SEIS DÍAS QUE ACABARON CON SIGLOS DE VIDA JUDÍA

Sobre las violentas consecuencias sufridas por los judíos de Túnez al declararse la Guerra de los Seís Días.


Tras largos intentos internacionales  e israelíes para evitarlo, entre la mañana del cinco y la noche  del diez de junio de 1967 -o el veintiséis de iyar y el dos de siván del año 5727- Israel se enfrentó en una contienda bélica contra Egipto, Jordania y Siria (y sus aliados: Irak, Líbano, Arabia Saudita, Libia, Sudán, Marruecos, Argelia y Túnez. ) Israel sería la triunfadora, pero los judíos de los países árabes tuvieron que enfrentarse a las consecuencias de ese triunfo.

En Egipto, todo varón hasta 60 años fue encarcelado como prisionero de guerra durante tres larguísimos años. El rabino de Alejandría fue atado a los barrotes de la prisión y golpeado hasta dejarlo sin sentido. En Libia quemaron más de cien comercios judíos y 18 hombres fueron asesinados, para dos años después Gadafi confiscar toda propiedad judía y anular todas las deudas. En Siria se confinó a los judíos en sus casas con el teléfono cortado y las radios resquisadas, sin posibilidad de salir del país durante los siguientes 25 años.

Unos de los que se llevaron peor parte fueron los de Túnez, donde vivían 105.000 judíos en 1948.

Habib Bourguiba, el gobernante de entonces en el pequeño país mediterráneo, y primer presidente del país tras la independencia de Francia (1956) nada más llegar al poder había disuelto los juzgados rabínicos y ordenó que todas las comunidades estuvieran bajo el paraguas de una sola organización de asuntos hebreos cuyos miembros fueron elegidos por él, no por los judíos. La judería fue arrasada, según él, por razones higiénicas. Era tal el sentido de limpieza que este señor manifestaba que hasta llegó a fomentar la aliá de los judíos tunecinos hasta dos años antes de la Guerra de los Seís Días. Eso le valió para deteriorar las relaciones con Egipto. Nasser lo tachó de traidor a la causa árabe y de lacayo de los estados occidentales. Pero Bourguiba no se amedrantó: siguió creyendo que todo era posible por la vía diplomática, tanto para los palestinos como para los israelíes. Pero el pueblo tunecino no le hizo caso cuando llamó a la contención y el respeto ante la tensa amenaza de las fuerzas de Egipto en la frontera israelí. La ONU pidió la retirada. Pero no se efectuaba. Israel, al ver que la vía diplomática era ineficaz, y ante la amenaza real del ejército egipcio, realizó un ataque preventivo con su aviación. Y entonces los tunecinos saltaron sobre los judíos de Túnez.

 Una turbamulta descontrolada y enfervorecida vagaba por las calles volcando automóviles y destrozando mobiliario urbano. Se dirigían a los comercios judíos. Más de un centenar de ellos ardieron hasta reducirlos a cenizas. Las embajadas del Reino Unido y de EE.UU. fueron atacadas. Y después, vociferando que había que tirar a los judíos al mar, o quemarlos vivos a todos,  se dirigieron a la Gran Sinagoga , en la Avenidad de la Libertad, para saquearla e incendiarla. Las fuerzas del orden apenas movieron un dedo para impedir la violencia.

Jews of Tunisia

 Al anochecer, el primer ministro apareció en las pantallas de los televisores para hacer un discurso a la nación. Básicamente habló del compromiso de Túnez con las naciones árabes. Pero también dijo que era inadmisible y condenable que se culpara a los judíos tunecinos por lo que hacían los judíos israelíes; y que perseguiría a los irresponsables fanáticos para llevarlos a la justicia e imponerles la pena capital.  Al día siguiente, el gobierno tunecino se disculpó formalmente con la población judía. En cuestión de días, 54  ciudadanos , todos jóvenes menores de 30 años, fueron arrestados ;  el jefe de la policía nacional  y  el ministro del Interior fueron relevados de sus responsabilidades. En un juicio celebrado a finales de julio, todos los acusados ​​fueron declarados culpables y condenados a penas de prisión de hasta 20 años.

 Muchos ya habían empezado a irse de Túnez cuando se fueron los franceses. Pero quedaban miles aún en el país. En un año, de forma inmediata, la numerosa judería tunecina quedó reducida a tan sólo ocho mil almas. El éxodo fue inmediato. Los judíos ya no estaban dispuestos a vivir en Túnez pudiendo hacerlo en París o en Jerusalén. Hoy sólo quedan unos mil, practicamente  todos en la isla de Djerba y alguno ocupando puestos de responsabilidad en el gobierno.