DANIEL DE FONSECA

Historia de un médico nacido en Portugal que hizo una gran carrera en el la primera mitad del S XVIII en Constaninopla, Bucarest y París-.


El apellido Fonseca es de origen gallego, originario de la localidad de Quintana de Fonseca, cuyo señor participó en la reconquista de Toledo, extendiéndose el nombre por toda Castilla y León. Una rama pasó desde Salamanca a Portugal y por eso nuestro Daniel de Fonseca, al igual que otros muchos judíos portugueses con ese apellido, nace en Oporto,  en 1672.

 Su abuelo fue quemado por la Inquisición. Y si su padre, Abraham,  no fue quemado es debido a que tuvo la suerte de poder huir a Amsterdam con su esposa, dejando a sus hijos atrás (sin que se sepa la razón de semejante despropósito) Daniel sólo tenía ocho años, fue bautizado en la fe católica y como probablemente fuera mantenido en algún hospicio, de joven entró en un seminario con el objeto de ordenarle cura. Pero tan pronto como tuvo uso de razón y comprendió quien era retornó en secreto al judaísmo. En el monasterio empezaron a notar indicios de cripto-judaísmo y la Inquisición empezó a seguir sus pasos, por lo que decidió escapar y radicarse en Burdeos, Francia. Allí estudió medicina y cuando hubo terminado marchó a París ( donde entonces estaba prohibido que hubiera judíos)

En 1702, no obstante, abandona París y parte hacia Constantinopla. Es aquí,  en el seno de su no pequeña comunidad judía, donde comienza a vivir abiertamente su judáismo; y donde se casa con una judía, Esther Franco Mendes. Una hermana de Daniel, Sarah, se había casado también con Abraham Franco Mendes, pero los cuatro hijos que éstos tuvieron figuran en las páginas de genealogía como nacidos en Amsterdam. (Uno de ellos, el famoso poeta David Franco)

Daniel, en Constantinopla, se reveló como un gran médico y rápidamente pasó a cuidar de la salud de la aristocracia de la ciudad, haciéndose famoso por todo el Próximo Oriente e incluso en Europa. Cuando el zar Pedro I El Grande derrotó a Carlos XII de Suecia en la Batalla de Poltava, que puso fin a la hegemonía sueca en el norte, Daniel de Fonseca ayudó al rey de Suecia en todo lo que pudo para no perder la llamada Guerra del Norte, siendo responsable de la acogida de más de 1500 soldados en Moldavia, entonces parte del Imperio Otomano.

Fue por esta época -y hasta 1719-  cuando el embajador de Francia en Constantinopla empezó a tenerle a su servicio, no sólo como médico sino también como consejero para el trato con la complicada y especial administración otomana. Dejó el puesto para irse a Bucarest, para pasar al servicio del príncipe Nicholas Mavrocordato de Valaquia, dragomán -intérprete- del Imperio Otomano. Gracias a esto, ayudó mucho a las mejoras de los judíos de Rumanía en esta época.

Luego estallaron las guerras entre el Imprio Otomano y la Casa de Habsburgo. De Fonseca una vez más está a favor de los otomanos y, sobre todo, de la embajada francesa en Constantinopla. De hecho, por esta época regresa a Costantinopla para ser el médico del sultán  Ahmed III hasta que éste fuera encarcelado en 1730

Tras este hecho, De Fonseca decide regresar  a París, donde sabemos que trabó una gran amistad con Voltaire. Y en París murió -alav ha´shalóm- hacia 1740.