Poesía, filosofía, gramática, kabalá, medicina, matemática, astronomía, materias tratadas por este intelectual de Tudela, Navarra, que en el S XI recorrió infinidad de países, desde Inglaterra a Israel.
Abraham ben Meir ibn Ezra -más conocido en el mundo académico judío por su acrónimo Ha´Raba– nació en LA JUDERÍA DE TUDELA, Reino de Navarra, el Ros Jodesh de Adar del año 1091 de la era común. Reinaba entonces Sancho Ramírez I de Aragón y V de Pamplona, (localidad que en los años del nacimiento de Ha´Raba era donde se encontraba el frente de la reconquista.)
Formado en la misma judería de Tudela en todo saber propio de los judíos, no obstante, poco antes de que la ciudad fuera reconquistada a los musulmanes por Alfonso I El Batallador, Ibn Ezra ( El hijo de Esdrás, en castellano) partió hacia Toledo, recién reconquistada por Alfonso VI; de allí, siguió rumbo al sur, en busca del conocimiento que habitaba en los midrashím de Elihoshana, hoy Lucena (Córdoba) y también a Sevilla, donde era así mismo posible acceder a lo más granado del mundo intelectual hebreo de aquellos días de principios de milenio. Allí trabó profunda amistad con r. YEHUDA HA´LEVI, el más excelso de los poetas de la Edad de Oro de Sfarad. (Dicen que además de amigo pronto se convirtió en su suegro)
Pero con la cruentísima invasión de los almohades en Al Andalus, que impusieron una versión rigorista del Islam donde no cabían los dimis, los no musulmanes, Ibn Ezra decidió abandonar la Península Ibérica, tal como hizo, entre otras muchas, la familia de HA´RAMBÁM.(entonces una criatura de nueve años) Ibn Ezra se trasladó al norte de Africa, visitando comunidades de lo que hoy es Marruecos, Argelia, Túnez, llegando incluso a Egipto y, según algunos testimonios, en compañía de Yehuda Ha´Leví.
Donde más tiempo se quedó fue en casa de r. Yosef Amram, rabino de Sigilmasa, Marruecos, a quién dedicó algunos poemas laudatorios en agradecimiento a su hospitalidad. También fue significativa la estancia en casa del av del beit din, presidente del tribunal rabínico de Gabes, en Túnez. Pero los muyaidines, los almohades, seguían expandiendo su imperio islamista y era muy difícil la situación. Ante esta conyuntura escribió una endecha, una kiná, por la destrucción de Sfarad, mencionando una por una por todas las comunidades judías de la Península Ibérica de su tiempo.
Uno de sus piutím más famosos, cantado habitualmente hoy en día, es de Ki Eshmera Shabat
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Algunos estudiosos del universo tremendo de Ibn Ezra dicen que, a pesar de todo, tras el periplo por el Magreb, volvió a la Península Ibérica, con el deseo de atraversarla para alcanzar Roma. Otros sostienen que no es lógico, pues para ir a Roma desde Túnez podía navegar en tan sólo una jornada al emirato de Sicilia y de allí pasar a la Península Itálica. Lo que si es verdad es que Ibn Ezra expresa en muchas ocasiones un gran sentimiento de congoja por las penurias que vive. La mayor de todas: tener que abandonar la Península, como hiciera, por cierto, su hijo, que se fue con Yehuda Ha´Leví hacia Sión. No está académicamente demostrado, pero siempre se contó que Yitzjak, el hijo de Ben Ezra, se había casado con la hija de Yehuda Ha´Levy..Y también dicen, por cierto,que en Israel, el tal YItzjak se llegó a convertir al islamismo, aunque regresó al judaísmo poco antes de perecer; para Ibn Ezra, su padre, de induable lealtad al judaísmo y emuná fortísima, fue un golpe muy duro, una pesadumbre más con la que cargar por dentro en su continuo movimiento por el mundo. Y a eso hay que unirle que su gran amigo, Ha´Levy, murió, dicen que asesinado por un musulmán.
Ibn Ezra se fue a Roma. Cinco años pasó allí. A orillas del Tíber, redactó lo que hoy serían las ediciones críticas del Libro del Eclesiastés y del Libro de Job. En la localidad de Lucca, hizo lo mismo con el Libro de Isaías y, ya puestos, con La Torá en su totalidad pentagonal. En Mantua, donde también estuvo viviendo, y donde casi muere por una enfermedad, escribió su obra más admirada, de carácter gramatical, sobre el hebreo: «Sefer Sahot». Y luego en Verona, tratados de aritmética, almanaques, manuales de los mundos esféricos del mekubalismo, etc. Llegó también a Salerno, donde había una comunidad grande, que no le recibió con los brazos abiertos porque no estaban de acuerdo con algunos planteamientos teológicos de su obra. No obstante allí hubo un hombre muy rico que le suministró todo lo que necesitaba: un mecenas medieval. Le escribió poemas y eulogios, pero en Salerno no escribió ningún tratado de ninguna clase.
De pronto, sin que sepamos la razón, Abraham Ha´Sfaradí (así le conocían sus cohetáneos) pasó a la Provenza -sur de Francia- donde en honor de los judíos provenzales, que le acogieron con honor y calidez, escribió el «Sefer Ha Shem», El libro del Nombre. Y después de pasar por Narbona se instaló en Ruán, al otro extremo de Francia, traduciendo obras musulmanas del árabe, porque en aquella Francia medieval no había quien entendiera el árabe.
De la norteña Ruán, donde vivían los judíos expulsos de Inglaterra que el rey Eduardo I echó de la isla en 1290, cruzó el Canal de la Mancha para radicarse en Britania, donde escribió sobre los preceptos mosaicos, «Sefer Yesod», El Ligro del Fundamento, así como el Shabat. No sabemos cuánto tiempo pasó en Inglaterra pero de ahí se trasladó a Narbona de nuevo.
Luego, según unos, falleció en Calahorra, hoy La Rioja, el 23 de Shvat del año 4327, que en el calendario civil fue el 23 de enero de 1167. Según otros historiadores clásicos del judaísmo, falleció en la isla de Rodas. Y según estudios recientes es muy probable que lo hiciera incluso en Tzfat, en La Galilea el 27 de enero de 1167. Aunque en desfavor de esta teoría hay que decir que podríamos estar hablando de una persona que se llamaba igual.
Su obra, enorme, no sólo se distingue por su erudición y originalidad formal sino también por la calidad estilísitca de su hebreo. De hecho, su empleo de métodos gramaticales para la exégesis del sentido del texto preludia la actividad de la crítica textual moderna. El saber intelectual de lo judío no se puede entender sino desde el hebreo mismo, bien sea el clásico o el talmúdico, tanto para La Torá como para La Kabalá. No se peude hacer desde la traducción: es imposible.
Durante la Edad Media fue muy leído y citado, y su fama y conocimiento llegaron a que sus escritos aún eran dignos de imprimirse en París y Constantinopla en el S XVI.
Como poeta se le considera algo frío pero escribió «Maadanei Ha Melej», Las Delicias del Rey, un tratado de ajedrez en verso.
En el año 1934, se decidió llamar en su honor «Abenezra» a un cráter de impacto lunar.
Tu emuna será anunciada, tal cual sonaba el hebreo medieval que usaba él