PARASHAT HA´SHAVÚA: «VA´YESHEV»

Parashá: Va´Yeshev, וַיֵּשֶׁב , Se asentó.  Genesis 37:1–40:23. Haftará :  Amos 2:6–3:8. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita.


El fundamento de la persistencia se encuentra en las luminarias de Janucá

“Y escuchó Reuvén y lo rescató (a Yosef) de sus manos (de
los hermanos) y dijo: ‘No lo vamos a matar’. Y les dijo Reuvén:
‘No derramen sangre. Arrójenlo a este pozo que está en el desierto,
pero no envíen mano sobre él’; [Reuvén dijo esto] con el
propósito de rescatarlo de sus manos y devolverlo a su padre”
(Bereshit 37:21-22).

Mandrágora. Tacuinum Sanitatis, 1474.

En el Midrash está escrito que en el versículo (Shir Hashirim
7:14): “Los dudaím (‘las mandrágoras’) exhalan su fragancia;
y a nuestras puertas, hay toda clase de frutas deliciosas”, hay
una conexión entre el hecho de que Reuvén protegió a Yosef y
las luminarias de Janucá. “Los dudaím exhalan su fragancia”
hace referencia a Reuvén, y “a nuestras puertas, hay toda clase
de frutas deliciosas” se refiere a las luminarias de Janucá. Este
Midrash es extraño, pues ¿cómo se puede comprender esta
comparación?

Podemos explicarlo diciendo que, cuando Leá le dio los dudaím a su hermana Rajel, Reuvén comprendió que su madre Leá mostró la gran valentía que tenía. A su vez, los dudaím simbolizan la valentía que se requiere para romper el deseo que se tiene por algo, ya que Reuvén se había abstenido de comerlos y se cuidó de no transgredir la prohibición de robar (Tratado de Sanhedrín 99b). Con esta acción, Reuvén demostró ser un ejemplo de abstención para sus hermanos. Todo lo que quería Leá no era simplemente comerlos, sino que ella quería sentir el grandioso deleite imbuido en aquellos dudaím: el heroísmo de su hijo Reuvén. Y, aun así, ella le dio aquellos dudaím a su hermana Rajel.

Reuvén intercambió los lechos de Yaakov, llevando el queYaakov tenía en la tienda de Bilhá a la tienda de su madre Leá, y Yaakov le reclamó fuertemente por ello. El reproche de Yaakov se basaba en que en dicha ocasión Reuvén no había hecho uso de
su heroísmo para abstenerse, como lo había hecho con el tema de los dudaím fragantes, sino que se condujo en ese incidente dejándose llevar por su cólera. La moraleja que se aprende de aquí es que hay que ser persistentes en una buena cualidad, en
todo momento y durante toda la vida.

“Los dudaím exhalan su fragancia” quiere decir que Reuvén el poder de gobernar sobre sus inclinaciones naturales, como su deseo por comer algo y demás deseos materiales. La frase “y a nuestras puertas, hay toda clase de frutas deliciosas” se refiere a las luminarias de Janucá, que, a su vez, representan
todas las mitzvot que se encuentran al alcance de la mano de cada judío, que son las mitzvot que cada judío puede cumplir de forma constante, como dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria (Tratado de Macot 23b): “Hakadosh Baruj Hu quiso
darle mérito a Israel; por lo tanto, les aumentó la Torá y las mitzvot”. Entonces, debemos estar constantemente conectados a las mitzvot y a las buenas cualidades. “Los dudaím exhalan su fragancia” insinúa que cuando el hombre sabe sobreponerse a la Inclinación al Mal en favor del cumplimiento de las mitzvot, tiene que saber que “y a nuestras puertas, hay toda clase de frutas deliciosas”, que está rodeado de un sinfín de mitzvot, y que tiene que ser persistente en su realización. Así son las luminarias de Janucá; una luminaria más, otra mitzvá más, hasta que se llega a la completitud de la mitzvá. Este mensaje que aprendió Reuvén del reproche de su padre Yaakov penetró hasta lo más profundo de su personalidad, como lo vemos en el hecho de que él volvió a ser sobresaliente en su cualidad de abstención cuando salvó a Yosef. Yaakov había mostrado predilección por Yosef, y Yosef, por así decirlo, “tomó” el lugar de la primogenitura de Reuvén. A pesar de esto, Reuvén se sobrepuso a sus impulsos, y protegió y salvó a Yosef. Cuando Leá le dio a Rajel los dudaím, Reuvén no tuvo resentimiento por ello, ni tampoco le tuvo rencor a Rajel ni a su hijo Yosef.

