Parashá: וַיִּגַּשׁ, Vayigash, Se acercó. Genesis 44:18–47:27. Haftará sfaradit: Ezekiel 37:15–28. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita
“Se le aproximó Yehudá y le dijo: ‘Por
favor, señor mío…’ ” (Bereshit 44:18).
Dijeron nuestros Sabios, de bendita memoria, (Midrash Rabá 93:2):
“El versículo reza (Tehilim 48:5, 7): ‘Pues he aquí que los reyes se han reunido; han pasadojuntos […] Un temblor los aferró allí…’.
La frase del versículo que dice ‘Pues he aquí que los reyes’ hace referencia a Yehudá y Yosef; en hebreo, la frase del versículo ‘pasaron juntos’ se dice avrú yajdav (יחדיו עברו ,(en que el término avrú (עברו’ :pasaron’) es también un lenguaje de evrá (עברה’ :enojo’), con lo que el versículo quiere decir que cada cual se enojó con el otro. ‘Un temblor los aferró allí’ alude a las tribus, es decir, al resto de los hermanos, quienes dijeron: ‘Estos dos reyes se están enfrentando uno al otro.No tenemos nada que hacer inmiscuyéndonos en su discusión. Lo apropiado es que los reyes se arreglen entre ellos’. ‘Se le aproximó Yehudá’ se refiere a que, de todos los hermanos, solo Yehudá fue el que se acercó mientras que todos los demás hermanos permanecieron a uncostado”.
Hace falta comprender por qué, en verdad, los demás hermanos no vieron la necesidad de inmiscuirse en la discusión entre Yehudá y Yosef; ¿acaso ellos no tenían nada que decir respecto del asunto? Y, además, ellos también tenían argumentos que exponer delante de Yosef acerca del supuesto robo de la copa. Entonces, ¿por qué permanecieron callados?
Para poder responder a esta dificultad,debemos meditar acerca de un mensaje, insinuado en varias parashiot, respecto de que la corona del reinado en el seno de Israel le fue otorgada exclusivamente a Yehudá. Es decir, los demás hermanos hablaron entre ellos y decidieron unánimemente coronar a Yehudá como el rey gobernante entre ellos; ellos aceptaron sobre sí mismos ser súbditos de Yehudá sin apelación ni límites en ningún aspecto. Las cosas se harían de acuerdo con lo que él dijera, y él decidiría acerca de todo asunto.
Así lo vemos cuando los hermanos vendieron a Yosef a los ishmaelim; aquella venta se llevó a cabo bajo la instrucción de Yehudá. Después de realizada la venta, el versículo (Bereshit 38:1) dice:
“Y fue en aquel entonces que descendió
Yehudá de sus hermanos”,
sobre lo que explica Rashí: “El versículo nos enseña que los hermanos lo degradaron de su grandeza cuando vieron la aflicción del padre de ellos. Ellos le dijeron: ‘Tú dijiste que lo vendiéramos. Pero si nos hubieras dicho que lo retornáramos, te habríamos escuchado’ ”.
Tenemos aquí que todos los hermanos se apoyaban en lo que dijera Yehudá; toda decisión que él tomara era sagrada para todos los demás, porque ellos lo habían coronado por monarca sobre ellos. También Yaakov Avinu, alav Hashalom, confiaba únicamente en lo que le dijera Yehudá, porque sabía que él era el líder y gobernador de los hermanos, y que todos se fijaban en lo que él dijera, y cumplían sus palabras. He aquí que cuando Reuvén aseguró que iba a ser el responsable de traer de vuelta a Biniamín y de cuidarlo de todo mal, Yaakov Avinu no se convenció. No obstante, cuando se aproximó Yehudá y dijo (Bereshit 43:9):
“Yo seré el garante del joven; de mi
mano, lo pedirás”,
Yaakov de inmediato aceptó sus palabras, porque sabía que él era el rey entre los hermanos y podía apoyarse en su palabra. También en el futuro, con la llegada de Mashíaj Tzidkenu, el cetro de la monarquía permanecerá en manos de la tribu de Yehudá, como dice el versículo (Bereshit 49:10):
“No se apartará ninguna tribu de [la de] Yehudá, ni legislador de entre sus piernas hasta que llegue a Shiló”.
Así como las tribus aceptaron sobre ellas a Yehudá como rey y líder, así también, desde el Cielo, aceptaron que la tribu de Yehudá continúe liderando para siempre. Incluso el Rey Mashíaj será de su descendencia —que llegue pronto, en nuestros días—, pues aquella es una monarquía que fue aceptada unánimemente entre todas las Tribus Sagradas, y no hay quien haga reclamo.
Ahora se puede entender bien por qué cuando las tribus vieron la discusión que se encendió entre Yehudá y Yosef, no se atrevieron a abrir la boca y no se inmiscuyeron en aquel asunto. Yehudá era el rey de ellos, y todas las tribus estaban supeditadas a su orden; todos se prosternaban ante él y su opinión representaba la opinión de la Torá. Por lo tanto, ellos sostenían que no tenían nada que decir u opinar respecto de la discusión entre Yehudá y Yosef, porque la opinión de la Torá de ellos (de las tribus) era la opinión sagrada de Yehudá, aceptada por todos ellos sin reclamo alguno. Por ende, aun cuando alguno de ellos tuviera una idea al respecto, se mantenía callado, y dejaba el liderazgo de la monarquía a manos de Yehudá, pues él decidía por todos.
Éste es un gran fundamento en el servicio a Hashem Yitbaraj: todo ben Torá tiene que estar supeditado a la opinión de la Torá de su Rav y subordinado a su opinión, bien fundada. Aun cuando a uno le parezca, de acuerdo con su conocimiento y sabiduría limitada, que la opinión de su Rav o Maestro es extraña o que no es totalmente comprensible o, por así decirlo, carece de explicación, aun así, le está prohibido contradecirlo. Más bien, la persona tiene que aceptar la opinión de su Rav como si fuera una halajá entregada por Moshé en Sinai.
Como dice el versículo (Devarim 17:11):
“No te desviarás de aquello que te digan,
a la derecha o a la izquierda”,
sobre lo que nuestros Sabios, de bendita memoria (citado en el Sifré), disertaron que aun cuando los Sabios te digan que la derecha es la izquierda y que la izquierda es la derecha, atiende la palabra de ellos. Así acostumbraron las Tribus Sagradas, que, sin poner limitaciones, veían la opinión de Yehudá como halajá entregada en Sinai. Por ello, cuando vieron que Yehudá discutía con Yosef, no vieron la necesidad de participar del pleito, porque sostenían que no debían expresar la opinión particular de cada cual e inmiscuirse en un asunto que les correspondía resolver a los reyes. Todo lo que Yehudá le dijera a Yosef sería la opinión aceptada por todos los hermanos; su palabra era sagrada para ellos y no podían transgredirla. Por eso, se mantuvieron a un costado.
De todo lo expuesto, se puede comprender por qué solo Yehudá salió a confrontar a Yosef, y tuvo el coraje de hablar en tono elevado para salvar a Biniamín, ya que Yehudá era el monarca de ellos y el garante encargado de Biniamín. Por ello, él se dirigió a hablarle a Yosef en nombre de todos. Asimismo, la obligación de todo judío es la de subordinarse a la opinión de su Rabino a cada paso que da en la vida. Y aun cuando no tuviera el mérito de comprender en profundidad la opinión expresada por su Maestro o Rav, ello no lo exime de aceptar su liderazgo y dirección, y conducirse de acuerdo con su palabra.