe hacerlo pausadamente, con pasos medidos y seguros. Cada día, aumentar un poco, y así su elevación espiritual estará asegurada.
Pero, por el otro lado, le está prohibido “dormirse sobre los laureles” y decir que ya es suficiente con lo que ha logrado. Más bien, tiene que sacar más de lo profano y hacerlo sagrado, sumando más a lo principal. Debe sentir su progreso espiritual pausadamente cada día, así como se van incrementando de poco a poco el número de las luminarias de Janucá.Y, salvando las diferencias, incluso los griegos, que quisieron hacer que el Pueblo
de Israel olvidara la Torá, lo hicieron paso a paso, con dedicación y lentitud, sin apresurarse. Ellos no les ordenaron de una sola vez que salieran del Bet Hamidrash y abandonaran la Torá de buenas a primeras; sabían que el Pueblo de Israel se iba a oponer y no iban a tener éxito en su propósito malévolo. Por eso, impusieron sus leyes de forma astuta. Al principio, les construyeron canchas para deportes y teatros próximos al Bet Hamidrash. Le dijeron al pueblo que el propósito era el de “soltar un poco los huesos” y reforzar el cuerpo para que pudieran servir mejor a Hashem. Y así, poco a poco, los fueron atrayendo con labios lisonjeros a su cultura torcida, y cada vez les agregaban más ymás impureza, hasta que los judíos terminaron asimilándose al sendero torcido de los griegos y se olvidaron de Hashem Yitbaraj y de Su Torá —Rajmaná litzlán—. Hay que utilizar esa misma treta paraMlograr victorias en cuanto a la santidad; así como ellos agregaron cada vez un poco de impureza sobre la impureza que habían aumentado anteriormente, así, en contraste,tenemos que agregar más pureza a lapureza que ya hemos logrado. Cada día, el hombre debe agregar más santidad a su alma, más reforzamiento en el servicio a Hashem, y no bastarse con lo poco que tenga en su poder, sino, más bien, ir de un triunfo al siguiente, con constancia, estableciendo tiempos fijos de estudio de Toráy agregando más temor del Cielo puro.