También de esta forma, él demostró su grandeza y el poder de sobreponerse a todo evento. A pesar de todo, y en contra de la naturaleza humana, Reuvén salvó a Yosef de la muerte. Se puede explicar también, acerca del versículo “y a nuestras puertas, hay toda clase de frutas deliciosas”, que el cumplimiento a cabalidad de la mitzvá del encendido de las luminarias de Janucá se logra solo cuando se encienden con constancia, una a una, día a día, las ocho luminarias. Así tenemos establecido, según
los Sabios de Bet Hilel (Tratado de Shabat 21b), que “se eleva en santidad pero no se desciende”; y la razón por la que Reuvén no llegó a completar su cualidad de abstención cabalmente fue
solo por una debilidad: la falta de perseverancia.

Esta parashá se lee en Janucá; y en Janucá, tenemos la mezuzá del lado derecho de la puerta y las luminarias de Janucá del lado izquierdo. Asimismo, cada día de Janucá, leemos la parashá de las ofrendas de los príncipes cuando fue la inauguración del Mishcán en el desierto. Esto nos enseña que así como los príncipes de las tribus estuvieron unidos, desde el más grande hasta el más pequeño, así debemos prestar atención de que no haya nada que cause separación en todo el Pueblo de Israel. Y en el
día de la inauguración del Mishcán, cada una de las tribus trajo su porción particular como ofrenda, y, en conjunto, con verdadera unión, elevaron todo como una ofrenda completa y unificada.

En el Zóhar Hakadosh (vol. 3, 73a) dice:

“Israel, la Torá y Hakadosh Baruj Hu son un solo ente”.

Las luminarias de Janucá simbolizan la Torá, y las encendemos por ocho días, como el equivalente numérico de jet ( ח), la primera letra de la palabra Janucá. Con las letras de la palabra shemoné ( שמֺנה : ‘ocho’), se forman también las palabras neshamá ( נשמה : ‘alma’) y hashemen ( השמן : ‘el aceite’). Nuestros Sabios, de bendita memoria, dicen (Shemot Rabá 36) que la congregación de Israel se asemeja al aceite: así como el aceite, aunque se lo revuelva con agua, no se mezcla con ella y siempre sube y flota, así también es Israel; cada vez que nos pisotean para tratar de exterminarnos del mundo, nos sobreponemos y subimos por completo, sin que ni siquiera una “gota” permanezca abajo. Por ello, para llegar a la
completitud en el cumplimiento de las mitzvot, debemos estar unidos, pues cada uno de Israel está conectado a su compañero y todos subimos juntos. La unión sin intereses ulteriores es la
condición que asegurará la existencia del Pueblo de Israel. Y así decimos en la bendición que se reza al encender las luminarias de Janucá: “en aquellos días, en esta época”, lo que quiere insinuar que a través de las generaciones tenemos que estar en el mismo nivel en el que estaba el Pueblo de Israel en la inauguración del Mishcán. La palabra en hebreo para “inauguración” es janucá; así como en aquella inauguración del Mishcán hubo abundancia de amor entre los Hijos de Israel, así debemos hacer en nuestros días. Y así como shemoné es también neshamá, y la luminaria es la Torá, entonces, juntos “son un solo ente”.

Nosaj sfaradí yerushalmi ,  cantada por r. Avi Zarki