Nota biográfica del rabino fundador de una línea de mekubalím en Jebrón desde el S XVI.
Rabí Abraham Azulai -como se le conoce en hebreo- nació en la ciudad de Fez, Marruecos, en el año de 1570, cuando Fez ya no era capital del sultanato saadita, desplazada por Marrquesh tras el tremendo terremoto de 1544. El padre de Abraham, Mordejai, fue hijo de uno de aquellos judíos -probablemente granadinos- que vivió en sus propias carnes, en 1492, el trauma de la expulsión del Reino de Castilla. Es decir, uno de aquellos «megurashim» (expulsos afincados en el Magreb) que decidieron comenzar nueva vida en la región que hoy llamamos Marruecos junto a los «toshabím (habitantes pre-expulsión)
La ciudad imperial de Fez, la tercera ciudad de Marruecos -tras Rabat y Casablanca- es considerada capital del islam marroquí, pues en ella se asentaron, también, la mayoría de los musulmanes andalusíes tras la Toma de Granada. Pero no era una ciudad fácil para vivir; tras la conquista saadita y el terremoto, vino el hambre, las epidemias, las tensiones inter-religiosas. Así que, en 1605, a la edad de 35 años, Abraham decidió irse del norte de Africa para irse a vivir en la Tierra de Israel, que en aquella época vivía el momento de esplendor proto-sionista de Gracia Nasí y su sobrino reconstruyendo Tiberias tras el fin del dominio mameluco y el principio del otomano.
Rabí Abraham embarcó en una nave cuya singladura por las aguas mediterráneas, rumbo Levante, no fue fácil: no porque el Mediterráneo estuviera plagado de piratas otomanos que podrían confundirlos con naves de infieles, sino porque el barco naufragó a causa de una tempestad. Abraham, que ya para entonces había escrito muchos documentos de no poco valor, perdió en el fondo del mar toda su obra, aunque consiguió salvar la vida y llegar, sano y salvo, a su destino: Gaza. A partir de ese momento, en recuerdo de ese naufragio de que salvó la vida, y como metáfora de su nueva vida en la Tierra de Israel, su firma adquirió la forma de un barco.
Se asentó finalmente en la ciudad santa de Jebrón, junto a las Tumbas de los Patriarcas -Mearat Ha´Majpelá. Todo Eretz Israel estaba ya plenamente bajo el Imperio Otomano. Pero, en 1619, se vio obligado a abandonar la ciudad por una epidemia de peste; entonces pasó a vivir en la Ciudad Vieja de Jerusalén, cuyas murallas habían sido reconstruidas hacía poco (por propuesta del médico de Suleymán el Magnífico, Moshé Jamón) Pero también la peste se desencadenó intramuros de Yerushaláim y, entonces, vagabundeó por los alrededores de Jebrón hasta que pudo entrar en la ciudad de nuevo. Al hacerlo, publicó sus escritos, teniendo que volver a escribirlos de memoria.
Cuando Gaza estuvo a salvo de la peste, se fue a vivir allí unos años; allí, escribió el que quizás sea su más importante libro, «Jesed Abraham», El altruismo de Abraham. En Gaza, entonces, estaba como rabino principal, R. ISRAEL DE NÁJERA, gran paytán que le dedicó un poema. Una vez que la epidemia abandonó Jebrón, regresó a la ciudad santa para no irse hasta el día de su muerte.
Su muerte es conocida por una leyenda popular que aparece en el libro «Memorias de Jerusalén»; según el relato, legendario, en el año de 1643 llegó a la Cueva de los Patriarcas en Jebrón, desde Constantinopla, un pajá -un pachá. Pero al inclinarse a mirar la cueva subterránea se le cayó su preciada y querida espada. Ordenó a sus sirvientes descendieran con una cuerda para recuperarla, pero éstos murieron en el intento. Así que, seguidamente, ordenó que fueran judíos los que intentaran sacar su espada de aquella cueva. El rabino Azulai fue elegido para aquella tarea. El, sin rechistar, acató la orden, fue a la mikve para purificarse y, luego, pasó la noche en vela estudiando La Torá. Pidió a sus amigos que rezaran por él y al amanecer fue a sacar la espada en aquella oquedad que es una de las Puertas del Paraíso. Allí se encontró ni más ni menos que con Eliezer, el hijo adoptivo de Abraham, que le llevó hasta donde estaban los Patriarcas. De la impresión, se desmayó. Cuando recobró el conocimiento dijo que no quería irse de allí, pero los Patriarcas le dijeron que eso no era posible. Le dijeron, «saldrás, pero no temas, mañana estarás con nosotros». Tomo la espada de marras, fue alzado con cuerdas y toda la noche siguiente la vivió con gran alegría. Pero al despuntar el alba se sumergió de nuevo en la mikve, leyó en el servicio matutino la oración más importante del rito judío, el Shmá Israel y, entonces, falleció. Está enterrado en el cementerio viejo de Jebrón. Z´´tal.
De forma póstuma se fue publicando su obra, que incluye paráfrasis a La Mishné y al Tanaj completo, así como tratados sobre halajot de distinta índole, todo lo cual le hicieron un maestro indispensable para el estudio de las yeshivot hasta nuestra era rabínica.
Su nieto, rabí Yosef David Azulai, en sus escritos no menciona en absoluto esta leyenda. El padre de éste, el hijo de Abraham, fue el rabi Yitzjak de Jebrón. Hermana de éste fue Jana, casada con r Benjamin Zeebi, cuyo hijo será el rabino principal de Jebrón, r Abraham Israel Zeebi. Otra de sus hijas casó con David Yitzjaki, y fueron padres del rishon le´tsión rabí Abraham ben David Yitzjaki.
R Abraham ben Mordejai Azulai fue el bisabuelo de r Abraham Azulai, que fue uno de los grandes nombres del judaísmo en el S XVIII, Ha´Jida.
Bibliografía:
- מרדכי מרגליות (עורך כללי), «אברהם אזולאי», אנציקלופדיה לתולדות גדולי ישראל, תל אביב: י’ צ’צ’יק, תש»ו