Historia de un colegio, una polémica y una frustración a mitad del S XIX en la judería de Constantinopla.
Abraham Akris , de Constantinopla, en 1818 fue padre de un niño al que llamaron Yitzjak; su primer contacto con el mundo de la docencia lo tuvo cuando empezó a estudiar en la populosa y famosa yeshivá de Abraham Foa, en la cual después fue profesor. Por esta época, a pesar de todo, pasó muchas penurias económicas. El rabino que le instruyó, aun siendo menor que el propio Akris, fue r Eliezer Alfandari, más conocido como Saba Kadisha, El Santo Abuelo, que luego sería jajám bashí de Damasco y de Tsfat. Ambos mantendrían entre sí un vínculo de amistad indisoluble a lo largo de sus vidas, como se demostró en ocasiones de las que hablaremos en breve.
En 1858, en Constantinopla, el banquero Abraham de CAMONDO ,patriarca de esta gran familia y gran benefactor de la judería istambulita, decidió aprovechar su influencia sobre el sultán para fundar un colegio judío, pero no uno cualquiera, sino uno que estuviera abierto a los nuevos tiempos que corrían por la casi siempre liberal mente de los sefardíes: un colegio donde, además de enseñar todo lo que un judío debe aprender, se enseñaran lenguas extranjeras , materias profanas e , incluso, oficios que sirvieran como cincel del futuro de muchos niños judíos. Pero este proyecto fue objeto de polémica y discusión en la judería de Constantinopla a mediados del S XIX. Si bien el jajám bashí de la ciudad, r Moshé Ha´Kohén, y los líderes de la comunidad en general, estaban muy a favor de la creación de esta escuela moderna, r Shlomo Kimji y Akris se oponían a esta innovación educativa , que estaría -pensaban ellos-envenenada de asimilación.
Se llegaron a ver – y a oir- cosas tremebundas: por ejemplo, en el punto álgido de la discusión, Akris se presentó vía marítima en el palacio de los Camondo, (hoy la antigua capitanía de la armada otomana) Irrumpió en medio de una importante visita rompiendo cosas que encontraba a su paso -como una estatua que él condenaba como idolatría- y anunciado, a golpe de shofar, la expulsión del aristócrata de la comunidad. El jérem. De hecho, años más tarde, los Camondo abandonaron el Bósforo para instalarse junto al Sena (aunque por motivos distintos, relativos a problemas con los bancos de los armenios y los judíos ante el Imperio Otomano y entuertos con los jenízaros) Los guardaespaldas y sirvientes allí presentes consiguieron inmovilizarlo y se mandó a la policía para que detuvieran a Akris; le llevaron a pasar la noche en un calabozo con lo más abyecto del crimen de la ciudad entonces. La comunidad judía, en estado de estupefacción, al viernes siguiente, salió a las calles casi al completo: 40.000 judíos se manifestaban ante una mezquita que iba a visitar el sultán para pedir la liberación del jajám. El sultán admitió la petición y, entre aplausos, el rabino fue llevado a su casa. Pero la brecha abierta entre el jajám bashi y Akris permaneció abierta incluso cuando hubo un nuevo jajám bashi: r. Avigdor , de rabinato tan polémico que acabaron formando un beit din especial con los grandes rabinos del imperio para acabar destituyéndole. Ese tribunal también fue el que decidió la construcción del colegio. Akris, entonces, fiel a su postura, tomó la decisión de abandonar Constantinopla.
Su gran mentor y amigo, Alfandari, le ayudó a instalarse en Eretz Israel -concretamente en Jebrón- en el año de 1874. Allí vivió hasta el 27 de elul de 1886. Tras fallecer, sumamente deprimido y azotado por una larga enfermedad, fue enterrado con los grandes rabinos sefardíes en el Monte de los Olivos.
Tras de sí dejó sus libros. Por ejemplo, «Kiriat Arba» (La ciudad de los Cuatro) , miscelánea de 32 comentarios halájicos de distintas parashot, además de todas las responsa entre 1842 y 1872. Publicado en Jerusalén en 1876.