
Historia sevillana de fines del S XV sobre un amago revolucionario en la judería donde se implantó el primer tribunal inquisitorial de España.
La Inquisición (creada, como sabemos, en Francia, en el S XI ) llegó a Castilla bastantes siglos más tarde, concretamente tras el Concilio General de Sevilla, de 1478, con los auspicios de la monarquía castellano-aragonesa, que fue quien realmente instauró su siniestro tribunal en Sevilla.
La judería hispalense, al menos desde su reconquista por Fernando III, siempre vivió arrinconada y en un ambiente de hostilidad latente; tras años de prédicas anti-judías por parte del arcediano de Ecija (que vivía en Sevilla) Esa inquina estalló en la terrible masacre de 1391. Lo cuenta la misma Crónica de los Reyes Católicos, pero también las fuentes en hebreo. Este funesto evento de la historia del odio tiene unas consecuencias:
- la masacre se extiende rápidamente al resto de juderías de la corona castellano-aragonesa, asolándolas hasta su destrucción total, como fue el caso de las de Valencia o Barcelona, entre otras muchas.
- los judíos sevillanos que no perecen asesinados toman el camino de la huida, refugiándose en la localidad marroquí de Debdou.
- parte de los supervivientes deciden -temiendo por su vida- abjurar de la fe judía y ser bautizados en la fe católica, convirtiéndose en «cristianos nuevos».
Muchos cristianos nuevos en realidad llevaban dos vidas y, en la intimidad de sus hogares, algunos de ellos donados por el Duque de Béjar, seguían siendo plenamente judios. Estos cripto-judíos sobrellevaban como mejor podían el continuo acoso moral del despotismo de los dominicos -la orden inquisitorial de cruenta jurisprudencia inmisericorde.
Así que, agotada la paciencia, la comunidad conversa tardó en organizar una conjura para acabar con aquella afrenta inquisitorial.
Al frente de aquella conjura estaba D. Diego Susán, cristiano nuevo que había sido nombrado regidor de la ciudad por la misma reina » por los muchos e buenos e leales serviÇios que me auedes fecho y fasedes cada día». Lo acompañaban y secundaban el sabio Juan Fernández Abulafia, Bartolomé de Torralba, consejero municipal de Sevilla, Gabriel de Zamora, Manuel SaúIi, su vecino desde la infancia y cuñado desde que se casara con Miriam, hermana de Diego; Shaúli fue quien presentó a Diego a Sarah Salom, con la que se casaría el regidor en 1461 . La boda fue , como se dice en Sevilla, de tronío; pero el ruido que causó no fue por truénos sino -así dice la leyenda- por un vendaval que de pronto azotó durante media hora al Alcázar, arrancando cincuenta naranjos de sus huertos y cortando en seco la torre de este importantísimo edificio. El populacho rápidamente interpretó el asunto como signo de mal augurio para la pareja.
Don Diego y su esposa, Sarah, concibieron pronto el fruto de su amor y, antes de un año, Sarah dio a luz una hija. No pudo disfrutar de su crianza porque murió en el parto , a causa de una hermorragia incontenible para el médico de familia, Ruy Pérez. A la niña la llamaron Susana y fue su tía Miriam quien se ocupó de ella, amamantándola con la misma leche con que alimentaba a su propia hija, nacida dos meses antes. Susona creció sana , segura y bien alimentada. Para 1480 tenía 19 lozanos abriles y, de tan bella que era, la llamaban Fermosa Fembra. Parece ser que, además, era ambiciosa -a la sazón era hija única de uno de los hombres más ricos de Sevilla- y dicen que Susona usaba sus gracias femeninas para mantener amoríos no con un cualquiera sino con un poderoso caballero cristiano, de la noble familia de los Guzmanes, que podía mantenerla como toda una reina a orillas del Guadalquivir.
Pero la ciudad había sido elegida primera sede del Tribunal de la Santa Inquisición y la comunidad judeo-conversa sabía lo que se le avecinaba. Sushón y Shauli organizaron una reunión secreta a la que asistieron, además de caballeros de Uterra y Carmona, el sabio Juan Fernández Abulafia, Bartolomé de Torralba, consejero municipal de Sevilla, Gabriel de Zamora, el arrendatario de las salinas D. AyIlán Perote; Benadeva, padre del que luego sería canónigo de la catedral sevillana y Juan Alemán, alias Pocasangre, mayordomo de la ciudad de Sevilla, Pero Cansino (ancestro del gran escritor Rafael Cansinos Assens y la sobrina de éste, más conocida como Rita Hayworth, Margarita Cansino de nacimiento) Todos reunidos en la iglesia de San Salvador, antigua mezquita. La conclusión de la reunión no fue sino convenir en la necesidad de asesinar a los inquisidores.
La joven era consciente de las andanzas de su padre y del peligro que entrañaba la empresa; temía tanto por la vida de su progenitor que, un día, desesperada e incauta , se lo contó todo a su novio. Este, estupefacto ante la confesión, no dudó: raudo y veloz, fue a denunciarlo a quien era el asistente de Sevilla entonces, Diego de Merlo.
Se organizó una redada en casa de Diego Susón. Fueron apresados unos veinte conspiradores. Todos fueron ejecutados el 6 de febrero de 1481, según la leyenda, en el barrio sevillano de Tablada, tras el sitio del Real, donde hoy se hace la Feria de Abril.
Susana, consternada por saberse origen del asesinato de su propio padre, defenestrada de la comunidad judía, buscó amparo -cuenta la leyenda- en la Catedral, donde el arcipreste Reginaldo de Toledo, obispo de Tiberíades, la bautiza y la aconseja que se retire durante años a un convento para expiar la culpa; no contenta con esto, Susona ordenó en su testamento que, una vez muerta, su cabeza colgara en el quicio de la puerta de su casa en lo que hoy es el barrio de Santa Cruz, anterior judería hispalense.
Por eso hoy la calle aquella se llama La Calle de la Muerte.
La cebeza de la Susona permaneció allí al menos hasta 1600, año en el que decidieron eliminar tan macacro hecho. En su lugar, hoy hay un azulejo que recuerda la calavera de tan disdichada joven sevillana, y la calle pasó de llamarse Calle de la Muerte para llamarse Calle de la Susona.
Bibliografía:
- Relación histórica de la judería de Sevilla. Establecimiento de la Inquisición en ella, su extinción, ycolección de los autos que llamaban de Fe celebrados desde su erección, Sociedad de Bibliófilos Andaluces, Sevilla, 1978