PARASHAT HA´SHAVÚA: «TRUMÁ»

Parashá: «Trumá» , Donación, תְּרוּמָה.  Exodo 25:1–27:19. Haftará : Reyes I,  5:26–6:13. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


Y Me harán un Mikdash (‘santuario’) y Me posaré
en ellos” (Shemot 25:8).

Nuestros Sabios, de bendita memoria, dijeron que cuando Hakadosh Baruj Hu le dijo a Moshé “Y me harán un Mikdash”, éste se sorprendió y hasta se echó para atrás, y le dijo a Hashem:

“Amo del universo, está escrito (Melajim I 8:27):
‘He aquí el cielo, y los cielos por encima del cielo,

no podrían contenerte’,

¿y Tú me dices que Te hagamos un Mikdash en el cual residir?”.

Hashem le respondió:

“No es lo que piensas.
Más bien, se trata de veinte vigas al norte, veinte al sur, ocho
al oeste, y Yo descenderé y acomodaré Mi Shejiná abajo”.

Hashem le rindió un enorme honor a Israel al pedirles que quería “residir” en medio de ellos. Incluso los ángeles ministeriales tuvieron celos de los Hijos de Israel. Así dice el Midrash Tanjumá:

“Le dijo Hakadosh Baruj Hu a Moshé:
‘Hazme un Mikdash, porque deseo residir entre Mis hijos’,

y cuando los ángeles escucharon aquello comenzaron a decir:

‘Amo del universo, ¿por qué quieres descender a la Tierra?
¡Tu grandeza es que Tú Te encuentras en los cielos!’.

Hakadosh Baruj Hu les respondió:

‘¿tanto os sorprendéis por esto?

Mirad cuánto Me gusta lo que se encuentra en la tierra que
desciendo bien bajo y Me acomodo bajo una tienda techada
con pieles de cabra”.

Imaginémonos que el rey de Marruecos dijera: “Yo prefiero abandonar el palacio esplendoroso en el que vivo y residir en el gueto de los judíos”. Indudablemente, una gran emoción embargaría los corazones de la comunidad judía de Marruecos. Y si es así en este ejemplo, de un rey de carne y sangre, con más razón, cuando se trata del Rey de reyes, Hakadosh Baruj Hu, Quien solicita habitar entre nosotros. No cabe duda de que consideraríamos eso como un honor inmensurable, y estaríamos extremadamente contentos por tal mérito gigantesco concedido.

Escribió el Alshej Hakadosh:

El versículo dice “Y Me harán un Mikdash y Me posaré en ellos”; no dice “y Me posaré en él”, sino “en ellos”.

Hakadosh Baruj Hu pide/quiere residir dentro de cada uno de los miembros del Pueblo de Israel. Y la
persona tiene la obligación de preparar el corazón y purificar su cuerpo de todo pecado o transgresión, y convertirse en un Mikdash para que Hakadosh Baruj Hu resida en ella. ¡Y dichoso el hombre de carne y sangre que amerita llegar a esto!, ya que con el solo hecho de que la Shejiná de Hashem se posa en el
interior de la persona, ella está cuidada y puede estar segura de que no le llegará ningún daño espiritual, debido a que se encuentra en la cercanía de Hakadosh Baruj Hu, Quien imbuye en la persona la santidad que Lo acompaña, y la salva de las faltas y de los pecados.

El Saba Kadishá, Rabenu Jaím Pinto, ziaa, en sus últimos años de vida, dejó el lugar en donde residía para irse a vivir a Casablanca. Todas las personas pueden atestiguar que, desde que se fue a vivir a aquel lugar, dicho lugar se convirtió en un centro espiritual de Torá y santidad, pues la impresión que
dejó por la santidad de su presencia se irradió en todos los de su alrededor, a quienes ayudó a reforzar espiritualmente. Su fe íntegra en el Creador del mundo era muy grande. Solo bastaba ver su rostro para aprender de él lo que es la fe en Hashem Yitbaraj. Cuando las personas se encontraban cerca de él y veían su comportamiento sagrado, comprendían cómo se debe ver un siervo fiel de Hashem. Y si un Tzadik que fue a vivir a una ciudad causó tal influencia positiva en su derredor, con más razón, en el caso que una persona ameritara que Hakadosh Baruj Hu residiera en ella; sin duda alguna, la persona
sería influenciada para bien por el poder de la santidad divina de la Shejiná que reside en ella.

