¿QUÉ ES UN PIUT?

 Un concepto de la liturgia hebrea presente en las sinagogas  y fuera de ellas, por su trascendencia cultural a través de los siglos, que Adi Cangado te explica.


Si el  Shofar da voz a lo indecible, el piút es expresión pura, lenguaje armonioso y palabra humana que, llenos de belleza, traducen las emociones y pensamientos de su autor y de cada lector.

En  hebreo moderno utilizamos la palabra shir para “poema”, ¿qué es entonces un piut?

El piut (פיוט) es un poema litúrgico o himno añadido a la liturgia,  una práctica que hunde sus raíces en la época talmúdica. La palabra piuut deriva del griego piitís ποιητής “poeta”. Al autor de un piuut lo llamamos paytán (פייטן). Si os fijáis, el hecho de que el hebreo utilice la letra tet (ט) para esta palabra nos da una pista, muchas veces, de que se trata de un préstamo de otra lengua, en este caso el griego. En el Midrash se utiliza piut en el sentido más amplio de “ficción” (por ej. Gén. Rabá 85) mientras que paytán es el autor de poesía religiosa para su uso en la sinagoga. Al Rabí Eleazar, hijo de Shimón bar Yojay, se le llama paytán (Lev. Rabá 30; Pesik. 179a).

Los piutím (plural de piut) más antiguos son anónimos o no conocemos a sus autores. Se escribieron en la era de los primeros Gueoním (c. siglo VII e.c.). El primer paytán con nombre propio fue Yosé ben Yosé (llamado ha-yatom “el huérfano”) cuya obra se sitúa no más allá del año 850. El siguiente fue Yanai, profesor a su vez de uno de los paytanim (plural de paytán) más famosos: Eleazar ben Kalir (Italia), a quien sucedió en este arte el propio Saadiá Gaón (siglo X). En la Alta Edad Media la poesía litúrgica alcanza su clímax en las comunidades judías de Europa, Oriente Medio y el norte de África. Leopold Zunz cuenta hasta 900 autores, pero fue en Sfarad en donde la poesía hebrea destacó por su calidad y su belleza: Shlomó ben Gabirol, Yehudá ha-Leví y Abraham y Moshé ben Ezra son los cuatro más famosos, aunque también debemos mencionar a Yosef ben Yitsjak ibn Abitur, Yitsjak Ghayyat, Bajia ben Yosef ibn Pakuda y Yitsjak ben Reubén de Barcelona.

Dror Yikrá, para el Shabat

Al igual que sucede en la actualidad, los paytanim aportaban sus creaciones para la liturgia de su época y de su lugar pero excepcionalmente, algunas veces, un autor traspasaba todas las fronteras y sus poemas o piutim eran adoptados por judíos de los más lejanos rincones del mundo. Al igual que en el espacio, también en el tiempo, en la historia, el piut tiene un impacto desigual. Algunos fueron populares únicamente en determinada época, mientras que otros han quedado incorporados a la liturgia judía de manera permanente.

¿Cuántas clases existen de piyutim? Estas composiciones suelen clasificarse de acuerdo a su temática, o a su lugar en la liturgia, o a su forma. Así, una slijá (de lisloaj “perdonar”) es una oración penitencial. El ejemplo más famoso es “Avinu Malkenu” (“Padre nuestro, Rey nuestro”). Las kinot (“lamentos”) son los piutim propios del ayuno de Tishá be-Ab. Aquellos que se insertan en una determinada oración reciben el nombre de esa sección o del verso que le sigue o le precede: así, por ejemplo, si se inserta en la primera bendición antes de “Shemá” por la mañana (llamada Yotser, “El que crea”) se llama al poema yotser (pl. yotsrot). Otra clasificación es posible de acuerdo a la métrica: por ejemplo se llama shalmonit a aquella composición que sigue la métrica creada por Shlomó ha-Bablí. Habitualmente las primeras letras de cada verso siguen el orden del Alef-Bet (alefato hebreo), ya sea de la primera a la última letra o al revés, o bien forman el nombre de su autor, si bien existen múltiples excepciones. Es a lo que llamamos acrósticos.

