LA ÚNICA MISIÓN QUE MONTEFIORE NO PUDO CONSEGUIR

El caso del niño judío Edgardo Mortara, que la Iglesia de Roma arrebató a sus padres.


Edgardo Mortara Levi nació en Bolonia el 29 del mes de av del año 5611, o lo que es lo mismo en el calendario gregoriano , el  27 de agosto de 1851. Sexto entre ocho de los hijos que tuvieron el matrimonio formado por  Salomón Mortara, comerciante, y su mujer Mariana -nacida Podovani. Los Montara contrataron al nacer  Edgardo a una muchacha de dieciocho años, Ana Morisi, católica, analfabeta, sin más horizonte que ahorrar algunas liras para tener una pequeña dote con la que poder casarse un día. Cuatro años después de empezar a servir, y estando soltera, cayó embarazada. Los Mortara, en vez de despedirla -esa era la norma- pagaron cuatro meses de embarazo en una casa de una aldea donde ella dio a luz y entregó a la criatura a un hospicio. Después regresó a su trabajo como criada. Y un día bautizó al niño. Pier Gaetano Fileti, inquisidor dominico oyó decir en 1857 que en cierto hogar judío había sido realizado el bautizo secreto de uno de sus miembros. Y eso, según la ley, convertía al niñó en alguien tan católico que tenía que ser separado de sus padres por el bien de la Iglesia. Sus padres lucharon durante doce años para conseguir que fuera liberado su hijo secuestrado, empeño que fue obstaculizado sistemáticamente por Pío IX. Ni siquiera podían ver a su hijo. Nunca más lo volvieron a ver.

El presidente de la comunidad judía de Turín decidió escribir una carta  para informar y pedir ayuda a sir Moshé Montefiore, que acababa de ser re-elegido como presidente de la Junta de Delegados Judíos del Reino Unido.

(…) sólo después de varias semanas se pudo saber, de manera indirecta,  que Anna Morisi, una antigua sirvienta de su casa, le había dicho, muchos meses antes, a  otra sirvienta que, por instigación de un tal Lepori, boticario, había bautizado al niño Edgar cuando no había nadie presente, y cuando tenía alrededor de un año y estaba gravemente enfermo. «

Montefiore, de inmediato, escribió a las principales comunidades hebreas, así como a  muchas personas distinguidas que profesaban varios credos religiosos,  tanto en Europa como en  América. La Sociedad Evangélica de Inglaterra , a través de Sir Culling E. Eardly,  estuvo especialmente interesada en el asunto, enviando copias del memorial que había llegado desde la sinagoga de Turín,  junto con copias del «Bullarium Romanum» , bula pontificia contra los bautismos secretos, además de copias de  una carta de «The Jurist», publicada en Londres el 13 de noviembre de 1858,  un extracto del Registro Anual de octubre de 1774, referente a la restitución de una niña judía, de nueve años, a sus padres.

El 22 de diciembre de 1858 hubo una gran reunión de la Junta y se hizo constar en acta que se había decidido tratar el asunto con el Estado Pontificio y que sería sir Montefiore quien se encargara de esa misión. Todas las sinagogas de Londres  ofrecieron oraciones especiales para que la misión fuera un éxito. Montefiore se dirigió al Ministerio de Asuntos Exteriores para entregar copia del memorial a lord  Malmesbury, que le prometió cartas de presentación para los cónsules y embajadores del extranjero.

El 3 de marzo, acompañado por lady Montefiore -recién respuesta de una enfermedad- su doctor personal, Dr. Hodgkin, zarparon en Dover rumbo al continente. Debido a la precaria salud de lady Montefiore llegaron a Roma el 5 de abril.

Nada más llegar, Montefiore fue a entrevistarse con el embajador inglés en Roma, que se mostró dispuesto a colaborar pero se temía que todo lo que podía hacer era concertar una audiencia con el papa. Se le sugirió dirigirse al embajador francés, pero Montefiore declinó la posibilidad de una interferencia con los franceses. Y por supuesto verse con el cardenal Antonelli. Pero el embajador escribió a Montefiore que Antonelli declaraba el caso totalmente cerrado y que se dirigiera a Monseñor Paca, el chambelán papal, a ver si le concedían audiencia con Pío IX.

Por si fueran pocos los impedimentos, el 15 de abril ocurrió algo que todavía lo complicaba más.  Por la noche, unos agentes de la policía entraron en la judería y registraron una casa contigua a la Sinagoga, y hasta los sótanos de ésta. Afuera, una muchedumbre vocinglera acusaba  a los judíos de haber raptado a dos niños cristianos  con el objeto de utilizar su sangre para hacer las matsot de Pascua.Era la primera vez en su historia que los judíos de Roma sufrían un libelo de sangre y había tal tensión que hasta aseguraron que mandarían a las fuerzas del orden a proteger el gueto si la cosa pasaba a mayores. Al día siguiente el niño apareció por sus propios medios y la madre declaró que lo del libelo se lo había contado un hombre que le había leído la palma de la mano. Y llegaba Pésaj.

Lord Stradford de Redcliff, vizconde y embajador británico en el Imperio Otomano, fue a visitar a Montefiore para comunicarle que había estado hablando con el cardenal Antonelli sobre la posibilidad de que recibiera a Montefiore. Esto ocurrió el 28 de abril.

Antonelli le dijo que no había nada que hacer con el caso Mortara, a no ser tomar las precauciones para que no se pudiera repetir tan lamentable asunto. El niño era cristiano ahora, dijo el cardenal, y no volverá con sus padres judíos a no ser que con la mayoría de edad así él ahora niño lo decidiera.

Además de la enfermedad de Lady Montefiore, todo el mundo que podía hacerlo abandonaba Roma ante la inestabilidad política derivada de lo que hoy llamamos unificación de Italia. Los Montefiore partieron en barco. En noviembre, el padre del niño Mortara visitó a sir Montefiore en Londres. El niño creció y fue ordenado sacerdote, Padre Mortara, siendo su parroquia una localidad de Guipúzcua, donde se le conoce como Aita (padre) Mortara. Allí escribió su autobiografía, que hace pocos años tradujo al italiano un conocido periodista, el cual no duda en alterar el texto permitiéndose añadir y suprimir  párrafos enteros del relato de Mortara para convertir lo que es  una historia de antisemitismo lamentable en un triunfo de la ley de la Iglesia sobre las libertades civiles. Así lo denuncia el historiador David I. Kertzer, quien sostiene que la traducción al italiano, realizada desde una versión de inglés, resulta ser  «una historia reconfortante de un niño de seis años encantado de que le quiten de sus padres para que se pueda convertir en católico»

Bibliografía:

  • «Diaries of Sir Moses and Lady Montefiore», Volume 2 ,