PARASHAT HA´SHAVÚA.»MISHPATIM»

Parashá: «Mishpatím» , מִּשְׁפָּטִים, «Sentencias». Exodo 21:1–24:18. Haftará sefaradit: Jeremíass  34:8–22 and 33:25–26. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


 

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“Y a los nobles de los Hijos de Israel no envió la mano,
que vieron a Dios, y comieron y bebieron” (Shemot 24:11).

En el día de Matán Torá (‘la entrega de la Torá’), Nadav y Avihú y setenta ancianos (‘Sabios’) subieron y se elevaron a un nivel alto en el cual pudieron ver a Dios. La Torá agrega que cuando Nadav y Avihú vieron la Shejiná de Hakadosh Baruj Hu, continuaron comiendo y bebiendo, y no fueron conmovidos por la visión de la Gloria de Hashem. Y Rashí cita el Midrash Tanjumá que dice:

“Lo observaron con corazón altivo, en medio de comida y bebida”.

Este asunto despierta asombro y una gran dificultad, pues ¿acaso se nos puede ocurrir la idea de que Nadav y Avihú junto con setenta Sabios sagrados del pueblo comieron y bebieron a gusto mientras tenían enfrente a la sagrada Shejiná, la Gloria de Hashem? ¡Si está claro que cualquier persona,
en una situación como esa, estaría retorciéndose de miedo y pavor ante la sola idea de encontrarse delante de la Shejiná! ¿Cómo podría una persona en esa condición siquiera pensar en comer o beber? Entonces, ¿cómo se puede pensar que Nadav y Avihú y los Sabios, en la cúspide de su elevación y
con todas las virtudes que poseían, no sintieran temor de Hashem y continuaran comiendo delante de Él, como si estuvieran acostumbrados a estar ante la presencia Divina?

Podemos responder diciendo que indudablemente lo que ellos estaban comiendo no era una comida profana; más bien, era una comida similar a la de un korbán que fue ofrecido, como dice el Profeta

(Yejezkel 41:22): “Ésta es la mesa que está delante de Hashem”.

Esto se puede comparar a cuando los cohanim comían en el Bet Hamikdash: el alimento que ingerían se consideraba como un korbán, y el cuerpo de ellos, como si fuera un altar sobre el cual se ofrecía
el korbán. Así de sagrada era la ingestión del alimento por parte de los cohanim, al punto que el sentarse a comer se consideraba como sentarse a una mesa delante de Hashem. Y, de hecho, la queja contra Nadav y Avihú y los Sabios fue porque ellos habían observado la aparición de Hashem. En contraste, Moshé Rabenu, en su elevado nivel, había tenido el mérito de poder hablar directamente con Hashem Yitbaraj, y, de todas formas, nunca tuvo la osadía de mirarlo directamente, sino que bajaba la mirada, pues Moshé sabía bien lo que había dicho Hashem (Shemot 33:20):

“No me verá el hombre, y vivirá”;

por ende, fue muy meticuloso de bajar la vista y nunca mirar a Hakadosh Baruj Hu. Así mismo, se cita
en los libros de los Profetas, que cuando éstos ameritaban una visión profética de Hashem, de inmediato, bajaban la cabeza y se echaban al suelo; todo con el fin de no observar la Shejiná. Y aun cuando Moshé tuvo el mérito de ver la Shejiná de Hashem, él solo pudo ver la parte posterior de Hakadosh Baruj Hu envuelto en Talit, debido a la gran santidad y el temor que inspira Hashem Yitbaraj.

De acuerdo con lo analizado, la queja contra Nadav y Avihú no fue porque comieron y bebieron, ya que aquella ingestión fue considerada como una ingestión sagrada. Más bien, Hakadosh Baruj Hu fue meticuloso con ellos por la osadía de haber observado directamente la aparición de la Shejiná. A pesar de que los hijos de Aharón estaban en un nivel suficientemente elevado como para ameritar ver la
Shejiná, debieron haber cedido ese mérito, honrar la Gloria Divina y no observarla.

Se cuenta acerca de la hija del Tzadik, Ribí Jaím Pinto Hagadol, ziaa, que un día escuchó a su padre que estaba estudiando Torá, y, junto con su voz, escuchó la voz de otra persona estudiando con él. Habiendo escuchado que su padre estudiaba con otra persona, preparó dos tazas de café y se las llevó. Después, cuando el Tzadik, Ribí Jaím terminó de estudiar, le preguntó a su hija si se había fijado en el huésped.
Ella le dijo que, en efecto, lo había visto; y la hija aprovechó para preguntarle a su padre por qué el huésped no había tomado el café que ella le había preparado. Su padre le contestó que no se trataba de un huésped común, de carne y sangre, sino, más bien, de Eliahu Hanaví, que había venido a estudiar con él como javrutá. Y el Tzadik agregó que, por cuanto ella había visto el rostro de Eliahu Hanaví, se había
decretado que ella falleciera el día de su matrimonio. A raíz de esto, el Tzadik, Ribí Jaím Pinto, rehusó escuchar propuestas de candidatos para su hija, por el temor de que, al día siguiente de la boda, ella falleciera; y ya que no quería aproximar el final de su hija, la estaba dejando soltera. Un día, Ribí Jaím soñó que Ribí Jalifa Malca, ziaa, le expresaba su deseo de casar a su nieto con su hija. En el sueño, Ribí
Jaím le contaba acerca del encuentro de su hija con Eliahu Hanaví, y acerca del temor de casar a su hija, pues podría morir inmediatamente después de la boda. Ribí Jalifa le dijo que la pareja tenía que casarse, y todos tenían que rezar para despertar la misericordia del Cielo para que la novia permaneciera con vida después de la boda. En efecto, la propuesta se concretó, y la pareja se casó en hora buena y exitosa. Todos rezaron para que la pareja tuviera éxito. Y, en efecto, las tefilot fueron recibidas y la hija tuvo el mérito de vivir una larga vida.

Cuando escuché esta anécdota, me sorprendí. Ya que, sea como fuere, si ella había tenido el mérito de ver a Eliahu Hanaví y de permanecer con vida después de eso, ello quiere decir que ella tenía ese mérito. Siendo así, ¿por qué su padre tuvo tal reclamo contra ella y le decretó que debía morir? Luego de pensarlo, llegué a la conclusión de que la razón por la que Ribí Jaím tuvo un reclamo contra su hija fue porque ella debía haberse abstenido de entrar al cuarto y ver lo que estaba sucediendo allí. Y esto se debe a que ella sabía que su padre estaba estudiando solo, y que no había ninguna persona que hubiera entrado a la casa; por eso, ella debió haberse abstenido de entrar y ver quién estaba estudiando
con su padre. Ella no se sobrepuso a la Inclinación al Mal y vio lo que no tenía que ver, por lo que le surgió el reclamo en su contra. Hay que tener cuidado de no observar las cosas sagradas y muy elevadas que no se pueden ver, a modo de no ser afectado.

Por naturaleza, no había forma por la que un hombre hubiera podido subir al monte de Hashem y establecerse allí, pues ese era un lugar en el que solo se podía posar la Shejiná particular de Hashem. Pero justo si la persona se cuida del honor del Cielo y es meticulosa de no ver la visión de la Shejiná, tendrá el mérito de elevarse y engrandecerse por medio de aquel distanciamiento y cuidado que tuvo, así como encontramos con Moshé Rabenu, que tuvo el cuidado de no deshonrar la Gloria del Cielo, y tuvo
el mérito de que Hakadosh Baruj Hu lo invitara a subir al monte de Hashem.