PARASHAT HA´SHAVÚA: «SHMINÍ»

Parashá: «shminí», שְּׁמִינִי , Octavo. Levítico  9:1–11:47. Haftará: : 2 Samuel 6:1–19. Darshán: Morenu veRabenu HaGaón HaTzadik Rabí David Janania Pinto shlita


La Festividad de Pésaj es una fiesta de renovación del servicio a Hashem, como explica el Rambán. Ésta es la explicación de las palabras del autor de la Hagadá de Pésaj:

“En cada generación, la persona debe verse como si ella misma hubiera salido en ese momento de la esclavitud de Egipto…”.

Estas palabras se explican tal como dijo el Maguid Mesharim, Rabí Baruj Rozenblum, shlita, que, de hecho, la Festividad de Pésaj es una de las pruebas más difíciles que tenemos en el servicio a Hashem.

Había un judío que, con nostalgia, dijo: “Recuerdo que anteriormente, en Pésaj, donde mis padres, ¿qué comíamos? Matzot, papas y huevos. Bebíamos agua que había sido hervida previamente; comprábamos tres botellas nuevas para llenarlas de soda. ¿Qué teníamos para comer en Pésaj? Pero hoy en día, baruj Hashem, aparte de lafot (pan delgado), ¡lo tenemos todo!, —y existen ciertas opiniones que sostienen que también es posible hornear lafot para Pésaj—. Hay, baruj Hashem, de todo, de todos los tipos y de todos los sabores. En la generación previa, cuando llegaba la Festividad de Pésaj, se podía sentir verdaderamente loque era ser “esclavo”. Dos semanas antes de Pésaj, las personas se sentaban en un lugar aparte para comer las comidas; en una esquina, con una bolsa para recoger las migajas que caían. ¿Hoy en día? Se organiza el Shabat Hagadol en grande, en hoteles, y con eso se acabó el desorden en la casa…

La Festividad de Pésaj es una gran prueba del servicio a Hashem. En ella, se revela cuánto uno es siervo de Él y cuánto uno trata de servir a Hakadosh Baruj Hu.

El servicio a Hashem es nuestra prueba en la Festividad de Pésaj. Hakadosh Baruj Hu nos pone a prueba, para ver cuánto nosotros somos Sus siervos. Y nos dice Shelomó Hamélej (Mishlé 1:9):

“Pues son un adorno de gracia sobre tu cabeza” — las mitzvot que el hombre hace, ellas son como un adorno que agracia su cabeza—, “y un collar para tu cuello” —como una joya sobre el cuello son las mitzvot—.

El Alshej Hakadosh, ziaa, hace una alusión maravillosa al respecto. Un conocido personaje de la comunidad había cometido una infracción de impuestos, y recibió como castigo el encarcelamiento. Como si no hubiera sido suficiente humillación el haber merecido ser encarcelado, en la cárcel le esposaron una bola de hierro. Cada vez que levantaba la mano, tenía que levantar diez kilos de metal consigo. Podemos imaginarnos cuán difícil era para él eso, no solo levantar la mano, sino también movilizarse de
un punto a otro. ¡Hashem yerajem, qué sufrimiento era aquel! De modo que aquel personaje decidió hacer contacto con un conocido que tenía influencias. Le pidió que, si tenía alguna influencia en la cárcel, que, por favor, hiciera que le quitaran las esposas.

“No existe tal cosa como quitarle las esposas a un reo” fue la respuesta que recibió. “En esa cárcel, hay cámaras por todos lados. Cualquiera que tratara de quitárselas sería visto en el cuarto de control. Pero… si llegaran a mis manos unos cuantos miles de dólares, quizá sería posible cambiarle las esposas de hierro por unas de plástico”.

El personaje preso accedió al trato.
“Muy bien, que mi socio te dé el dinero”, dijo aquel personaje. “¡Tan solo que me libren de esto!”.

El Alshej Hakadosh pregunta: ¿cómo podemos comprender lo que pasa aquí? Podemos ejemplificar esta situación, con la siguiente alusión: una suegra le cuenta a su nuera: “Escucha, baruj Hashem, mi esposo hizo un buen negocio y ganó mucho dinero. Ahora quiere darles un buen regalo a todas las nueras. Cada nuera debe ir a una joyería cara y comprarse una joya, ¡la que quiera, como quiera!”. ¿Acaso se nos ocurriría pensar que la nuera irá a la joyería y pedirá del vendedor el brazalete más delgado que tuviera? ¿O acaso le dirá: “Disculpe, ¿tiene algún collar de oro pesado, de 10 kilates?”. Lo más probable es que ella no vaya simplemente a pedir sino, más bien, vaya a exigir: “¡Quiero un brazalete grueso de seis trenzas de oro de 24 kilates!”.

¿Cómo se explica esta conducta? Dicha mujer dice: “Si mi suegra me va a dar un regalo, entonces, que me regale bien”. El Alshej Hakadosh pregunta ante esta conducta: ¿por qué la nuera escogería algo pesado? ¿Acaso no le va a pesar demasiado en la mano? ¿Por qué habría de escoger algo que, por su peso excesivo, solo va a provocar que se le encorve la postura? ¡Que tome algo ligero! ¿Por qué algo tan caro?

Explica el Alshej Hakadosh que el tema es muy simple: de unas esposas, la persona sale huyendo, pero cuando se trata de joyas, se buscan las más pesadas. ¿Por qué? ¡Pues, porque unas son esposas y las otras son joyas! Esta alusión está clara: existen personas para quienes las mitzvot son prácticamente como unas esposas; si les das una mitzvá a cumplir, para ella es como si le hubieras puesto 613 esposas y tratará de librarse de toda mitzvá. Por ejemplo, si le dijeras que la mitzvá de tzitzit se cumple en una vestimenta de cuatro esquinas, le cortará una esquina, con tal de estar libre de la mitzvá. Buscará librarse de la forma como pueda. ¿Por qué? Porque para ella una mitzvá equivale a 613 esposas.

Hakadosh Baruj Hu dice por medio del Profeta (Malají 3:18):

“Y volverán y discernirán entre tzadik y malvado, entre un siervo de Hashem y uno que no Le sirve”.

Ésta es la Haftará que se lee justo antes de la Festividad de Pésaj. ¡Ésta es la prueba que implica la Festividad de Pésaj! Hashem dice:

“Yo quiero personas que sean siervos Míos, no personas que cumplan las mitzvot mecánicamente —como si fueran para ellas una carga insoportable—, sino personas que sean siervos de Hashem. ¡Personas que Me sirvan con todo el corazón!”.

Éste es el mensaje que nos dice el Profeta: ésta es la diferencia entre “uno que sirve a Hashem” y “uno que no Le sirve”. La diferencia reside en la ejemplar parábola citada arriba. Entonces, nos queda meditar cómo habremos de servir a Hashem en la Festividad de Pésaj



Lectura de Shminí nosaj Marruecos