Algunas consideraciones sobre la tradición de los lácteos de todo tipo en la fiesta de Shavuot.
Shavuot, como sabemos, quiere decir «Semanas» (del verbo lashuv, regresar, pues las semanas «regresan» o «se repiten» después de cada Shabat; por eso en la importantísima ceremonia de Havdalá (diferenciación entre los sagrado y lo profano) deseamos ¡Shavúa tov!, Buena semana.
Shavuot es una fiesta extremadamente importante -es el segundo jag (fiesta) de peregrinación a Jerusalén (shloshet ha´regalím, las tres peregrinaciones). Se festeja, ni más ni menos, que el evento histórico más grande del Pueblo de Israel: la entrega de La Torá en Sinai, el sexto día del mes de siván. Es decir, Shavuot celebra el maravilloso evento de la concesión de una Constitución, una Ley, para un pueblo que acaba de nacer por pasar de su esclavitud a su libertad. Y todo lo que de ello se deriva se llama Judaísmo, le pese a quien le pese, quieran modificar lo que quieran modificar a su conveniencia.
En esa Ley, como sabemos, también está compendiada toda la normativa que llamamos La Kashrut (La y no el, como todo sustantivo hebreo que termina en -ut) La Kashrut es lo que el código civil del Derecho Hebreo considera apto para la vida de un judío en la Halajá. El Pueblo Elegido -elegido para la esclavitud de la santidad-por mandato divino, no puede impurificar sus entrañas. Sería como profanar el Hekal del Templo. El mismo cuerpo humano es como un Templo, dice El Talmud. Y por extensión, el resto del mundo judío, que la Kashrut no se limita a la comida que es apta para el consumo humano, sino que también engloba los utensilios de la vida de un judío y el cómo se realizan las cosas desde el punto de vista judío para que sea judío y no otra cosa.
Sin embargo, para muchas personas, esa importancia -vital, fundamental, axial- se reduce (o ha sido reducida de forma asimilacionista) en un amplio sector de judíos, en el caso concreto de Shavuot, al mero hecho de consumir productos lácteos; por inercia, sin preguntarse por qué o cuál es la conexión entre lo lácteo y Shavuot. Incluso entre quienes cometen la grave averá (transgresión) de no comer kasher, infravalorando el hecho de La Torá hasta convertirlo en un hecho folclórico a la misma altura que cualquier otra manifestación etnográfica, sin comprender su cualidad antropológica.
Pongamos la cosa en claro. Antes de La Torá, cuando los Hijos de Israel no habían llegado a Sinaí, no había leyes sobre la ingesta de alimento. Se comía, sin más, lo que se podía comer en Egipto. Pero no había una normativa que especificara lo que era apto o no. Sin embargo, al salir de Egipto, o mejor dicho, a los 49 días de haber salido de Egipto, los israelitas experimentan el evento teológico supremo de la manifestación de Ha´Shem en la Zarza incombustible. Y El Becerro de Oro, que provoca la rotura de las Tablas el primer Yom Kipur del Universo.
Después de haber recibido las leyes de La Torá, ese punto de inflexión en la vida de los Hijos de Israel, todo cambia: la oposición a carne no es pescado, como en las naciones no judías, sino leche. ¿Y esto a qué se debe? ¿Por qué este rasgo distintivo tan específico y singular?
Para no cometer la abominación de hervir al cabrito en la leche de su madre, que habría de alimentar al cabrito mismo.
Es decir, todos los utensilios de cocina anterior a la recepción de La Tora no eran kasher, no eran aptos. No se conocía esa mitzva aún. Pero después de recibir la Ley cambiaban las cosas. Como no se podían usar los utensilios habituales hasta entonces y como no se podía comer cabrito como hasta ese momento, pues ahora la Ley lo prohibía, se alimentaron tan sólo leche.
¿Y cómo es que no buscaron la forma de kasherizar los utensilios de cocina?
Respuesta: la entrega de La Torá se efectuó en Shabat. Y ese día total está prohibido matar animales, por no decir nada del encendido del fuego y del hecho de cocinar. Estaba todo a favor de consumir sólo productos lácteos para no transguedir la Ley. Vegetales no había en el desierto. Pescado no lo habían visto ni al cruzar el Mar Rojo. Pero los rebaños de cabras daban leche.
De ahí la singular oposición judaica de lo kasher entre lo cárnico y lo lácteo. Y de todo esto se deriva que La Torá sea comparada con la leche:
«Como la miel y la leche [la Torá] se encuentra bajo tu lengua» (Cantar de los Cantares 4:11).
La leche, ese alimento que identifica distintivamente al ser humano, mamífero, tiene la propiedad de alimentar al ser humano: así también La Torá provee la «nutrición espiritual» requerida por el alma humana.
El asunto fue, por supuesto, objeto de las disquisiciones cabalísticas, como todo lo concerniente a la vida de los judíos. La palabra hebrea para leche es «Jaláv»- Su sustancia númerica en guematría es el número 40. El mismo número de los días de Moisés en Sinaí. 40 generaciones desde Moisés hasta la generación redactora de El Talmud. (Por cierto, esta enciclopedia de la tradición oral de los hebreos empieza por el grafema MEM, que es el que representa también al número 40. La última letra del Talmud, su último grafema, también es MEM. Mem sofit, final, que es 40).
En recuerdo de aquella extraordinaria circunstancia del primer día de existencia de la kashrut comemos platos lácteos hoy en día en el día para celebrar la entrega La Torá. En el judaísmo, recuerda, no hay hechos porque sí, todo tiene un porqué, hasta el más mínimo acto tiene una solución simbólica destinada a perpetuar la memoria de nuestros ancestros gota a gota.