SHLOMO IBN GABIROL Y SHMUEL HA´NAGUID: LA AMISTAD QUE NO PUDO SER

Análisis de lo que se vislumbra de la relación entre dos de los grandes nombres de la literatura hebrea medieval.


 El gran intelectual y poeta litúrgico Moshé  Ibn Ezra (ca. 1055-1138) fue quien dejó escrito que Shlomo Ibn Gabirol (1021-1058) y Shmuel Ha´Naguid (993-1038) no sólo eran dos grandes poetas de un tiempo ya para él lejano, sino también dos amigos. Pero unos amigos que vieron rota su amistad en Granada.

Pese a la diferencia de edad (de casi 28 años) y a pesar de sus diametralmente opuestas clases sociales,  Shlomo ibn Gabirol  y Shmuel Ha´Naguid estuvieron unidos por un doble lazo: por un lado estaba la poesía, que ambos cultivaron magistralmente, aunque con ropajes muy distintos; por otro lado, ambos judíos post-califales compartían unos orígenes familiares cordobeses y fueron testigos y víctimas de la caída de la Casa de los Omeyas en Córdoba.

Por motivos más relacionados con el turismo que con la Historia y con el politiqueo más que con la Literatura, se recalca mucho que Ibn Gabirol era un intelectual malagueño. Quien sostiene esto olvida, o quiere olvidar,  para pasmo de la realidad histórica, dos cosas: una, que Ibn Gabirol, aun nacido en Málaga, vivió muy poco tiempo en esa ciudad; y dos: también olvidan -acaso ignoran- que la formación intelectual de Gabirol la adquiere en la ciudad en la que vivió casi toda su vida: Zaragoza. Así lo dice Ibn Ezra, que no es que nos lo inventemos. La familia de Ibn Gabirol se vio obligada a abandonar Córdoba en 1013, huyendo de las violencias derivadas de la invasión de los bereberes del norte de Africa en el Califato de Córdoba, que disolvieron aquel audaz, esplendoroso y breve sistema de gobierno califal. La familia Gabirol, en ese momento de inflexión, se refugia de la intolerancia integrista en Málaga. Allí, Yehudá ibn Gabirol será padre en 1020 o 1021 del niño Shomo ibn Gabirol. Un niño que ya de nacimiento es débil, enfermizo, enclenque y por cuya vida se teme en todo momento. Además de que no crecía -siempre fue muy bajito y poca cosa- padecía una enfermedad de la piel y su rostro era repulsivo para quien la contemplaba. Cuando la violencia almorávide también llegó a Málaga, los Ibn Gabirol decidieron huir de la ciudad y radicarse en la circunscripción musulmana contraria -políticamente opuesta- de la dinastía de los tuyibíes: la Taifa de Zarakusta (Zaragoza). El pre-adolescente Shlomo, en su nuevo mundo, se tiene que enfrentar a una realidad familiar muy dura: queda huérfano de padre; el jovenzuelo, entonces, pobre y solo, objetivo de mofas e insultos, se refugiará de sus limitaciones de salud y estética en el estudio y la devoción, ambos ámbitos bien desarrollados por los sabios abundantes a  orillas del Ebro. Pero mientras, también se va desarrollando su personalidad acre, su trato áspero, mordaz con sus detractores, y muy crítico con sus congéneres y colegas del arte de los versos, los razonamientos y la fe. Una personalidad difícil, muy sensible, suspicaz, que mojaba sus escritos con  agresividad verbal, repletos -por otra parte- de toda la fuerza y belleza que le faltaba a su vida. Por suerte, cayó en gracia de  Yequtiel ben Isaac ibn Hassan, que se convertirá en su mecenas y le sacará de la intemperie a cambio de escribirle panegíricos a veces exageradamente laudatorios. El prestigio de Gabirol crece al mismo ritmo que el de sus enemigos. Ibn Ezra calificaba esa tensión afirmando que “su alma irascible dominaba su inteligencia, no podía refrenar su cólera ni superar la injuria y el daño que se le hacía”. El mismo Gabirol es, por supuesto, consciente de su personalidad, que asume con orgullo:

“Mi espada está en mi boca, / mi dardo está en mi lengua / y es mi labio mi escudo y mi rodela; / y para el corazón del que lo oye / es mi canto una maza que revienta / la rosa, y con mi cólera trituro. / Soy para mis amigos miel y leche, / más ponzoña de áspid para aquellos / que a mala parte echan mis consejos (…)”.