El uso del piut en la liturgia se extendió sobre todo en el antiguo rito de la tierra de Israel (siglos IV a XIII de la era común), de ahí que los ritos que heredan parte de su legado (el ashkenazí; el italiano; el antiguo rito de los romaniotas en Grecia; el egipcio del que tenemos su testimonio en los manuscritos de la Guenizá de Fustat en El Cairo; o los antiguos ritos francés, provenzal y catalán) acuden con mucha frecuencia al piut en su liturgia, sobre todo en las ocasiones más especiales del año (algunos Shabatot, las fiestas, los días de ayuno, desde el mes de Elul hasta Yom Kipur, etc.).

En el caso de los judíos que seguían el antiguo rito de la tierra de Israel y su sucedáneo el rito egipcio de la Sinagoga Ben Ezra en Fustat (Guenizá), los paytanim fueron mucho más creativos. Continuamente escribían versiones poéticas, siempre nuevas y diferentes, incluso para sustituir secciones de la liturgia que estaban estandarizadas en las demás comunidades: encontramos versiones piutiyot (פיוטיות) “poéticas” para rezos como las bendiciones antes y después de “Shmá”, para las “Amidot” de distintas ocasiones del año, para la oración de gracias después de las comidas, para las bendiciones antes de estudiar o leer la Torá, y un larguísimo etcétera. Ellos son la prueba más evidente de cómo hubo otras épocas y otras comunidades judías que accedían a la creatividad y al cambio en el ritual con tolerancia y entusiasmo. Otro ejemplo más cercano es el del rito provenzal. Los judíos del antiguo Comtat Venaissin (Avignon, Carpentras, Cavaillon y l’Isle-sur-la-Sorgue) tenían, por ejemplo, una tejiná “petición” diferente para insertar entre los tajanunim de los días comunes para cada semana según la perashá o porción de la Torá que se leería el siguiente Shabat.

Los paytanim, como los trovadores, no concibieron siempre su poesía con finalidad litúrgica. El rabino local, o en su caso la comunidad, decidían si se debía o no incluir determinado piut en este o aquel lugar de la oración. A lo largo de los siglos, este fenómeno aumentó de manera considerable la extensión de los servicios, generando oposición y rechazo muchas veces. Tan temprano como en el siglo XI, de prolífica creación poética, el Rabenu Tam (Yaakob ben Meir) tuvo que defender esta costumbre contra las objeciones de Hananel y Hai Gaón. El Rabino Jacob ben Asher se opuso duramente a la práctica de incluir piyutim, siguiendo los dictámenes de su padre Asher ben Yejiel y de Meir ha-Kohén. Los payetanim también se atacaban entre ellos: unos criticaban el estilo de otros desde un enfoque estético, o porque incluían términos oscuros y a veces lenguaje blasfemo (por ejemplo, Abraham ben Ezra contra los piutim de Kalir). El rito sefardí antiguo (sobre todo en sus variantes castellana y portuguesa) fue el primero en suprimir o cambiar de lugar los piutim, reproduciendo en los libros de oraciones solamente los más arraigados en sus comunidades, pero relegándolos a antes o después de las oraciones principales para no interrumpir las mismas con estas composiciones, o bien incluyéndolos al principio del devocionario a modo de miscelánea, incluso sin especificar el lugar en que debían ser recitados o cantados (tal y como ocurre en la primera edición impresa del rito castellano, publicada en el año 1490 por la imprenta de Eliezer Toledano en Lisboa, de la que la edición veneciana Bomberg de 1524, que ha llegado a nosotros completa y es más popular debido a que llegaría a ser la piedra de toque de la liturgia sefaradí moderna, fue como su segunda edición revisada). Los judíos de ritos ashkenazí e italiano, sin embargo, han conservado buena parte de sus piutim, algunos milenarios, pese a las objeciones de algunas autoridades.

