R. YOSEF ALBO

 

Notas sobre el autor de una de las obras fundamentales del judaísmo rabínico en las estribaciones del medievalismo.


 De la vida de  r. Yosef Albo sabemos tan poco que desconocemos a ciencia cierta en dónde nació y murió -aunque haya lugares y voces que -sin más y sin argumentos- afirmen lo que afirman. En el proemio de su obra magna, «El Sefer Ha´Ikarím»,  El Libro de los Principios Morales, él dice de sí mismo que es vecino de Soria (que no natural del lugar ) pero resuta que quien tradujo del hebro no supo distinguir entre natural y vecino… Jose de Castro, (Biblioteca Española, 1781, II tomo «Escritores rabinos españoles») dice que era vecino de Zaragoza pero natural de Soria. En la Disputa de Tortosa, Jerónimo de Sta Fe – de judío, Yehoshúa Ha´Lorkí- dice que es de la localidad aragonesa de Daroca, cerca de Calatayud, donde s’i es cierto que habitó; sin embargo, según Astruc Ha´Leví, era de Monreal ¿De cuál Monreal, pues hay dos? ¿Monreal de Ariza o Monreal del Campo?. La mayoría se inclina por esta población zaragozana.

Incluso desconocemos su exacta fecha de nacimiento, pero debió ver por primera vez la luz del mundo hacia 1380 -otros dicen que hacia 1388- por lo cual era un niño de unos once años,  preparando su bar mitzvá, cuando se desataron las violentas matanzas de judíos de 1391. Si bien naciera en donde naciera no hubo especial inquina en esos desastres antijudíos – al menos no como en Andalucía y el Levante- es seguro que el alcance de las violencias llegaron a sus oídos para parir a los hijos del miedo: la neurosis y la incertidumbre. Yosef creció en medio de los días de la gran oleada de conversiones subsiguientes a 1391, viendo , por un lado, cómo sus coreligionarios abjuraban de la fe de sus padres y, por otro, cómo el judaísmo hispánico sufría la espantosa metamorfosis de la asimilación al cristianismo. En esa coyuntura, Albo se mantuvo fuerte y en pie, asumiendo la necesidad de hacer algo al respecto.

  Jerónimo de Santa Fe -uno de aquellos rabinos renegados y  bautizados, obsesionado con la conversión de los judíos- consiguió que el antipapa Benedicto XIII convocara en 1413 un evento de confrontación teológica entre judaísmo y cristianismo para que los judíos comprendieran no sólo la superioridad de los nazarenos sino también la mentira en que, según él y sus acólitos,  vivían los hebreos. Albo, ducho en saberes talmúdicos, médicos y dialécticos,  fue escogido como cabeza principal de un grupo de rabinos que habría de sostener,  obviamente,  los presupuestos judíos en la llamada Disputa de Tortosa. Albo no cedió ni un ápice en sus posturas teológicas y la apología de la fe mosaica.  Por mucho que le obligaran a admitir que la llegada del Mesías se había producido ya en Belén de Judá, él mantuvo fuertemente los 13 Principio del Judaísmo declarados por  Ha´Rambá, esto es, Maimónides . (De ahí el dicho de «seguir en sus 13» para referirse a alguien que destaca por ser tenaz, terco y obstinado. ) Tras estos hechos en Tortosa, que le llevaron dos años de su vida, es cuando entendemos que se fue de Aragón y empezó a vivir en Soria.

Allí, al calor de la lumbre de los fríos esteparios del primer cuarto del S XV, redactó, en estilo simple y directo,  su gran obra, «Sefer ha´Ikarím», El Libro de los Principios (del Judaísmo) Albo, en esas letras,  sostiene que toda religión tiene que estar sustentada sobre tres principios generales: la existencia de Dios, la revelación divina, y la justicia divina. De estos tres pilares esenciales derivan otros ocho, a los que denomina shorashím (raíces) Así, de la existencia de Dios, se deriva su unicidad (monoteísmo), su incorporeidad, su infinitud y su perfección. De la revelación se deriva la profecía, la capacidad de comunicación divina y su autenticidad. De la justicia, el carácter omnisciente de Dios y el arrepentimiento. Quien falla en uno de estos principios se convierte en un hereje a ojos del judaísmo. Después, están los principios secundarios, los anafím (ramas) que tienen a Moisés como sumo profeta de la revelación divina, La Torá como código de conducta eterno para el acceso al mundo venidero,  la redención mesiánica y la resurreción de los muertos.

La obra, finalizada en 1425, sólo fue publicada el último día del año de 1485 en las imprentas de Soncino, con gran éxito. En los siglos XVI y XVII, algunos rabinos askenazíes escribieron tratados comentando la obra en sí. La última edición crítica del Ikarím, como popularmente lo conoce quien lo estudia con aprovechameinto,  se debe al gran rabino y escritor Shlomo Toledano.

Bibliografía:

  • דרור ארליך, הגותו של ר’ יוסף אלבו – כתיבה אזוטרית בשלהי ימי הביניים, הוצאת אוניברסיטת בר-אילן, 2009.