
Un rabino que dejó tras de sí un importante legado de composciones litúrgicas modélicas.
El patronímico Antebi -que es usado por una gran saga de rabino- procede de una localidad hoy turca, Gaziantep, pero que antes de la caída del Imperio Otomano se llamaba Ein Tab. Dicen que es el antiguo asentamiento de Antioquía, en la gran ruta caravanera a cuya sombra florecieron el puerto mediterráneo de Alejandreta o la misma Alepo, capital del eyalato en que quedó la ciudad administrativamente sujeta. Los Antebi, afincados en Aram Tsobá (el nombre judío para la ciudad de Jalab/ Aleppo) provienen de este lugar cerca de la localidad de Jarán de Abraham, pero alllí llegaron cuando en 1516 los otomanos conquistaron a los mamelucos la provincia de Siria. El primer Antebi conocido fue Rajamím, nacido en 1554, nieto de un rabino expulso de Sefarad.
Raphael Yitsjak Antebi nació en Arám Tsobá el tercer día de kislev del año 5679 (1853) Desde temprana edad tuvo inclinaciones artísticas, componiendo poemas, pero en su juventud se quedó ciego y tuvo que pedir ayuda de sus compañeros de estudios para poderlos poner por escrito. De esos poemas se concluye que ya de joven tenía un profundo conocimiento de la mística judía: La Kabalá.
En 1893 realizó un viaje hasta Jerusalén para asistir como invitado a la ceremonia de ordenación rabínica de r Yaakov Shaul Eleazar como Rishon Le´Tsión. Para tal evento compuso un poema litúrgico que presentó mediante dos coros de jasaním expresamente formados por él. El propio Rishon Le´Tsión era jasán -de la tradición inmensa de los coros de Constantinopla. Adoptado de joven por Benjamin Mordejai Navón, cuando Eleazar fue elevado a la catergoría de ilui (alumno aventajado de una yeshiva) le llamó Yeshá Brajá -«Logrará la bendición de H´»una referencia al Salmo 24, 4. El piut que le compuso Antebi lleva ese título.
A continuación su interpretación a cargo del gran jasán hierosolomitano Moshé Jabusha
Rafael Antebi, en los últimos años de su vida, fue de alguna forma víctima de la Primera Guerra Mundial y tuvo que dejar Arám Tsobá para refugiarse en El Cairo. Allí murió el día de cumpleaños hebreo del año 1919.
No nos consta matrimonio ni hijos, pero dejó tras de sí más de cuatrocientos poemas litúrgicos, llenos de una sensibilidad como la que los invidentes pueden ofrecer al mundo del arte. Dicen que cuando hablaba con la gente lo que salía de su garganta salía rimado y que algunos poemas fueron inspirados por esas conversaciones. Hoy son parte principal de la tradición judía de Aram Tsobá y aún son entonados en eventos del ciclo de lavida judía en sitios como Marruecos o Yemen. Uno de sus más famosos piutím es el titulado, en arameo, Tazrani El Jai, «Ayúdame, Dios Viviente» . A pesar de que es una obra creada para Yamím Noraím y para promover la tshuvá, el retorno (al camino de La Torá) , está compuesto para el makám (tonalidad melódica) más alegre que hay, por lo que se acabó haciendo popular para cantarlo en Kabalat Shabat. Es de tal fama que Jabad institucionalizó entre sus seguidores su canto, por lo que en el video veréis a askenazíes y sefardíes celebrando juntos la recepción de Shabat (Kabalat Shabat -Shabat «no entra», A Shabat, en tanto que reina y novia, se la recibe, se honrra, no es que ella irrumpa)
De las dedicatorias de muchos de sus poemas se desprende que fueron creados por solicitud personal por una tarifa que permitía vivir a Antebi. Estos poemas contienen muchas alusiones personales que a veces no son fáciles de desentrañar su significado, pero como buen paytán, cuaja sus obras con hipervínculos literarios de muchos versículos tanájicos. Una antología general fue recopilada, editada y publicada en Jerusalén en 1902. Además de la composición y la interperetación, también se preocupó de la docencia -de transmitir el legado- y de vez en cuando iba por las yeshivot analizando a los talmidím que demostraran estar llamados a la jazanut. En otras palabras, formó a lo más granado de los jasaním del S XX.