JUAN DE PRADO, ISAAC DE OROBIO Y URIEL DE ACOSTA

Historia de tres cripto-judíos que huyeron de la Inquisición yéndose a Amsterdam y protagonizar uno de los capítulos más complicados de la comunidad sefardí en el S XVII: la herejía.


Juan de Prado fue a nacer en una casa de tres pìsos en la plaza mayor de Lopera, Jaén -hoy la llaman «La Casa del Judío»- en la primera década del S XVII, cuando Cervantes estaba a punto de sacar la segunda parte de «El Quijote» o Velázquez retrataba a Felipe III, rey de España y Portugal. No obstante hay historiadores que dudan de este origen jienense (Revah) y le prefieren portugués.

Muy poco después de empezar el reinado de Felipe IV, esto es, en 1621, el joven Juan marchó a Alcalá de Henares para estudiar medicina en la Complutensis Universitas. Esta universidad fue fundada por el tercer inquisidor general de España, el cardenal Cisneros. Años después, este cardenal de la monarquía de Isabel y Fernando fundó el Colegio de Teológos de la Madre de Dios, que pese al nombre también era para médicos;  era la mejor institución académica de medicina en aquella España de entonces. Allí obtuvo plaza Juan de Prado en 1635, el mismo año en el que estalló la guerra con Francia

En el Colegio de la Madre de Dios de Alcalá de Henares, Juan de Pardo conoció a un  médico de origen  portugués pero radicado en Sevilla desde niño Isaac Orobio de Castro (que usaba su nombre de converso, Baltasar)

Fue maestro de metafísica en la Universidad de Salamanca y médico del Duque de Medinaceli (ducado de la casa de los Fernández de Córdoba, conversos). Un sirviente lo denunció a  la Inquisición por judaizante, así que fue prendido de inmediato y, durante años,  sometido a torturas para que delatara a todos los que como él practicaran la fe de Moisés. Uno de los delatados fue Juan de Prado. De Castro consiguió huir a Toulouse, Francia, donde impartió clases de medicina.

De Prado, que ya estaba en Roma como médico del cardenal Pimentel, huyó a Hamburgo y de allí , hacia 1655, pasó a Amsterdam. Más tarde, en 1662, Orobio de Castro, el delator,  también se fue a esta ciudad,  donde retornó al judaísmo y hasta formó parte de la directiva de la comunidad de los sefardíes. Además de seguir ejerciendo como galeno, se dio a la redacción de obras para defender la ortodoxia judía frente a los descreídos que la acosaban. Uno de los títulos de su autoría reza así: Epístola Invectiva Contra un Judío Philosopho Médico, que Negava la Ley de Mosse, y Siendo Atheista Affectava la Ley de Naturaleza. Este manuscrito es idéntico al titulado  Epístola Invectiva Contra Prado, un Philosopho Medico, que Dubitava, o no Creya la Verdad de la Divina Escritura, y Pretendió Encubrir su Malicia con la Affecta Confacion de Dios, y Ley de Natureza. 

Juan de Prado, al retornar al judaísmo en Amsterdam, tomó el nombre de Daniel. Pero no tenía buenas relaciones con los dirigentes de la comunidad por su carácter libertario y descreído. Primero, el beit din le amonestó; luego, le acabaron por someter a un proceso rabínico para aplicarle un jérem -una expulsión de la comunidad: el anatema.

Todo este celo en preservar el judaísmo rabínico en su natural ortodoxia talmúdica hay que enmarcarlo también en el contexto del sabateísmo, que estaba haciendo estragos en todas las comunidades con las ideas delirantes del falso Mesías Shabtay Tzví (1626-1676).

Fue así cuando se le ocurrió mandar desde Amberes una carta al tribunal de la inquisición en Canarias exponiendo no sólo sus méritos laborales durante 30 años de dedicación a la medicina, sino también su intención de instalarse en Canarias con sus hijos después de haber retornado al catolicismo y pidiendo se le perdonara su pasado como judaizante y marrano. Lo inquisidores se pusieron a investigarle y rápidamente encontraron el testimonio de un capitán canario que fue a Amsterdam a curarse de lo que parecía lepra pero era sífilis. Fue tratado por De Prado pero el capitán comentaba que el médico se reía de todas las religiones y que estaba muy seguro de su superioridad intelectual para ello. Así que los inquisidores decidieron no otorgarle ningún perdón. Es más, pasaron por carta toda la documentación a los tribunales de Sevilla, Toledo, etc. Fue así como se descubre que había sido mandado prender por el tribunal de Granada en 1661.

Juan del Prado no fue  el único judío  que en Amsterdam,  por aquel entonces -cuando Spinoza tenía unos 12 años- desafió osada e intelectualmente a la comunidad hispano-lusa. Antes que él, pero por los mismos días, tuvo lugar el caso de otro descreído: Uriel da Costa sufrió en sus carnes los efectos de su  postura filosofica naturalista y racionalista: fue expulsado y exonerado no una sola vez sino dos. En sus memorias Da Costa  narra -para dejar claro que de nada sirvió-  el acuerdo al que llegó con la comunidad para ser readmitido: en la sinagoga, ante gran número de público, leyó una retractacción de sus actos y emitió  una declaración de arrepentimiento; luego,  le ataron a una columna de la sinagoga y recibió 39 latigazos (La Ley prohibe que sean más de 40) Después,  lo tumbaron  en el suelo y abrieron  las puertas de la sinagoga como símbolo de que se abrían para él de nuevo. Es muy probable que Spinoza, adolescente, presenciara aquellos hechos. Todos los asistentes al acto de aquel Shabat salieron de la sinagoga  pasando sobre  su cuerpo. Cuando hubo acabado de redactar sus memorias, Uriel da Costa  se pegó un tiro -que no lo mató-  y luego otro -que lo remató.

El gran filólogo español Menéndez Pelayo  tradujo por vez primera al castellano la autobiografía de Uriel,   incluyéndolo en su Historia de los heterodoxos españoles, donde también incluye a Daniel de Prado y, por supuesto, a Benito Espinosa. Daniel y Benito mantuvieron durante años una tertulia filosófica bien conocida por sus contemporáneos. Por ejemplo, el poeta Miguel de Barrios, escribió este verso:

«Espinos son los que en Prados de impiedad desean luzir con el fuego que los consume…» Miguel de Barrios.

y por esto se  suele considerar que el médico de Lopera, Jaen, es el motor de  la heterodoxia religiosa spinozista y su  consideración de la razón como único criterio de verdad.

Sobre los hechos, el autor  Gabriel Albiac publicó un libro titulado  La sinagoga vacía, en donde tiene un capítulo titulado  : «Morir en la Sinagoga: Uriel da Costa» Para el estudio de Juan de Prado es indispensable el estudio pionero del sefardí Israel Revah : Spinoza et le Docteur Juan de Prado.

Sobre el fin de los días de Daniel de Prado no tenemos fecha exacta, ca. 1672,  pero sí conocemos que la muerte le llegó en un accidente al caerse de un caballo a un río (según rezan unos versos de un poeta anónimo)

Bibliografía:
  • «El Doctor D. Juan de Prado y la Inquisición canaria»,  Luis Alberto Anaya Hernández, Historia Social, No. 32 (1998)