
Noticias de los entuertos de dos judíos sevillanos del S XIV, pocos años antes del terrible evento de la destrucción de la judería de Sevilla.
Como sabemos, en verano de 1391, en Sevilla, estalla la masacre que terminará con la judería sevillana -donde se contaban hasta 23 sinagogas. La masacre de la aljama de Sevilla se extenderá a juderías de gran importancia, como Valencia, Mallorca, Barcelona, etc. Pero los problemas de 1391 no nacen en ese mismo año, sino que fueron resultado de una serie de problemas encandenados y , por supuesto, por los sermones antijudíos del arcediano de Ecija, que pasa a la historia como el principal instigador.

Algunos años antes, concretamente entre los años 1369 y 1377, la catedral de Sevilla -o para ser más exactos el cabildo catedralicio de la misma- sostuvio un pleito con los judíos hispalenses. Su memoria está guardada en los archivos de la catedral y es de interés porque nos da una gran información sobre la judería sevilllana en los últimos tiempos del reinado de Pedro I y los primeros de su sucesor y fratricida, su hermanastro Enrique II.
Según los archivos catedralicios, en junio de 1369 se celebró un juicio entre Benito Ferrández, procurador del deán catedralicio, y dos procuradores judíos, Abraham Alfandary y Moshé Gabay, representantes de de Meir Ha´ben Yex y Sulema Ha´ben Atabeb. Meir Ha´Ben Yax -aunque no es seguro- podría ser hijo de un conocido médico judío llamado Samuel Aben Yax, que en 1344 había adquirido propiedades que tenía en Sevilla D Alfonso de Alburquerque.
El problema a juzgar era que el procurador cristiano demandaba de los judíos en cuestión abonaran algo más de seis mil maravedíes -cantidad nada despreciable- que debían haber pagado el año anterior. La deuda tenía como origen el hecho de que el rey Pedro I había decidido que se le entregara todo el dinero de los diezmos eclesiásticos de la localidad de Carmona (cercana a Sevilla y con judería nada pequeña) Esos diezmos eran algo más de 22.000 maravedíes, de los cuales la mitad debían ser pagados por los judíos antes mencionados por ser los arrendadores del almojarifazgo. Esta institución medieval era un impuesto que se pagaba por los géneros o mercadurías que entraban o salían del reino -en este caso por el puerto de Sevilla. Lo que hoy llamamos aranceles, sólo que entonces se pagaban también entre puertos del mismo reino de Castilla. Los hebreos sólo habían abonado cinco mil maravedíes, asegurando que el resto lo pagaría un tal Diego Alfonso a quien habían subarrendado el almojarifazgo. Pero el tal Diego Alfonso decía que él no tenía ninguna deuda con los hebreos porque con la llegada del nuevo rey las deudas habían quedado exoneradas.
Si tal hubiera sido, también los hebros habrían quedado exentos de esa deuda. Así que los judíos reclamaron al monarca Enrique II -que como sabemos no era muy afín a los hebreos. No obstante, les concedió una carta en la que el primer rey de la dinastía de los Tastámara declaraba que no era necesario que los judíos pagaran la deuda pendiente. Lo que no se esperaba era que la carta de la mayor autoridad del reino no fuera aceptada como disculpa para no pagar.
Entre 1369 y 1376 no aparecen datos en los archivos catedralicios a este respecto. Sulema, entre tanto, había fallecido, heredando la deuda su viuda y su hijo, Çag Huérfano (Isaac el Huérfano), así como el tutor de éste, Samuel Levi, que había delegado la tutoría en Çag Lacagorda. Como escribano de los judíos figura Jabiv Aben Adam (Javiv Ha´Ben Adam) , además de los tres dayaním del Beit Din de Sevilla, Çag Ha´Ben Jamias, Çag Picho, y Yucef aben Alabed.

El cabildo catedralicio era otra persona, para 1376: Domingo Ruiz; en enero de 1377 se condena a que el judío que queda vivo, Meir Ha´ben Yex, abone la deuda al cabildo de la ciudad hispalense. Parece ser que el problema, que databa de cuando Pedro I necesitaba medios para enfrentarse a su hermanastro Enrique II, era aprovechado ahora para que los judíos, no queridos por Enrique II, pagaran la fidelidad al rey asesinado en Montiel, a quien en los legajos archivísticos llaman «el tirano». También le llamaban Pero Gil, y a sus seguidores, emperogilados, pues sostenían que Pedro I, a quien su hermanastro llamaba «fil de puta judío», no era hijo legítimo de Alfonso XI, sino de un judío llamado Pero Gil. El tesorero de las finanzas de D. Pedro era Franciso Fernández de Marmolejo, de origen converso.
El sentimiento antijudío flota en todos los registros del pleito, pero quizás se exprese en su mayor magnitud en el hecho de que se pedía la pena de cárcel -no el pago de la deuda con ciertos intereses, sino la cárcel. Al final, por ausencia de datos en el archivo, no se sabe en qué quedó.
Bibliografía:
- «Un pleito judío en Sevilla «, Julio Valdeón Baruque, catedrático de Hª Medieval de la Universidad de Sevilla, director del Archivo de Simancas y Miembro de la Real Academia de la Historia, Sevilla 1974.