Apunte biográfico de un rabino de origen toledano que provocó una gran polémica entre los sabios de Tsfat en el S XVI.
Maqueda -la segunda mayor aljama del obispado de Toledo- fue ciudad de refugio para los judíos toledanos que sufrieron las masacres de 1391. Tal era su bonanza económica y su esplendor cultural que hasta llegó a ser sede de la asamblea general de todas las aljamas castellanas en la segunda mitad del S XV. Sin embargo, para 1492, doscientos ochenta judíos hacen frente a la coyuntura de la política de los Reyes Católicos malvendiendo toda su hacienda para abandonar el reino de Castilla. O lo que es peor aún, dejando atrás las tumbas de sus ancestros.
Uno de esos judíos fue Yaakov Berab, nacido en Maqueda en el año de 1474, el mismo año en que estalla en Castilla la guerra de sucesión tras la muerte de Enrique IV (entre los partidarios de la hija de éste, Juana La Beltraneja, y los de la medio-hermana menor del rey difunto, Isabel, que sería Isabel I de Castilla. )
Yaakov, que había estudiado en la yeshivá de Abohav, cuando lo de 1492, tenía tan sólo 18 años. Y junto a su familia, partieron no sin pesadumbre hacia Africa, concretamente a Fez, capital del reino de la dinastía watásida. Fue allí en donde fue ordenado rabino de una comunidad judía de unas cinco mil almas. No obstante, no se quedó allí mucho tiempo, pues en 1493 pasó a Tiemcem, en Argelia. Allí se quedó hasta 1510, año en que los ejércitos imperiales de Carlos I de España y V de Alemania invaden Bugía, Orán, Argel y Trípoli; Berab huye entonces hacia Egipto, donde formó parte durante unos años, del Beit Din de r Yitzjak Shual. Antes de 1516, esto es, antes de que el Imperio Otomano conquistara el Egipto mameluco, se fue a Jerusalén.
Jerusalén, por aquel entonces, no era un lugar fácil. Arrasada por las violencias de las cruzadas, la población de la Ciudad Santa vivía sin murallas tras las cuales encerrarse por las noches para no ser víctima de las fechorías de múltiples bandas de malhechores; y, además, en 1517, los otomanos vencieron a los mamelucos y entraron en Jerusalén. Berab aguantó la situación ejerciendo como presidente de una yeshivá hasta 1519, año en que su maltrecha economía -como hiciera su tocayo en tiempos tanájicos- le hizo abandonar el país de Israel para irse al país del Nilo. Allí se dedicó con pasión al comercio; y cuando en 1524 hizo algo de dinero, decidió radicarse de nuevo en la Tierra de Israel, pero esta vez en La Galilea, concretamente en la también santa ciudad de Tsfat, donde ya giraban sin cesar las esferas kabalísticas de la gran escuela de mekubalím.
En aquel Tsfat donde pululaban rabinos como ma´ran Y. Caro, Berab se hizo cargo de la dirección de una importante yeshivá, señera en el mundo espiritual tsfatí. En 1538, fue quien propusiera la reforma de la ordenación rabínica, que desató tal polémica entre los rabinos que se fue un tiempo a Damasco. Hay quien sostiene que Berab pretendía restituir el judaísmo de los tiempos de los tanaítas, pero hay quien sostiene que pretendía algo menos romántico, como se entiende de las responsa que escribió: adecuar la situación halájica a la coyuntura del gran número de anusim -judíos forzados a la conversión al catolicismo hispánico. Esta siutuación podía ser reparada y exonerada del castigo divino, si se les aplicaba una serie de azotes (makot), nunca más de 39; y eso era algo que sólo podía ser decidido por el Sanedrín.
En el año de 1538, un grupo de veinticinco rabinos de la asamblea de Tsfat ordenó a Berab (a la sazón ya ordenado en Fez hacía muchos años). Pero ahora, con esta nueva ordenación, se le concedía el derecho a ordenar a otros rabinos para formar un Sanedrín. Era demasiada novedad y Berab tuvo que pronunciar un discurso explicando la legalidad de estas ordenanzas talmúdicas. La mayoría de los sabios de Tsfat estuvieron de acuerdo en la necesidad de una reforma y muchos de los que no estaban de acuerdo no se atrevieron a replicar. Así que ordenó al rabino mayor de Jerusalén, Ben Javiv, a Yosef Caro, a Moshé de Trani y Yosef Sagis.
BEN JABIB había sido un gran rival de Berab; durante muchos años se enzarzaron en grandes disputas talmúdicas que les separaban más cada vez. Sin embargo, Berab decidió que como prueba de la legalidad de su reforma, ordenaría primero a Ben Jabib para que dejar claro que dicha reforma no estaba destinada a satisfacer sus propios intereses. Pero este noble acto no hizo sino avivar los fuegos de su mutua discrepancia, ya que Ben Jabib consideraba insultante haber propuesto la reforma sin tomar en cuenta la opinión de los rabinos de Jerusalén. Jabib declaró ilegal el proceso de reforma diciendo que se empezaba por esto y se acababa por alterar el sacratísimo ritmo del calendario hebreo. Berab tampoco se quedó callado y reveló que Jabib mismo había vivido durante todo un año en Portugal con un nombre falso y como un converso al catolicismo.
Los otomanos miraban de cerca la polémica. Lo de la reforma les parecía un paso para la institución de un estado judío. Además, querían despojar a Berab de sus riquezas. Sintiendo que su vida corría peligro, partió de nuevo para Egipto. La polémica sólo desapareció cuando tras regresar a Tsfat, en 1546, se reunió con los padres que le habían concebido en la lejana Maqueda. Fue enterrado en las cuevas cementerio de Tsfat.
Bibliografía
- יעקב בירב, ב»אנציקלופדיה יהודית» באתר «דעת»
- , במהדורת 1901–1906 של האנציקלופדיה היהודית