Shmuel Ha´Naguid, conocido por los cristianos como Ibn Nagrella,  es, por así decirlo, todo lo contrario a Gabirol. Nació en Córdoba, pero la familia había llegado allí desde Mérida. Es muy probable que en Córdoba conocieran a los Ibn Gabirol antes de huir despavoridos hacia Málaga. Naguid no es un apellido sino un título: el de príncipe de los judíos andalusíes. (Lehaguid, decir, de donde Naguid -decidor- es un título que ostenta quien dice a los judíos lo que hay que hacer y cómo hacerlo, además de decir en nombre de toda la comunidad lo que haya que decir a las autoridades musulmanas del califato) A lo sdiez años de edad la familia Nagrella huye también a Málaga. Famoso por dedicarse a la farmacopea, el secretario del gobernador lo tomó en gracia y acabó siendo el visir del gobernante de Granada. Es decir, es un hombre rico, conocedor de las formas y modos de la corte zirí, diplomático, prudente y un hombre de acción que participó en la toma de Almería. Lo contrario a Gabirol. Además, sus versos son opuestos: al preciosismo erudito y tanájico de Gabirol se opone el verso austero, seco, secular y realista del político.

No hay datos para pensar que tenían entre sí una correspondencia lírica, pero sí es seguro que Gabirol escribió -o conservamos- siete poemas para el Naguid. Otros elevan la cifra a dieciséis. Sanz Barbadillos, quien más conoce académicamente en España la poesía hebrea de la Edad Media, además, sostiene que no hay base cierta para asegurar que ambos poetas tuvieran conocimiento mutuo real. Sin embargo, otros, como Bargebhur, sostienen que Gabirol vivió durante un tiempo en casa de Shmuel en Granada, contratado como preceptor privado del hijo del Naguir, Yosef. Incluso habría asistido a su boda y le habría dedicado algún poema, como hiciera con su padre.

Pero no todo lo que Gabirol escribió sobre el Naguid era de signo laudatorio. Conocemos un poema en que se manifiesta que hubo una gran crisis en su amistad. Desconocemos el motivo y el momento de la desavenencia entre ambos, pero los versos indican que pasamos de comparaciones con Samuel El Profeta -el de Ramá- a otros términos sobre los que flotan nubes de tormenta. Y además está el testimonio de Ibn Ezra, que era un siglo después sabedor del distanciamiento entre los dos amigos.

Uno de esos poemas se titula Sfat Misraj, la Lengua del Oriente, en donde los motivos de la naturaleza no son los agradables murmullos de las aguas de las albercas en los patios cordobeses sino la iracundia representada en los rayos de la tormenta. Mucho más elocuente, menos críptico, es el poema Emor Le´Shar, Dile al ministro, al príncipe encumbrado y poderoso, / de cuyas proezas se habla por el mundo: «En ti confiaba mi corazón, y no recibió ayuda, sino que se avergonzó de haber esperado y aguardado, como la hija de un noble cuando abre la puerta a su amado y él le da la espalda y pasa de largo.»

Gabirol, tal cual es su norma, no tiembla a la hora de hablar sin filtros, así lo tenga que hacer de la mayor autoridad hebrea de su época; pero en el alma judía de los espíritus nobles y devotos está la melijá, el perdón, la rectificación del error del alma y lo sentido, lo hecho, y tampoco le tembló la mano para tomar la pluma y  escribir también una disculpa titulada «Kum Ha´Ezman», Ha llegado el momento, que se encontró en uno de los fragmentos de la Guenizá de la sinagoga de Ben Ezra en El Cairo.