Ciertamente, hay que saber que es un gran mérito para la persona el hecho de que Hakadosh Baruj Hu haya decidido residir en su seno; pero al mismo tiempo, es una gran responsabilidad, porque la persona tiene que capacitarse, en cuerpo y espíritu, para mantener ese mérito de que Hakadosh Baruj Hu resida en ella.

El versículo dice: “Y Me harán un Mikdash”; es decir, primero que todo, deben hacer de sus cuerpos un
santuario. Esto requiere de mucha labor y esfuerzo. La persona debe tener el mayor de los cuidados de no ensuciar su cuerpo con pecados y transgresiones; debe santificar su cuerpo por medio del estudio de Torá, y de consistencia y esfuerzo. Solo entonces Hashem dirá: “Me posaré en ellos”. Y definitivamente
que, si no lo hace así y su cuerpo se encuentra manchado con impureza espiritual, no cabe duda de que Hakadosh Baruj Hu no querrá residir en ella —jas vejalila—. Y, obviamente, la persona también será castigada por ello, porque debe saber que Hakadosh Baruj Hu quiere y exige: “¡Permitidme habitar
junto con vosotros!”, como aquel anfitrión que pide entrar a su propia casa; y quién puede tener el descaro de obstruir la residencia de Hakadosh Baruj Hu a Su casa. Si la persona transgrediere, estaría cerrando las puertas delante de Él; eso es un pecado demasiado grande como para perdonar.

Lo principal en la conversión del cuerpo de la persona en un santuario es la dedicación a la Torá, con independencia del cumplimiento de las 613 mitzvot de acuerdo con la ley. Y el cuidado de no pecar y el alejamiento del pecado son una obligación imprescindible en el hombre, quien debe santificar su cuerpo también por medio del estudio de Torá con el fin de cumplir las mitzvot. La persona no debe llevar a cabo un estudio simple, realizado con pereza, de la boca para afuera; más bien, debe estudiar Torá con gran esfuerzo, entusiasmo y ardor. El hombre tiene que saber que con un pequeño desvío del camino correcto, o con cualquier pensamiento foráneo, por mínimo que sea, Hakadosh Baruj Hu quita Su Shejiná, y no desea habitar dentro de nosotros.

Una vez, llegué al aeropuerto y tuve que atravesar el puesto de control como todo viajero. De pronto, al pasar por el detector de metales, el aparato comenzó a sonar. Resultó que se me había incrustado un clavito en la suela del zapato; me quité el zapato y pasé nuevamente. Luego, levanté el zapato y medité sobre aquel pequeño clavo y me estremecí con el mensaje de musar que logré captar a partir de ese incidente. Me dije a mí mismo: si este aparato es tan sensible a un clavo tan pequeño y lo puede percibir, entonces, con mayor razón, la sagrada Torá y la Shejiná de Hashem no posará en una persona cuya cabeza está llena de “clavos” de deseo o de todo tipo de pensamientos extraños e impuros. Incluso si la
persona tuviera un solo y diminuto “clavo” de impureza ligera, o perdería todo, pues habría cerrado las puertas a la Shejiná de Hashem, la cual no posará en ella, pues ¿cómo puede la Shejiná residir en un lugar sucio?

Por lo tanto, la persona debe hacer el esfuerzo para que en todo momento sus vestimentas espirituales estén blancas e inmaculadas y su alma limpia de toda mancha o impureza, completamente depurada de todo pecado o transgresión. La persona debe pulir su santuario interno y purificar sus pensamientos
para que Hakadosh Baruj Hu se complazca con ella y desee residir en su ser.



A continuacíon, la haftará de esta semana, que trata de la construcción del Templo de Salomón.

Nosaj  yerushalmi sfaradí por r Yehuyida Bota