PARTIR PARA NO VOLVER

Exposición del Museo Eretz Israel, de Tel Aviv, en tributo a los refugiados judíos de países árabes.


 

La exposición, comisariada por Dana Avrish, recientemente inaugurada y abierta hasta el mes de julio de 2019,  rinde homenaje a las comunidades judías en los países árabes e Irán y está enmarcada en el compromiso del museo con  los temas de la inmigración y el multiculturalismo  israelí.

Amuleto para cunas , Irak, fines del S XIX

El título escogido está inspirado directamente de las estampaciones en los visados de salida  y equipaje de cientos de miles de judíos que viajaban al extranjero sin retorno.  A pesar de su sentido de conexión con las culturas de los países musulmanes en  que vivían esos   judíos a lo largo de muchas  generaciones, el creciente deterioro de las relaciones vecinales entre judíos y musulmanes, con episodios de violencia y antisemitismo manifiesto, provocaron que muchos judíos tuvieran que abandonar como refugiados  el lugar en el que vivieron durante  siglos -generalmente después de la expulsión de la Península Ibérica. Israel dispuso operaciones clandestinas para la organización de esas evacuaciones.

 Los visitantes de la exposición  se sumergirán en un viaje por  las once comunidades de estos países, que en última instancia lleva a un duodécimo país, Israel: la apertura o el cierre de un círculo. Este viaje es una introducción al conocimiento de  de estas comunidades y sus costumbres, así como a las voces de la segunda y tercera generación, que están representadas por una serie de obras de arte. Cada una de esas obras de arte fue creada por un joven artista israelí   inspirándose en sus propias herencias comunitarias.

Janukiá de 1893, Damasco

Estos refugiados  y sus descendientes hoy suponen  más de la mitad de la población del estado de Israel.

En la exposición el visitante se encontrará un amplio abanico de artefactos,  objetos sagrados y cotidianos, fotografías, documentos, testimonios, secuencias de vídeo y fotografías, todo ello con el objetivo de  contribuir  a la necesidad de  descifrar un código cultural, social, religioso y político de la existencia judía centenaria que hay que conocer y no olvidar pues su riqueza cultural es inmensa. entre una misma comunidad hay diferencias notables, como puede ser el caso de Jalab, Alepo, y Damasco, o Alejandría y El Cairo, por sólo poner unos ejemplos notorios.

Para quien quiera visitarla, el Museo tiene su sede en  Ramat Aviv, calle jaím Levanón, 2