PARASHAT HA´SHAVÚA: «LEJ LEJÁ»

Parashá : «Lej Lejá», Véte, לֶךְ-לְךָ. Génesis 12:1–17:27. Haftarot:  Isaías  40:27 y 41:16  Darshán:  Morenu Verabenu, Ribí David Jananiá Pinto, shlita


 

“Cuando vino Abraham a
Egipto, los egipcios vieron que
la mujer era muy hermosa. Los
ministros del faraón la vieron
y la alabaron [diciendo que
era digna] para el faraón y fue
llevada la mujer a la casa del
faraón.” (Bereshit 12:14-15)

Cuando llegamos a estas parashiot en las que la Torá relata acerca de las vidas y los senderos de los sagrados Patriarcas, debemos meditar acerca de sus actos; así podremos saber cuál debe ser el comportamiento adecuado que debe adoptar la persona según la voluntad de Hashem Yitbaraj y conocer el sendero por el cual todo judío debe procurar andar, generación tras generación.

Todo el éxito de la persona reside en una verdadera voluntad de saber con claridad cuál es su propósito en el mundo. Vemos que no hay circunstancia en el mundo que no tenga un propósito. La labor del judío —su función, su propósito— es la de elevarse en el servicio a Hashem y así como un bebé recién nacido sólo busca superarse cada día, el hombre debe buscar elevarse con cada día que pasa hasta ser un individuo independiente. Ahora podemos comprender por qué el libro de Bereshit explica con detalle la vida de los sagrados Patriarcas, y prácticamente no se dedica a las mitzvot.

Como dice la Mishná en Avot (cap. 3, halajá 17): “Si no hay Torá, no hay modales; y si no hay modales, no hay Torá”. De aquí deducimos que la Torá no se puede mantener sino cuando existe un recipiente apropiado que la “contenga”. La Torá es comparada con el agua, que requiere de un recipiente que la pueda contener. Este recipiente es creado por el hombre por medio de los buenos rasgos de carácter y modales.

Aparentemente, surge una dificultad: Abraham Avinu guerreó contra enemigos poderosos de todas partes; no hubo hombre al cual él le temiera. Nimrod se declaró a sí mismo como deidad, y todo el mundo tuvo miedo de él. Por donde Nimrod caminaba, incluso los animales salían huyendo de él, porque él vestía la túnica de Adam Harishón, la cual llevaba grabadas las figuras de los todos animales de la Creación (Pirké Deribí Eliézer 24); no obstante, Abraham no se estremecía ante la presencia de Nimrod. Cuando Abraham escuchó que su sobrino Lot fue capturado, salió a guerrear frente a frente contra los cuatro reyes, uno de los cuales era Nimrod, llevando consigo únicamente a su siervo Eliézer.

Si Abraham tuvo el coraje para guerrear él solo contra el poderoso Nimrod, ¿acaso no podía guerrear contra el faraón de Egipto y tomar a su esposa de vuelta? Lo mismo sucedió más tarde con Avimélej, que tomó a Sará; en ambas circunstancias, todo lo que hizo Abraham fue rezar, y no guerreó contra ellos para recuperar a Sará. ¿Por qué no batalló para liberar a su esposa?

Podemos explicar esto según lo que Abraham dijo sobre sí mismo (Bereshit 18:27):

“Yo soy polvo y ceniza”.

Es decir, Abraham se veía a sí mismo como si fuera polvo, por lo que, en lo que respecta a sus necesidades y las de su familia —aun cuando se tratara de su esposa—, no sentía que podía hacer nada sino solo enviar su carga a Hashem; y cuando se le hizo alguna injusticia, elevó su plegaria a Hashem, y no se vio a sí mismo con el poder de salir a guerrear. No obstante, en el momento que hubo una profanación del Nombre de Hashem en el mundo por Nimrod —cuyo nombre, que significa ‘provocar rebelión’, atestigua que incitó a que el mundo se rebelara contra Hashem— al capturar a su primo Lot, Abraham se salió del límite que se autoimpuso de permanecer pequeño y peleó con la única ayuda de su siervo Eliézer contra los poderosos reyes, y los venció. Y ciertamente Abraham no obtuvo ningún provecho de aquella guerra, como dice el versículo (14:21) que el rey de Sedom le dijo:

“Dame los hombres [rescatados del cautiverio] y toma para ti los bienes”,

a lo que Abraham juró (14:21):

“Ni siquiera el cordón de un calzado tomaré de todo lo que es tuyo”;

Es decir, de ninguna manera él tomaría de dicha guerra provecho alguno, aun el más pequeño, porque él había salido a batallar únicamente en Nombre de Hashem. Pero en lo que respecta a sus cosas personales, él confió en Hashem, yendo detrás de Él de la forma como Él quisiera conducirlo. Y a pesar de que Hashem ya le había dicho (12:1):

“Ve, por ti, […] hacia la tierra que te mostraré”

y precisamente cuando Abraham llegó a dicha tierra, hubo hambruna en toda la tierra, de todas formas, él confió en Hashem sin objetar. Una persona común se habría quejado contra Hashem: “¡A qué tierra me has hecho venir! ¡Aquí hay hambruna!”. Pero Abraham se quedó callado y continuó haciendo aquello queHashem le ordenaba, ya que él se propuso hacer únicamente la voluntad de Hashem y no pensó en sus propias necesidades en absoluto. Esto nos enseña una gran moraleja: no debemos pensar en nosotros mismos y en nuestras necesidades, sino únicamente en Hashem.

Nuestros sagrados Patriarcas nos indicaron cuál es la moraleja y el tipo de comportamiento que nos debemos dedicar a reforzar: la entrega total en lo que respecta a los asuntos del honor del Cielo, y no hacer que lo principal sean las necesidades particulares del hombre, sino que debemos confiar en Hakadosh Baruj Hu.