El puerto de Avilés -en el Principado de Asturias- acogió una judería desde 1085 , dedicada en gran parte a la industria del vino kasher.
Después de la reconquista de Toledo, 1085, Alfonso VI -de quien era leal vasallo El Cid Campeador- concedió unos fueros a la villa de Avilés, en el entonces Reino de Asturias. Es el documento escrito en idioma asturiano más antiguo del que se tiene noticia. No obstante, la villa existía ya en tiempos de los romanos; en esos fueros son mencionados los judíos avilesinos, por lo cual entendemos que, antes de 1085, había en este puerto asturiano una cantidad suficiente de judíos como para hacer fueros que administraran su existencia (junto a los judíos de localidades vecinas, como Luarca, Oviedo, Villaviciosa. ) En 1155, Alfonso VII confirmó a los judíos avilesinos los fueros que les había otorgado su abuelo Alfonso VI.
Estos judíos, por las fechas de las que estamos hablando, habrían sido parte de los judíos que , con el fin del califato de Córdoba y la invasión de los almohades y almorávides, huyeron hacia los reinos cristianos, mucho más allá de Toledo e, incluso, de León. De hecho, los vaqueiros de alzada, nombre dado por Jovellanos a los ganaderos transhumantes que en verano subían a las brañas para alimentar a sus rebaños, son un grupo étnico asturiano con rasgos distintivos propios que se cree que provienen de una migración mozárabe (también los mozárabes dejaron Al Andalus para acabar en Galicia y toda la cornisa cantábrica, de hecho llevaron las jarchas árabigo-hebreas a la lírica galaico-portuguesa las Cantigas de amigo, primer expresión de la lírica castellana) Pero para otros estudiosos, los vaqueiros provienen también de judíos o de conversos. No está del todo claro, pero sería lógico, y no sólo asentados en el centro de Asturias, sino también en el Oriente – Campo Caso- e incluso en los Valles Pasiegos, hoy ya en Cantabria.
El puerto de Avilés en aquella época fue uno de los más importantes del Atlántico. Y aunque los judíos avilesinos comerciabam con sal -y con todo lo que se pudiera- su mayor industria era la vitivinícola. Por la sencilla razón de que el vino en el judaísmo es sagrado y tiene que ser kasher (apto, según La Ley ) Sus viñedos , así pues, se extendían por el cerro del antiguo arrabal marinero de Sabugo, al norte del río Tuluergo, separado de la villa -en su tiempo amurallada- por e las marismas que se formaban en lo que hoy es el parque del Muelle y la Plaza Nueva o de los Hermanos Orbón. En San Cristóbal de Entreviñas, una barrio del Sabugo, precisamente, existe también una calle, Salomón, que da pistas de la presencia judía (o conversa ) en la ciudad.
Quizás allí viviera Adam López, que regresa a Avilés en 1494 reclamando las casas que había tenido que malvender cuando fue expulsado en 1492. O los negociantes Eli Melón y Pedro Salomones de Pravia, también vecinos de la ciudad. O Johan Salomon de Sabugo, testigo de un contrato de compra-venta en el concejo costero de Gozón en 1255. En 1260, Alfonso X El Sabio hizo notificar al concejo de Avilés ordenanzas para establecer las condiciones del prestamismo (concretamente pide que los judíos no den usuras más de tres por cuatro) y que la liquidación de deudas se hiciera ante testigos.
Del año 1285 hay varias entradas archivísticas sobre Adam Guyráldez. Por ejemplo, Sancho IV pide a los concejos de Llanes y Lena que pagaran a Guyráldez la fonsadera que debían. (La fonsadera era un impuesto especial para subvencionar las campañas bélicas; para que algunos pueblos fueron exentos de ir al ejército tenían que pagar ese tributo a cambio.) Giráldez había sido nombrado por el rey recaudador de impuestos del diezmo de los paños y las mercancías que llegaban al puerto de Avilés , y luego fue nombrado guarda de todos los puertos desde el río Deva a Ribadeo, es decir, toda la parte occidental de Asturias. Al año siguiente, 1286, Sancho IV ordena que Oviedo, Avilés, Llanes y Tineo muestren a García Fernández de Oviedo todas las cartas de pago y demás compromisos que hubiesen establecido con Giráldez para aclarar las cuentas de los impuestos que había arrendado del rey Abrahám El Barchilón. Para 1288, Giráldez ya aparece como notario real de Oviedo ante unos entuertos sobre abusos pecuniarios entre vecinos.
Lo cuenta todo un ex edil avilesino, ex-concejal de cultura, y profesor, Román Antonio Álvarez , quien tras cuatro años de intensa búsqueda de datos por archivos de toda índole, escribió la obra «Avilés, las huellas de Sefarad». Una obra magníficamente editada desde todos los aspectos y con una importante cantidad de ilustraciones que corroboran las explicaciones del autor.