Nota sobre uno de los términos más contundentes de toda la Lengua Santa. Tanto es así que a veces no se debe pronunciar.
De todos los hebraísmos existentes en todas las lenguas del mundo, quizás «Amén» ,אמן, sea el más popular, pues es común a las tres religiones monoteístas. Pero aun así, pocos conocen su origen, significado y uso, reduciendo la palabra a una mera fórmula de cortesía litúrgica.
La primera vez que aparece el término en La Torá es en Bemidbar, 5, 22. , es decir cuando se relatan los eventos en Sinaí; y, más concretamente, cuando se especifican leyes especiales de sacrificos expiatorios: el nazirato, la bendición sacerdotal, la segunda Pascua, la pureza de los levitas y las leyes referentes al procedimiento en caso de sospechas de infidelidad de maridos sobre sus mujeres. En este caso, para dilucidar si la sospecha era fundada o no, el marido -ordena H´a Moshé Rabenu- debe llevar a la mujer ante el sacerdote, con cierta cantidad de cebada seca (sin aceite ni incienso ) El sacerdote toma, en un cuenco de barro, un poco de agua santa y sobre ella vierte polvo del suelo del Tabernáculo para que amargue cuando sea bebida. El sacerdote, antes de proceder, explica a la mujer que si ella ha sido infiel, el bebedizo maldito entrará en su vientre para hincharlo «y se le caerá el muslo». Y ella ha de responder: amén, amén.
Es decir, en principio, Amén significa que se está de acuerdo con un veredicto, que se acepta someterse a una prueba y que se asumen las consecuencias de la posible infidelidad. Es decir: Así sea. Por eso la palabra «amén» , que en hebreo se escribe con los signos de Alef, mem, nun final, אמן, se relacionan con el acróstico El Melej Neemán: al Rey fiel. Con esa acepción aparece al final del Libro de Isaías y en el de Jeremías.
Desde el punto de vista gramatical, el término viene del verbo lehamín, לְהֶאֱמִין, que traducimos por «creer», es decir, estar de acuerdo con la existencia de algo o alguien. Por eso el participio de lehamín es emuná, que traducimos por creencia. (Y no por «fe» que es una virtud teologal del catecismo, no un concepto de la Halajá!!!) Y de aquí, de lehamín, también Omán, artista, esto es : quien está capacitado para crear , re-producir algo de forma creíble. Amén, entonces, significa, Así lo creo, así creo que es, así quiero que sea y así lo manifiesto. Por ejemplo, en Nehemías (8:6), (…) Esdrás bendijo entonces a H´´ y el pueblo exclamó : Amén!, Amén!», declarando su conformidad en esa creencia.
En El Talmud , Tratados de Brajot (Bendiciones) y Shabat, se trata del término para aclarar el uso de la palabra «Amén». Es así que quedan constatadas de forma halájica las ocasiones en las que un judío debe pronunciarla .O no.
En principio, debe decirse al oir una bendición, inmediatamente después, sin que suene más alto que la bendición misma. De esta forma, al manifestar fidelidad con el texto implícito de la bendición, la bendición recae sobre nosotros mismos. De lo contrario sólo has escuchado la bendición, pero nunca te favorecerá. No se debe de pronunciar si la bendición está grabada en un soporte audiovisual, sólo si es en directo. Tampoco se debe decir si eres tú quien ha bendecido, a no ser en el caso de Birkat Ha´Mazón, la bendición del alimento. Así mismo si por error se usa la bendición no apropiada al momento. Y jamás se dice si quien bendice es alguien que no es judío, aunque por ejemplo los masones siempre terminan sus ceremonias con una bendición propia a la que le agregan un amén.