
Al norte de Aragón, la judería de Monclús fue asolada por los franceses de la Segunda Cruzada de los Pastorcillos.
Al norte de Aragón, y al norte de la provincia de Huesca, ya en el Pirineo, se extiende la comarca de Sobrarbe, con cuatro valles formados por cuatro ríos. Uno de esos valles es el del Cinca. Allí estaba la localidad de Monclús, de no poca importancia en la Edad Media. Hoy la zona está anegada por un pantano construido en 1970, pero allí había un castillo desde el S XI -sede de la baronía de Monclús- hasta que fue derribado en 1519. Hoy está en estado de ruina total.
No se sabe si había en el S XI judíos en esa comarca, pero sí consta haberlos habido desde el XII hasta el XIV, llegando a ser unas ciento cincuenta personas, de las cuales cuatro familias eran refugiados de la la expulsión de Francia en 1306. En el pueblo había dos notarios judíos, lo que nos muestra que la localidad era centro importante en transacciones por aquellos lares. Incluso conocemos gran número de nombres de esas personas.
Antonio Durán Guidol, gran conocedor de las juderías de Huesca, dice en diciembre de 1259, el tenente del castillo de Montclús renuncio a su tenencia y lo entregó a Jaime I, quien a su vez anuló todos los procesos judiciales que había pendientes en la plaza, excepto uno: el del asesinato del rabino de la localidad. Los otros pleitos de la comunidad judía eran referentes a multas por excesos en los intereses de los préstamos. También se sabe que hubo un gran entuerto cuando en 1289 hubo una revuelta contra el abuso del pago de impuestos de la aljama , y los judíos de Montclús fueron condenados por asaltar el castillo de Clamosa para liberar a unos cuantos judíos allí encarcelados; fueron luego absueltos. También consta una trifulca dentro de la propia sinagoga cuando el rabino golpeó a tres judíos, siendo todos condenados al pago de 500 morabitinosy provocando un eventual exilio del rabino y su hijo a la judería ded Barbastro. Otro caso judicializado fue la muerte de una judía y su hijo aplastados por un derrumbe de un muro; puesto que los judíos deben ser enterrados lo antes posible, levantaron los cadáveres sin esperar a la autorización del merino de Huesca, y la comunidad fue condenada.

Al otro lado de los Pirineos, esto es ,en Francia, también ocurrían cosas. Y al otro lado del Mediterráneo -Tierra Santa- también: Las Cruzadas. En Francia, bajo el influjo de la reconquista de los Santos Lugares, se desarrollaron unos movimientos cruzados populares, como la Cruzada de los Niños, o las llamadas primera y segunda cruzada de los pastorcillos. La primera, de 1250, fue un delirio de un fraile húngaro del Císter que presuntamente recibió una carta de la virgen para decirle que los nobles nunca conquistarían Jerusalén -Luis IX de Francia había sido hecho entonces prisionero- y que sólo los villanos y los humildes pastorcillos lo conseguirían. El grupo de rebeldes acabó pasando hambre y asolando aldeas judías para poder comer, hasta que fueron erradicados por las fuerzas del orden.
La segunda cruzada de los pastorcillos surgió en 1320, en medio de una hambruna general en Europa y cuando en Francia se vivía una coyuntura política digna de recordarse, porque avivó mucho el antisemitismo: Felipe IV El Hermoso, despótico y cruel rey de Francia y de Navarra (su madre fue Isabel de Aragón y su esposa fue Juana I de Navarra ) había llevado a su reino a la ruina. Culpaba de ello a tres frentes con grandes medios económicos: la Iglesia, los Templarios -a los que quemó vivos en París tras declararlos sodomitas y ladrones- y , cómo no, a los judíos, a los que expulsó del reino de Francia en 1306. (Ya lo habían sido en 1182 y volverían a serlo en 1321 y 1394.) Dos hijos de Felipe El Hermoso restauraron el poderío económico de la banca judía en Francia. El pueblo rugía.
Y en esto, un joven pastorcillo, de peregrinación en el Monte Saint Michel, tiene una presunta visión y el Espíritu Santo le encomienda luchar contra los musulmanes de la Península Ibérica. En poco tiempo tiene formado un grupo de seguidores. En realidad, una banda de andrajosos sin recursos que, tras el fracaso de la Séptima Cruzada, se rebelaba contra sus propios reyes haciéndose disculpar en sus fechorías por mandato divino . Pero fueron excomulgados por el Papa en Avignon.
En el mes de mayo de 1320, mientras vagabundeaban por el sur de Francia, vieron que el tiempo primaveral les permitía atravesar los Pirineos y entrar en el reino de Aragón por los puertos del río Cinca.
Aunque su objetivo era unirse a las huestes del hijo del Rey Jaime II y llegar así hasta Valencia y Granada, donde pondrían en su sitio a los mahometanos, su primera parada traspirenaica fue en la población de Monclús.
El jueves 3 de julio, los pastorells, ayudados por diversos vecinos del país, asediaron Monclús y procedieron al asesinato de la mayor parte de los judíos, saqueando la judería.
En los archivos consta el asesinato de 35 judíos, pero en realidad debieron ser muchos más. Dicen algunos que 300. Algunos se convirtieron al cristianismo -unos diez- y de unos 17 no se sabe nada, posiblemente huyeran hacia los montes o se refugiarían en alguna casa de cristiano amigo. Incluso podría ser que no estaban en Monclús en ese momento.
Tras la matanza y el consiguiento saqueo general de la localidad, los pastorcillos se llegaron a la cercana Barbastro, donde vendieron lo robado a los que mataron: sayuelas, tabardos y tabardillos, túnicas, velos y espalderas, ceñidores y vestidos, entre las prendas de vestir; pero también había alhajas, anillos de oro y plata, frontaleras de perlas, pulseras , diademas, botones de perlas, limosneras etc. El prior de Naval compró artilugios que eran de Bonafós Gallipapa y su esposa: una taza de plata, un mortero de cobre, ropas y otros bienes que después tuvo que devolver. Diversos objetos de oro y plata fueron vendidos a un platero de Lérida. La pieza de mayor valor, robada a los judíos, era la corona de La Torá , de plata; se indagó mucho para intentar saber su paradero, sin resultados positivos.
Fue el principio del fin para Monclús: los judíos que quedaron vivos decidieron marcharse a otras aljamas más seguras; eso a pesar de que Jaime II declaró francos (exentos de pago de impuestos) a los que estuvieran esperando la restitución de los bienes expoliados en las aljamas de Barbastro o Jaca. Los cristianos, con el tiempo, también tuvieron que dejar el pueblo porque, con la marcha de los judíos, la localidad se vio inmersa en la crisis económica total, aumentada por la irrupción de las sucesivas epidemias de peste bubónica.