JANUKÁ EN LA TRADICIÓN SEFARDÍ DE SIRIA

Los sefardíes de Alepo (Siria) tienen una particular costumbre para  celebrar en Januká. No encienden la janukiá como los demás judíos.


Alepo, la ciudad siria hoy prácticamente destruida por completo, una de las ciudades más antiguas de todo Oriente Medio, tiene una relación con el judaísmo muy antigua: desde tiempos del Rey David -Aram Soba según Samuel- y desde que fuera parada de los judíos que regresaron del cautiverio de Babilonia.   Muchos de ellos, en vez de continuar viaje hasta Judea, se quedaron en Alepo, donde construyeron una comunidad próspera y sabia.  De hecho, el Alepo codex es el más antiguo manuscrito del Tanaj completo que disponemos y fue escondido en una pequeña caverna de la Gran Sinagoga en el S XIV.

Los judíos de Sfarad llegaron a Alepo como un destino más del entonces acogedor Imperio Otomano, pero un destino donde había una gran vida de estudio rabínico. De todos ellos, destacaba Shlomo Kasin, cuyo nieto se convirtió en el S XVI en el primer miembro de la familia en ser  rabino mayor  de Alepo. Otra familia conocida eran los Lobatón, que aún siguen allí.

Una de las peculiares costumbres de estos sefardíes de Alepo era recordar,  con la celebración del milagro de Januká,  el milagro de haber podido salvar la vida a lo largo y ancho de su complicada y peligrosa peripecia vital a través de los mares de entonces, expuestos a las fuerzas de la naturaleza y a la mala naturaleza de muchos hombres; celebrar el milagro de haber llegado con vida  a un destino donde había libertad de culto asegurada, grandes jajamín con los que estudiar y una vida laboral que permitía a través del comercio de seda y algodón una vida holgada,  de la que ya hablaba había en Alepo ese pionero de las guías de viajes que fue Benjamín de Tudela. Hoy es uno de los peores lugares del planeta para vivir.

Así que como según la Halajá no hay límite en las velas que hay que encender, además de las habituales, los sefardíes de Alepo encendían una más, en acción de gracias por el milagro de no haber sucumbido a un destino nefasto.