Con la Reforma del judaísmo en el siglo XIX la mayor parte de los piutim fueron eliminados del ritual, incluso en las sinagogas que conservaron un rito más tradicional, si bien se mantienen los piutim más populares sobre todo para los días de Rosh ha-Shaná y Yom Kipur. Algunos poemas se utilizan a lo largo del año (“En Kelohenu”, “Adón Olam”, “Yigdal”, “Yedid Néfesh”), no siempre cantados en hebreo pues con posterioridad se han compuesto sus traducciones en las lenguas vernáculas (primero en alemán y después en inglés).

En los días de Rosh ha-Shaná y de Yom Kipur añadimos piyutim en nuestras oraciones. Por ejemplo, en la noche de Rosh ha-Shaná cantamos “Ajot Ketaná” (“Hermana pequeña”). Este piut fue compuesto por el Rab Abraham Jazán Jazak de Gerona (siglo XIII) y ya aparece como parte de la liturgia de estos días en una antiquísima edición del “Majzor” (libro de oraciones para las fiestas) publicada en el año 1527 en la ciudad griega de Salónica, titulado curiosamente Majzor le-Núsaj Barselona Minhag Catalonia “Majzor según el rito de Barcelona, costumbre de Cataluña”. El estribillo, a lo largo del piut, dice, tijlé shaná ve-kilelotea “termine el año y sus males”, pero el último de los estribillos dice, tajel shaná u-birjotea “comience el año (nuevo) y sus bendiciones”. No importa los errores que hemos cometido durante el año o los desafíos que hemos afrontado. El año nuevo nos da una oportunidad nueva: podemos comenzar otra vez, un año más.

Ajot Kataná

El segundo piut que más emociones me despierta en estas fechas que se acercan es “Unetané Tokef”. En este poema decimos:

“En Rosh ha-Shaná se inscribe y en Yom Kipur se sella: cuántos se irán y cuántos nacerán, quién vivirá y quién morirá, quién morirá en su tiempo y quién antes de su tiempo, quién mediante el agua y quién mediante el fuego, quién mediante la espada y quién mediante fieras salvajes, quién a causa del hambre y quién a causa de la sed, quién por un terremoto y quién por una plaga, quién por estrangulación y quién por apedreamiento, quién descansará y quién vagabundeará, quién vivirá en calma y quién será acosado, quién disfrutará de la tranquilidad y quién sufrirá, quién se empobrecerá y quién se enriquecerá, quién caerá y quién se elevará. ¡Pero el arrepentimiento, la plegaria y la justicia anulan el mal decreto!».

Esta oración parece transmitir desasosiego y determinismo, pero ambos han sido siempre combatidos por las enseñanzas del judaísmo. En la primera mitad de este piyut se insiste mucho en que lo que nos está ocurriendo en el presente es el resultado de las propias acciones, pero el ser humano puede corregir su corazón y también ayudar a reparar el mundo que le rodea.

וּתְשׁוּבָה וּתְפִלָּה וּצְדָקָה מַעֲבִירִין אֶת רֹעַ הַגְּזֵרָה

“Pero el arrepentimiento (teshubá) y la plegaria (tefilá) y la justicia (tsedaká) pueden anular el mal decretado”: el rastro que hemos dejado en la arena no es posible ocultarlo, echamos la mirada a nuestros pasos y no podemos dar la vuelta y borrarlos, pero sí cambiar de dirección. El arrepentimiento (teshubá), la plegaria (tefilá) y la justicia (tsedaká) son tres preceptos fundamentales del judaísmo, pero especialmente en esta época del año, desde el mes de Elul hasta Yom Kipur.

El piyut es creatividad (novedad) y da testimonio de que el rito es flexible. El sidur, libro de oraciones, evoluciona a lo largo de la historia y de la geografía porque representa la autobiografía de cada comunidad judía, y su historia, y las emociones, creencias y pensamientos generación tras generación.

 

© ADI CANGADO