PARASHAT HA´SHAVÚA: «JAYEI SARAH»

Parashá: Jayei Sarah, Las vidas de Sara, חַיֵּי שָׂרָה‎.  Génesis 23:1–25:18. Haftará sefardit:  1 Reyes 1:1–31. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita-


“Y fue la vida de Sará cien años, y
veinte años, y siete años, fueron los
años de la vida de Sará” (Bereshit 23:1).

Debemos analizar por qué esta parashá lleva el nombre de Sará y no otro nombre. Pues, podría haberse llamado según Eliézer, de quien la Torá cuenta la entrega total con la que se dedicó a encontrar una esposa para Yitzjak, el hijo de su amado patrón Avraham.

Nuestros Sabios, de bendita memoria, explicaron acerca del versículo (Bereshit 12:5):

“Y toda alma que hicieron en Jarán”, (…)

que Avraham convertía a los hombres, mientras que Sará convertía a las mujeres. A mi parecer, besiatá Dishmaiá, el término guer ( רג: ‘extranjero, foráneo’) encierra un gran significado. El guer es una persona que anda de un lugar a otro y no tiene un lugar fijodonde residir; se encuentra de forma temporal, transitoria, en todo lugar y no “echa raíces”, como dice el versículo (Shemot 18:3):

“Forastero (guer) fui en una tierra extraña”.

Un ignorante piensa que este mundo es la meta en la vida, y que perdurará en él para siempre porque reside de forma fija. Por lo tanto, procura establecerse en este mundo con holgura, con fortuna y con honor para vivir una vida buena y dichosa. Esta idea surge a raíz de su entendimiento de que él se encuentra fijo en este mundo. Por eso, invierte sus mejores esfuerzos en fortalecer su residencia en el mundo de la mejor forma posible.

En contraste, tenemos a Avraham Avinu y a su esposa Sará Imenu, quienes se preocuparon de explicarles a cuantos más pudieron que esa forma de pensar es errada y que este mundo es solo temporal, no fijo. Así dice el versículo (Tehilim 90:10):

“Nuestros años, los hay que son setenta, y si incrementaren,

serían ochenta años”;

siendo así, los días del hombre son como una sombra pasajera. Entonces, ¿para qué invertir tanto esfuerzo en un mundo transitorio si todos somos como forasteros en él?

Este tipo de argumento es el que utilizaban Avraham y Sará para abrirles los ojos a las personas de su generación, e intensificar la sabiduría de las personas en este respecto para que meditaran en forma precisa acerca de la vida en este mundo. Ellos les mostraban el camino correcto, demostrándoles que este mundo no es la meta deseada; más bien, es el recurso por medio del cual se puede lograr la meta verdadera, que es la Torá y las mitzvot, para así meritar la adquisición del Mundo Venidero, que es el mundo de la verdad y la eternidad.

Por lo tanto, el versículo se refiere a las acciones de Avraham y Sará como “toda alma que hicieron en Jarán”, pero ¿qué tiene que ver el uso del verbo “hacer” en el acercamiento de las personas a Hashem? Lo que quiere decir es que Avraham y Sará “hicieron” y “crearon” personas nuevas. Ellos hicieron una revolución en el seno de cada persona, en su interior. Por eso, nuestros Sabios, de bendita memoria, dijeron (Tratado de Yevamot 22a):

“Y el converso es como un bebé recién nacido”,

porque aquel que adquiere una comprensión y significado diferente respecto de la vida se convierte en una persona nueva. Y hace falta comprender, ¿acaso Avraham Avinu no tenía la posibilidad de establecer una casa esplendorosa que demostrara su gran fortuna? Claro que sí, pues dice el versículo:

“Y Avram estaba muy pesado con ganado, con plata y con oro”.

Más bien, él quiso enseñarle a su descendencia que este mundo se encuentra en condición de transitorio, y es una pena que el hombre invierta en él todo su esfuerzo. Por lo tanto, a Avraham Avinu le bastaba una tienda temporaria como su residencia.

Así se condujeron muchos de los grandes de Israel, quienes ameritaron la Torá y la grandeza que tuvieron por el hecho de que abandonaron su casa y se exilaron a un lugar de Torá. Como muestra de ello, tenemos a Ribí Jaím Pinto Hagadol, ziaa, y Rabenu Shelomó Pinto, ziaa, junto con su suegro, Ribí Jalifa Malca, ziaa, autor de Kab Venakí.

Todos éstos ameritaron una grandeza extraordinaria y santidad, y alcanzaron niveles elevados por encima del entendimiento humano; todo, por el mérito de la comprensión clara de que este mundo no es sino temporal, y más les convenía exiliarse y sufrir para así conseguir la sagrada Torá.

Ésta es la explicación del versículo “Y fue la vida de Sará cien años, y veinte años, y siete años”: a lo largo de toda su vida, Sará “hizo” almas, las encaminó hacia la Torá, y las albergó debajo de las alas de la Shejiná. Ella les decía: “Ustedes no están fijos en este mundo, que es transitorio, si no, más bien, son simplemente temporales”. Y, ciertamente, hay muchas personas que cuando se les pone la verdad delante de los ojos, y se los cuestiona con la pregunta de qué será de ellos al final y qué argumentos dirán en el Día del Juicio, de inmediato, hacen una introspección y vuelven en teshuvá. De esta forma, Sará Imenu influía en todos. El término jayé ( ייח : ‘la vida de’) en hebreo tiene la misma guematriá que el término cóaj ( חכ : ‘poder, fuerza’), porque Sará Imenu invirtió todas sus fuerzas a lo largo de toda su vida en inculcar la verdad en la humanidad —que todos comprendieran su condición de forasteros en este mundo—, y encendía en el seno de ellos la llama sagrada del servicio a Hashem, el Dios de Israel.

Ahora se entiende por qué esta parashá lleva precisamente el nombre de Sará y se llama Jayé Sará: para enseñarnos que, a pesar de que Sará Imenu partió de este mundo, por cuanto aun conservamos con nosotros toda su conducción en la vida, transmitida de generación en generación, su descendencia continúa andando por el sendero que ella pavimentó, aferrados a las buenas acciones y mitzvot que ella realizó. Así, ella permanece aún con vida entre nosotros. Debemos meditar acerca de su grandeza, por el hecho de que Avraham “convertía” a los hombres, y Sará, a las mujeres. Son muchas las veces en que familias tienen problemas de armonía en el hogar porque un miembro de la pareja decidió volver en teshuvá. A veces, el esposo tuvo el mérito, por bondad del Cielo, de descubrir la verdad, pero la esposa aún no ameritó verla. Entonces, se despiertan discrepancias entre ellos, para lo cual es necesaria mucha paciencia.

Sucede lo mismo a la inversa, ya que puede ser que la mujer haya ameritado reconocer la verdad y ser influenciada con santidad desde las Alturas, pero el esposo no. Los sagrados Avraham y Sará, alehem Hashalom, conocían muy bien este problema, de modo que Avraham convertía al esposo y a los hijos varones, mientras Sará convertía simultáneamente a la esposa y a las hijas. De esta forma, toda la familia partía desde un mismo punto, con el consenso de que hay un solo Creador del mundo y a Él debemos servir con todo el corazón.