PEPITADA : RUPTURA DEL AYUNO

Una nutritiva y delicada delicia rehidratante que durante siglos ha sido tradición para romper los ayunos en las comunidades sefardíes.


La ruptura de los ayunos -shbirat ha´tsom– es un momento que no por esperado es menos delicado. Tras 25 horas sin ingerir ni líquidos ni sólidos, los sistemas digestivos, al recibir alimentos, pueden sufrir una especie de sobredosis de trabajo cuyas necesidades de energía metabólica pueden ser tal que la persona puede sentirse indispuesta. Así que lo conveniente es hacerlo  de manera inteligente.

Para esto, lo mejor es empezar con un vaso de agua a temperatura ambiente y bebida a sorbos, sin ansiedad de calmar la sed o la sensación de deshidratación. Después, sin prisas, se aconseja tomar una colación ligera, pero nutritiva, que no sobrecargue al sistema digestivo pero que sea capaz de reponer los nutrientes que han faltado durante el ayuno. Darse un pantagruélico y opíparo banquete romano con grasas saturadas de alimentos hiper-procesados puede ser un despilfarro de dinero en forma de vómito.

Los judíos ayunamos varias veces al año durante una serie de años inconmensurables. Es decir, se han desarrollado formas inteligentes de rupturas de ayuno, que se han tradicionalizado con el transcurso del tiempo. Los sefardíes, básicamente radicados en la esfera mediterránea y medio-oriental, para luego desparramarse por prácticamente todo el mundo, desarrollaron una forma de ruptura del ayuno afín a los lugares donde habitaban, con productos de temporada -una de las claves de la dieta mediterránea.

Una de las formas tradicionales de gastronomía sefardí para el fin del Yom Kipur es la «Pepitada», común a todos los países de las costas mediterráneas, y que no es sino una refrescante sopa fría de pepitas y pulpa de melón muy digna de agradecer a los estómagos en el hemisferio norte, donde par Yom Kipur aún hace calor.  Aunque especialmente ligada a las juderías de Esmirna y Rodas, la pepitada es común a todo el orbe sefardí, además de popular en las tradiciones gastronómicas de muchos países incluso más allá del Atlántico (donde posiblemente fueran popularizadas por las comunidades sefardíes)

El melón, originario de la península de Anatolia, zona del Cáucaso y Persia, ya se consumía en Egipto en el tercer milenio a.e.c. Sus beneficios para la salud son conocidos y valorados desde la antigüedad, especialmente en la Edad Media. A la Península Ibérica lo trajeron los musulmanes y España ha sido durante muchos años líder mundial de exportación melonera.

En nuestro tiempo, es habitual sólo comer la pulpa de este fruto, pero las pipas de melón, sus semillas, además de para plantar más melones, sirven por sus beneficios alimenticios, para varios procesos culinarios; incluso de esas pipas, como en el caso del sésamo, se obtiene un aceite.

Una ración de 100 gr. proporciona más de la mitad de la dosis diaria recomendada de vitamina C. Su contenido en beta- carotenos, que se convierten en antioxidante vitamina A, lo convierte en un eficaz aliado contra el cáncer y padecimientos cardíacos; además, es excelente depurativo y rehidratante,  aporta muchos carbohidratos,  pero por su bajo contenido en energía resulta ideal para perder peso. Calcio, magnesio, potasio y fósforo son otras de sus virtudes para el organismo. Los investigadores encontraron que el extracto de semilla de melón contiene 3,6 por ciento de proteína, 4 por ciento de grasa y el 2,5 por ciento de hidratos de carbono, el cual es similar al contenido nutricional de la leche de soja. Los investigadores creen que la leche hecha de semillas de melón podría ser un valioso sustituto de la leche de soja como fuente de proteína.

Además de propia del fin de Yom Kipur siempre fue un reconstituyente para meriendas infantiles en las calurosas tardes del verano mediterráneo.

Para la receta sólo necesitas

2 vasos (de 250 ml) con pepitas frescas de melón, lavadas y puestas a secar durante días al sol.
1 litro de agua (4 vasos de 250 ml)
Medio vaso de miel de agave o silán  (miel de dátil)  o azúcar en su defecto.
Esencia de agua de azahar (gusto marroquí) o de rosas (gusto otomano)
Para prepararlo, proceder así:
Lo primero que hay que hacer es tostar las pepitas en le horno, a 180º, hasta que doren. También se pueden tostar en sartén seca, como en el caso de las semillas de sésamo. Después se pasan por un mortero o un almirez, o incluso en un molinillo de café. Con el resultado de ese majado de semillas, en un paño de algodón limpio hacemos un atillo con las semillas y las depositamos dentro de un recipiente de agua fría. Maceran así durante 48 horas. Seguidamente se retira el atillo y se le añade el agave , o el silán, o el azúcar, con el agua de rosas, y se bate todo muy bien. Se sirve en vaso.
 Tsom Kal!